Ese es el tipo de justicia que utiliza Esperanza Spalding.
Los miércoles no suelen ser de rock, sinó mas bien de soul, jazz o blues. Es que tienen ese gustito a mitad de semana que necesitamos para calmarnos y renovar energía para los días que restan.
Así pues, nos dirigimos al teatro Gran Rex para degustar de lo que será una velada musicalmente renovadora. Esperanza Spalding, nacida en Portland (EE.UU), se inicia en la música desde muy pequeña. La escuela tradicional no era un lugar en donde encajaba y debido a una enfermedad, comienza a estudiar desde su casa. Es allí donde descubre que no requiere de los formatos tradicionales y establecidos para aprender y desarrollarse. Autodidacta y con una curiosidad incesante, Esperanza aprende a tocar el violín, que sería su primer paso a un gran abanico en el espectro musical.
Ya pasadas las 21:30, con la sala llena y prácticamente a oscuras, los músicos van ingresando de manera silenciosa. Ya formados en escena, ella se va acercando lentamente. Vestida con un enterito largo y colorido, Esperanza se hace presente ante los aplausos de su público en lo que fue su primera visita a nuestro país. El menú ofrecía una voz magistral acompañada de una orquesta impecable, que varía entre saxo mayor y tenor, trombón, trompeta, flauta dulce, coros, batería, teclados y guitarra. Va conformando el espectáculo que nos sumerge no solamente en una oleada musical, sino también en la simpatía de Esperanza. Vivaz y activa, da una clase magistral del tipo de hombre tanto desde el que la hizo llorar y sentir mucha bronca hasta el que la hace sentir como una reina, al que ella denomina “Rey”, justamente lo denomina así por lo que genera en la mujer y no por su belleza externa. Y para aquel que la ha hecho sufrir, Esperanza elige ajusticiarlo con la música porque cree que es la mejor forma de hacer justicia, “Justicia poética”.
Spalding ingresa en la escuela Berklee College of Music a sus 16 años de edad cuando ya hacía año y medio que había aprendido a tocar el contrabajo. Su carrera solista inicia en el año 2008 con su disco Esperanza, ese sería otro de los tantos puntapiés para desencadenar el éxito interno y externo de la joven estadounidense.
Luego de casi dos horas de concierto y un mínimo intervalo en el cual vuelve a quedar a oscuras el teatro, ella y su banda regresan al escenario para regalarnos los ultimos minutos del show y en un cálido agradecimiento se despiden dejando un clima de calma y alegría.
Comentarios