Bueno, a ver –se entusiasmaba Iván Noble en el centro del escenario- levante la mano quien tiene más de 40 años. ¿Y más de 50? Ahora levanten la mano los que tengan menos de 30”. Así le dieron la bienvenida Los Caballeros de la Quema a las nuevas generaciones. ¿Un guiño al futuro de la banda? El recital osciló entre un reencuentro estrictamente nostálgico y la renovación de un proyecto que surgió cuando la sub 30 no había nacido.

Del lado de la renovación, todos los temas envejecieron muy bien. No hay excepciones. Tracks como Pejerrey, Sangrándonos o Carlito suenan frescos gracias a la revisión que obligaron los 15 años de inactividad. Incluso muchas citas específicas de las letras se adaptaron al presente: seguramente las nuevas generaciones hayan descubierto que DGI eran las viejas siglas de “la puta AFIP” durante Celofán, el elegido para abrir la noche.

Otro punto fuerte a favor de la actualidad de la banda fueron los músicos invitados, ubicados en la parte superior del escenario a los costados del “Nene” Javier Cavo. Teclados, percusión y vientos sumaron un componente vital para el desarrollo del show. La sección encabezada por el histórico saxofonista Carlos Arín incluso hizo notar su ausencia en los temas donde no hacían arreglos, sobre todo por la precisión con la que sostenían el sonido del grupo, por momentos más entregado a la euforia que a la ejecución de sus instrumentos.

Del lado de la nostalgia, casi todo lo demás y desde el minuto 0. Antes del primer tema, una armónica instalaba el clima melancólico mientras las pantallas mostraban a los músicos en sus comienzos. Promediando la noche, otra vez el juego de levantar la mano, pero ahora tomando lista de los presentes en shows emblemáticos: Obras, Parque Sarmiento, Cemento, Arpegios. El camino retrospectivo terminó en el Sindicato del Cuero de Morón. “Esta creo que no la tocamos desde esa época, tengan piedad” fue el pie para A sangre fría (junto con Me vuelvo a Morón y No chamuyes, de las viejas que no habían sonado en La Plata 2017, su primer regreso).

Esta sería la parte de los encendedores… o, bueno, ¿los celulares?” anticipaba De mala muerte y planteaba uno de los mayores saltos temporales: ahora la mayoría de los encendedores se quedan en el cacheo del ingreso, el público de rock dejó (un poquito) de ser tomado como un ejército de delincuentes y el 100% de las personas tiene una navaja tecnológica en el bolsillo que incluye luces led.

Cuando se extinguía Oxidado, Noble saludó escueto pero sugestivo: “Han sido criminalmente amables. ¿Quién sabe? Hasta pronto”. La primera apuesta porteña del regreso que ya lleva 2 años intermitentes dejó como saldo una convocatoria que debe haber arañado el sold out en épocas complicadas para las organizaciones de recitales, una adaptación digna de un grupo noventoso a los tiempos actuales y la confirmación de un repertorio variado e imbatible. Cuando terminó Cero mensaje en el contestador, el comentario de actualización no fue por el aparato hoy arcaico sino por Netflix en lugar de HBO. Que la nostalgia sí es negocio será guardado como chiste interno.

Por Pata Marsilla

Fotos de Cristian Sangermano