Cuando Marilina Bertoldi nació, el 13 de septiembre de 1988, hacia menos de un mes que Fito Páez había lanzado la placa “Ey!” que contenía hits de la talla de “Polaroid de Locura Ordinaria” y “Solo Los Chicos“.

El rosarino publicaba El Amor Después del Amor”, el disco más vendido de la música argentina y Mateo Sujatovich, voz de Conociendo Rusia, no llegaba al primer año de vida. Rodeado de artistas crecidos en la década del 90 y ante un público de la misma generación, el cantautor fue la figura principal del Festival Buena Vibra.

Apenas se acercó a su teclado, preguntó: “¿Qué te pasa Buenos Aires?” con la entrada de “El Diablo de tu Corazón” para que la estampida de alaridos golpee en su pecho. Manejó al Hipódromo de Palermo a su antojo cuando el predio presentó su momento de mayor convocatoria. Páez buscó ponerle paños fríos al agobiante clima con una lluvia de hits como remedio rápido. “Circo Beat“, “El Amor Después Del Amor” y “11 y 6” fue una parte del recorrido que hizo por su discografía en la noche porteña.

La aprobación y valoración positiva sobre los nuevos artistas hizo que cobre sentido su participación en el festival como imagen principal. “El futuro ya está acá… Me parece excelente. De eso se trata la unidad“, sentenció sobre el cierre de su set de una hora.

Incluso su sonido logró tomar buen camino y envejeció de buena manera. Con estas condiciones dadas, una poderosa versión de “Naturaleza Sangre” electrizó Palermo y se tomó un momento para mencionar que “nunca se cantó esa canción como en esta ciudad” antes de hacer “Polaroid…”.

La remera oscura de Fito Páez tenía la leyenda “BEAT” y sobre ella un saco violeta del mismo tono de su pantalón. Mantuvo esa imagen durante más de la mitad de la presentación, incluso caminando el escenario de costa a costa. Su abrigo voló en “A Rodar Mi Vida” junto con centenares de remeras agitándose en el campo del Hipódromo a pedido del rosarino. “En contra de la policía literaria“, dijo entre risas luego de decir muchaches.

Con la templanza de su experiencia, dirigió a su propia orquesta desde su banco o de pie, con señales y miradas que se convierten en movimientos de cabezas aprobatorias sobre sus músicos, elogiados por el cantautor durante el show.

Se despidió con una “Mariposa Tecknicolor” con tintes emotivos y manos en el aire cuando la entrega ya era total. Se acercó por una última vez al micrófono para dejar un mensaje con esperanza: “Vendrán tiempos mejores. Nos lo merecemos“.

Foto archivo: May Suárez