Y una vez… tocó La Renga. Y otra vez, allí estuvieron ellos. Sí, los mismos de siempre, y más también: la familia; los amigos; los rituales; los reencuentros; esos abrazos con sonrisas incluidas, ese bailecito “rocanrol”; los brazos arriba, agitándose, al ritmo de “vamos La Renga, con huevo, vaya al frente”; esas rondas, en cada esquina, de fieles que bridan con un solo vaso compartido por todos; el chori, la hamburguesa o el asado… por fin, “Chizzo”, “Tete” y “Tanque”, pudieron volver a rugir. La ciudad de la doma y el folklore, fue testigo justamente de eso: de un folklore que viene de hace años, de un banquete que ningún palo en la rueda podía detener.
Sabido es que la banda de Mataderos venía sorteando demasiadas complicaciones para ejercer un derecho tan básico como es el de trabajar. Algo que viene sucediendo hace ya largo tiempo, y ante lo cual Córdoba estuvo al pie del cañón para habilitarles las “tablas” (y no trabas) necesarias, y poder subir una vez más al escenario. Desde temprana hora había buena movida, era de esperarse. Ya durante la mañana, comenzaban a llegar esos seguidores que no querían perderse ni un minuto de la previa. La mesa estaba servida.
El tiempo dio una mano, parecía estar al tanto de todo lo que venía sucediendo y lo que allí, en Jesús María, ya era un hecho. El operativo de seguridad fue, en líneas generales, óptimo, aunque hubo algunos detenidos. Según Informados Diario (de Jesús María), “en los controles instalados se detuvo a 13 personas” y “posteriormente se efectuaron patrullajes en barrios, espacios públicos y sectores considerados vulnerables”. Más allá de esto último, la gente pudo transitar las calles con tranquilidad y brindar a gusto (se podía tomar en vía pública). Estaban también aquellos que no tenían entradas dentro de la ciudad, algo que no iba a estar permitido, pero que a la vez –como era de suponer- sería imposible de controlar. Sólo faltaron los malabaristas.
Cayó la noche, y la bestia salió a rugir
Las puertas se abrieron alrededor de las 16:00, para un predio que estaba cercado unas tres cuadras antes del estadio. Cerca de las 21:30 horas, luego de tocar otras tres bandas, ya se avizoraba que saldrían en cualquier momento a escena. Así fue, con la clásica introducción de apertura que empalmaron con “Nómades”, al igual que la última vez en Córdoba, en el Mario Alberto Kempes. El estadio estaba repleto (con entradas agotadas), y esa tradicional combinación entre alegría y emoción del público renguero, más latente que nunca.
Más aún, ante un show que venía de ser suspendido, y cuyo clima y contexto, también fue muy similar a la última vez que el grupo tocó en la docta. “Tripa y corazón”, “Corazón fugitivo”, “El twist del pibe” y “Cuando vendrán”, seguirían luego de comenzar. La lista fue marcadamente variada, entre las canciones de ayer y hoy, sumando un total de 28 temas.
Mientras el cielo amagaba a “rociar” un poco la cuestión, las emociones seguían sumándose entre canción y canción. “Chizzo”, sin soltar muchas palabras ni hacer mayores referencias a las complicaciones de la banda para poder tocar, siguió con “San Miguel”, “Veneno”, “Cualquier historia”, “Mirada de acantilado”, “El monstruo que crece” y “Al que ha sangrado”. Quedaba un buen rato, el repertorio no había siquiera llegado a la mitad aún, y un clima de pura festividad, sería imposible de detener. Sí pudieron observarse otras cuestiones en este contexto, tales como algunas dificultades para la gente a la hora de comprar, ya que no había puestos suficientes para bebidas, aunque sí aquellos exclusivamente destinados al expendio de agua.
“Ser yo”, “Desnudo Para Siempre (Despedazado Por Mil Partes””, “Dementes”, “Vende patria clon”, “A tu lado”, “Poder”, “Panic show” y “Muy indignado” continuarían dentro del repertorio, subiendo la intensidad con canciones de mayor agite y fuerte rugido en la potente voz de Gustavo Napolitano. Luego, el turno de introducirse en clásicos que disparan directamente hacia a las emociones y sensaciones de los fans, de esos que hablan de la vida misma y el destino de quienes la luchan, tales como “En El baldío”, “Bien alto”, “Oportunidad oportuna”, “Oscuro diamante” y “La razón que te demora”.
Momento de pausa, momento de tomarse un respiro. El cielo seguía amagando, aunque algunas ínfimas gotitas de llovizna, comenzarían a sentirse. Tan pequeñas como una gota de rocío, quizás haya pensado más de uno. “Somos los mismos de siempre” sonaría al regresar la banda, para luego darle paso “El viento que todo lo empuja”, “El final es en donde partí” y, como siempre, hablando…. “Hablando de la libertad” para el cierre, esa libertad de la cual les está costando disfrutar. Ahora sí, algo de llovizna recién al último, y un “Chizzo” que dijo que Córdoba debiera llamarse “la capital nacional del rock”.
Sí, todo salió bien. Todo. A la vista quedó que las cosas pueden hacerse bien, y salir mejor aún. La Renga sigue demostrado, una vez más, que es una banda que marca la diferencia, y que tiene una esencia loable, digna de imitar, aunque difícil de igualar. Aquel que dejó parte de su rutina, aquel que se esforzó hasta lo último para juntar la plata, comprar la entrada y viajar, aquellos que se organizaron, que hicieron hasta lo imposible para ir, no queda duda que les fue devuelto todo ese esfuerzo, con un show de categoría, al nivel de los “buenos gigantes”.
Porque también están los “malos gigantes”, esos que prefieren censurar o cercenar para que una banda no pueda tocar. Ante tanta locura, sin duda alguna, hubo un gran consuelo para tal, y fue en Jesús María. Suculento banquete, en donde todos fueron bienvenidos. Todos esos que una vez más, fueron el gran hito, para que la banda se mantenga aún en pie.
Fotos de May Suárez y Flor Zufiaurre
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