Don Lunfardo y el Señor Otario continúa fecha a fecha reconfirmando su mítica esencia del under nacional. En el Teatro Flores hubo tiempo de festejar entre un público siempre activo y un show que no dio más que un único respiro en su intervalo.

La madrugada en el interior de un recinto barrial es el hogar de cada fecha lunfarda, donde la convivencia paralela al mundo exterior encuentra un gran lugar donde sentirse acogida para brindar, disfrutar y compartir. En esta ocasión le tocó el turno al porteño Flores que se puso a punto con grupos de personas provenientes de distintos barrios del conurbano, de la Capital Federal misma y-de manera preponderante- de la ciudad de La Plata que aportó una gran cantidad de micros que se posaron sobre la Avenida Rivadavia.

A poco de cumplirse tres años de su salida como simple navideño, “Tan gil como el destino” dio inicio a la velada con asistentes aun llegando al sector central y un Papá Noel sobre unos hombros para la bienvenida temática. El inicio no tuvo tregua, ya que “Parkavioleta” desató la adrenalina del público para un temblor que se mantendría en “Las bestias”, “Rambo es gay” y “Margynaditos”.

La multiplicidad de variantes sonoras que aporta Don Lunfardo tienen un factor conductor e imprescindible para todo lo que forma y construye a la leyenda: el movimiento constante de los pies en cada tema. “Bocha de cristal”, parte del reciente Siestas en la cima (2018), es una prueba de ello en su variante más disco; un falso comienzo tranquilo de “Misiles con mantequilla” y las reversiones para el vivo de “Solíamos terminar en vuelos” y “Mi amigo el mostrador” hicieron lo propio con su impronta rockera.

Muy buenas noches, esto es Don Lunfardo y el Señor Otario. Muchas gracias a todos, seguimos aceitando el nuevo disco” fueron las primeras palabras pronunciadas desde el escenario a cargo del cantante Luciano “Chino” Angeleri luego de “Coto de caza”. “Cosmonautas” remontaría a una atmósfera particular para disminuir el sin cesar de adrenalina, con el toque oscuro de Paracaidistas en franco retroceso (2009) como huella, y un estribillo cantado a viva voz por el público en cada rincón del Teatro.

Antes del intervalo hubo tiempo para todos los Don Lunfardo con “Fotógrafos del abismo”,Yazco” y “Fuego en las montañas” en un fade out de frenesí. El reinicio contó con la perla con destino de hit “Yugarla” para que los corazones vuelvan a encenderse y se mantengan con “Buenos Aires New York”.

La segunda parte alternó los rocanroles duros, potentes y crudos con temas más bien introspectivos y hasta la milonga de “Siestas en la cima”. Así entre banderas que coparon el lugar, brazos al cielo y pogos impiadosos se alternaron divergencias como “Lunemartomiércole”, “Negros”, “Neblinas”, “Respirar es lo de menos” y el tándem de casi cierre “Paolo Maquerni”-“Pogo”.

Entre aquellos “subibajas” sonoros se colocaron algunos detalles que merecen su propio espacio. El primero fue una canción que “tiene como diecinueve o veinte años”: “El último mate amargo” trajo la nostalgia melancólica del sobrevivircomosepueda que distinguió a nuestro país en la década del ’90 y parece volver a asentarse en tierras Argentinas. El segundo fue la formalidad del Chino de saco y galera, con un pañuelo de vestir extenso y verde en su cuello, para recitar como poeta urbano parte de la letra de “Yeiyeiyeiyiti”, la canción más rocanrolera y barrial de las que están en el último CD.

Para cerrar sonaron “Acupuntura para la mente” y el tema aún más nuevo “El rally del raid en raid”, publicado en YouTube a sólo cuatro meses de presentar la nueva placa y cuya letra estaba impresa en el Rescatate –folleto de presentación especial e irrepetible que entrega la banda antes de cada recital-de esta fecha. La síntesis sobre lo acontecido en la madrugada porteña sería difícil de explicitar por las diversas aristas que aportan estos recitales, pero un buen intento será manifestar la sensación de que Don Lunfardo no decepciona. Tras una nueva fiesta, la banda se prepara para arrancar el año en Mar del Plata el 5 de enero.

Fotos de JV Fotografía