Once Tiros pisó fuerte en el Teatro Vorterix en un show que combinó la estructura de su último disco con los clásicos de toda su historia. Mucha energía arriba y abajo del escenario para vivir casi dos horas de adrenalina y música a todo volumen.
Casi un año después de su último paso por los escenarios porteños, la banda uruguaya que mantiene viva la llama del ska-punk volvió a Buenos Aires para continuar mostrando Búnker (2016) ante un ferviente público. La gran cantidad de presentes disfrutó a pleno de las 23 canciones que sonaron en la noche y no le dio respiro al piso de Colegiales, marcado a fuego por los Tiros en la casa.
Desde temprano un buen grupo de personas ingresó al recinto para oír a los rosarinos de Patagonia Revelde. Sus admiradores mostraban tatuajes y remeras mientras cantaban a viva voz las estrofas que acompañaron a un rock sumamente prolijo y bien argentino, con la distinción de trompeta y saxo para otorgarles su marca propia.
Con suma puntualidad, a las 21:15 el telón del Teatro se corrió y aparecieron en escena Pablo Silvera para tomar el micrófono, Bruno Andreu y Leonardo Coppola para las guitarras y los coros, Juan Lerena en bajo y Martín Maristán para sentarse en la batería. Sólo un breve saludo con la mano antecedió el comienzo con “A veces” que de entrada dio la oportunidad de lucirse a ambos guitarristas con solos en distintas partes de la canción.
El primer tema del resto del show, con todos los asistentes ya ingresados, fue una demostración de lo que sería toda la noche: “Batalla sin luz” no dejó un rincón de la sala sin mover los pies y sin gritar cada frase. Por ese mismo camino de pasión y pogo continuaron “Lágrima azul” y “Mal de karma”, antes de las primeras palabras que el cantante dirigió a los espectadores comentando que se había dificultado regresar al país pero que “se extrañaba mucho venir”.
En el espacio de tiempo entre “Cada vez más” y “Gente detergente” el vocalista dijo que había sentido un tirón en la espalda que lo había dejado duro, pero no lo pareció en toda la noche ya que desplegó su electricidad durante toda la lista de temas. Tal como venía siendo el recital, continuó en el eje Búnker (2016) – Imán (2011) y entre pantallas que ambientaban la vida diaria en sintonía rítmica con la música se sucedieron “En silencio el fuego”, “El soldado”, “Tiempo y dolor” y “Nos dijimos todo” con la aparición central del saxofonista Paulo Zuloaga.
Si bien Once Tiros se caracteriza por su potencia, también se permite momentos más tranquilos, momentos de tomar aire y de reubicación espacial. Para “antes del cachengue”, tal como dijo Silvera, siempre es bueno recuperar energías y así dos temas especiales pudieron lucirse. “Mirada especial” pasó entre sonrisas y relax con la marca destacada de las pantallas que proyectaban humo de los colores del último CD; mientras que en el momento en el que el cantante se colgaba la guitarra acústica para “Un amor diferente” la gente entonó el cántico MMLPQTP que fue apoyado desde el escenario, e incluso con algún amague a cantarlo por parte de la banda.
Con el objetivo de retomar la curva ascendente de energía y emociones a exteriorizar pasó el clásico “Lo más valioso” que en su versión de estudio cuenta con la participación de Sebastián Teysera –voz de La Vela Puerca-. “Qué sería de mí”, “Tu postura”, “La fragua” e “Injusticia divina” fueron construyendo un hervidero situado en el cruce de las avenidas Lacroze y Álvarez Thomas, por lo que desde la banda aprovecharon este ojo del huracán creado entre bloques para agradecer especialmente a Patagonia Revelde y a los que habían viajado desde Uruguay.
Y si hubo un ojo del huracán fue porque lo más potente aún no había ocurrido. La polenta que caracteriza al ska uruguayo se combinó con influencias punk y rockeras para crear una caldera que se trasladaba desde las tablas hacia el suelo. “Que no decaiga”, “Fear Factory” y “Boombaby” no dejaron corazón sin agitarse, pero ya no había vuelta atrás en la vorágine Once Tiros y “Kamikaze” – “Maldición” fue la dupla que terminó de explotar la bomba que se había creado laboriosamente desde el tema uno. “Ha sido precioso, esperamos volver pronto” soltó el cantante antes del primer acorde de “Aventuras y proezas”, la coronación ideal para la jornada, en la que se sintió temblar el piso del ex Teatro Colegiales.
Aplauso, ovación y beso fue lo último que dejó la noche otoñal en la que se lució en plena Capital Federal una banda oriunda de Uruguay que ha logrado marcar su propio camino lejos de cualquier sombra. Sensaciones similares se percibieron en la banda y en los espectadores, una gran familia que se había vuelto a reunir y lo celebró a toda música. Se despidieron, como toda la noche, saltando y cantando, aunque ya lo que sonaba era la música que ambientaba el lugar.
Fotos: Sofi Vara Fotografía
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