En Vivo

El Luna Park de tus sueños

El mítico teatro se tiñó de rock jueves por la noche. Invadido por una horda de fanáticos encendidos, Divididos puso en marcha la aplanadora y arrasó a la audiencia con un repertorio hecho a la medida de su historia y su potencia.

Aquella iba a ser una noche distinta. La avenida Alem lucía quizás más abarrotada que de costumbre, Corrientes resultaba algo intransitable por la humedad del suelo y le jugaba una mala pasada a quienes se apuraban para llegar a destino. La lluvia persistente y el calor que desprendían la ciudad y la gente parecían confluir en una especie de humo denso que se concentraba principalmente en la esquina de Bouchard.

El ingreso ligero, las escaleras en zigzag y la vista panorámica lograron dejar atrás el paisaje de vendedores ambulantes que ofrecían remeras, cerveza y comestibles. Unas vueltas de pasillo y, finalmente, la imagen y el impacto: a las 9 de la noche, hora en que se anunciaba el comienzo del show, el Luna estaba completo y no cabía un alfiler.

A las 21.30 todo quedó a oscuras. Desde las gradas el grito no se hizo esperar y en el escenario una luz verde anunció el comienzo de lo que iba a ser una noche de auténtico rock. Catriel se sentó en la batería, Arnedo se colgó el bajo y Mollo salió, armado hasta los dientes, con un repertorio para el infarto.

Eduardo Romero.
Eduardo Romero.

Abajo algo sucedía. Una joven montada en los hombros de alguien más abría los brazos para entonar cada verso, mientras en la cabecera un hombre de unos 50 le decía a su hijo que esa guitarra y ese bajo habían nacido para estar juntos. No importaba la canción, la magia sucedía como si todo aquello fuese natural e incuestionable y lo único realmente necesario era poder estar ahí y sentir.

El paseo por el que condujo Divididos a sus fanáticos fue sublime. Temas como Buscando un ángel, Mantecoso, Elefantes en Europa y Paisano de Hurlingham no hicieron más que enviciar aún más esas cabezas, cuyos movimientos hacia arriba y abajo acentuaban la intensidad, mientras le decían si a una explosión que se hacía desear. Pasando por Sábado, Salgan al sol, Tengo y Hombre en U veían subir el vapor de esos cuerpos descontrolados que pedían más luego de cada canción.

Pero Mollo no es un tipo de guión, por más prolijo y destacado que sea su sonido. A él como a Arnedo se le van las manos y de un ¿Qué tal? pesado y aplastante, surgió una hermosa interpretación de Black Magic Woman del mejor Carlos Santana que se pueda esperar. Emocionante hasta las lágrimas, perfecto hasta el hartazgo y dulce hasta en lo más sutil.

Con Huelga de amores, y a modo de reflexión, el lider dejó el canto y sentenció, tan cierto y real: “Tenemos que nutrirnos del que tenemos al lado, no importa que piense distinto”, palabras que se llevaron la ovación previa a la chacarera de la noche.

Un homenaje a la música nacional y al recientemente fallecido Mariano Mores contribuyeron a llevar más arriba la velada y

Eduardo Romero.
Eduardo Romero.

echaron por tierra la posibilidad de concluir. Faltaba mucho, y todavía quedaba que Arnedo agarrara la armónica para darle fuerte a El burrito. Era digno de un mimo y enseguida se vio envuelto por el grito de “ole, ole, ole, oleee, Dieeego, Dieeegoo” que llegaba desde todos los rincones del estadio.

Pero todavía faltaba lo mejor. Como haciéndole caso a su corazón y al de los miles que se habían congregado para este nuevoencuentro, un simple movimiento dejó entrever los acordes de Crua chan, que terminaron por revolucionar al público ya extasiado de rock.

A saltar con lo mejor de Sumo en un panorama que encontró una maraña de abrazos y una fuerza impresionante para el pogo. Ya se terminaba y, sin embargo, no lo pudieron evitar: Next week llegó como un premio al aguante de tantos años y homenaje a una de las bandas más grandes del rock nacional, acompañado por un temblor que obligó a sumarse al pogo hasta a los que miraban desde las plateas.

Divididos logró, una vez más, aplastar con su música. Y sólo eso es más que suficiente. Los papeles de colores, el decorado del escenario y las luces psicodélicas instaladas para la ocasión, pasaron a segundo plano. “Agarrate porque te llevan puesto”, le dijo una chica a su amigo que veía a la banda por primera vez y se deleitaba con el bajo de un Arnedo en llamas, la batería de un Catriel poseído por la música y las guitarras que iban pasando por un Mollo que se entrega a su arte y sonríe.

Eduardo Romero.
Eduardo Romero.

Otro Luna Park agotado y van. Divididos sigue en esta lógica de llevarse puesto todo lo que encuentra, transformar corazones y dar cátedra de lo que es el auténtico rock. Por si acaso la dosis necesaria para continuar hasta el próximo ansiado encuentro.

Fotos: Archivo RNB: Edu Romero.