La noche del feriado comenzaba a caer cuando el público de Airbag iba copando poco a poco el Luna Park en búsqueda de una velada que, creían y esperaban, sería distinta a todas. Pasadas las 21 hs., la Orquesta sinfónica de Buenos Aires apareció en el escenario y mientras eran aplaudidos iban buscando su lugar en la imponente puesta que el estadio presentaba para un show tan especial. Pero aún faltaban los protagonistas de la noche. Unos pocos minutos después, Patricio, Guido y Gastón Sardelli se hicieron presentes para dar la bienvenida a su público, y para vibrar junto a ellos lo que se venía.
El show comenzó con la muestra de que la sinfónica y los muchachos audaces que decidieron armar un concierto enteramente sinfónico nada menos que en el Luna Park, se iban a complementar de la mejor manera. Y así fue. El primer tema en sonar fue “Fugitivo”, y la gente, lejos de sentirse extraña ante la participación de la orquesta, interpretó a la perfección que la música y la banda que venían a disfrutar se tenían que ver sentados, para contemplar así el despliegue de cada uno de los que coparon el escenario para dar un show sumamente especial.
“Culpable”, Vivamos el Momento” y “Mentira la verdad” fueron pasando en la lista de canciones que alternaba los éxitos de la banda con piezas clásicas tales como “Adiós Nonino”, y hasta la cortina musical de “Blade Runner” junto a otros soundtracks muy reconocidos fueron parte del increíble conjunto de melodías que el trío de hermanos interpretó en su versión sinfónica durante toda la noche.
El primer contacto directo con los asistentes lo tuvo Patricio, quien agradeció la presencia de todos y contó que la idea del concierto con orquesta la tenían dando vueltas hacía mucho tiempo: “este show lo empezamos a cranear, y lo hicimos en la usina a principios de año. La única verdad es que esto no se puede hacer si ustedes no vienen, gracias por todavía confiar, por todavía creer”, dijo agradecido a sus seguidores de tantos años. La comunión de la banda y su público es algo que se palpita en cada intervención y cada recital reafirma esta relación.
Si algo fue constante durante la noche fue el acompañamiento, a veces de fondo y otras veces dando pie a las guitarras de la banda, de los 45 músicos que junto a ellos lograron una combinación perfecta y supieron manejar de gran manera los climas, porque cuando la intensidad tenía que ir más allá, la música que surgía de la conjunción de los diversos instrumentos inundaba cada rincón del Luna para disfrute del público y de los intérpretes. Esos momentos que tenían a sus guitarras eléctricas al frente, siempre como complemento de sus voces y la melodía de fondo eran destacados, a los Sardelli se los nota cada vez más consolidados luego de un gran año para la banda, y cada uno tuvo su momento de centro de escena, ya que ellos resaltan cada vez que el show lo demanda.
Mientras el recital iba transcurriendo, cerca de nuestra ubicación había un nene de no más de 10 años que vivía el concierto con un nivel de emoción que hacía sonreír a todos los que estaban cerca. Sus padres lo dejaban ser, mientras exclamaba que él escuchaba a Airbag siempre en la radio y que no podía creer estar ahí, y también se enorgullecía de su desbordamiento y le decía a la gente que no le importaba que lo miraran raro. El poder de la música, y la casualidad de que él estuviera cumpliendo su sueño mientras sus ídolos lo hacían también, ese nivel de emoción lograba cada melodía que sonaba en el concierto Sinfónico Ultra, con ese desafío de hacer escuchar a Beethoven, a Mozart y hasta el Ave María a pibes que quizás nunca los habían oído. Pero Airbag logró combinar sus temas con esas piezas para disfrute propio y ajeno, porque la gran ejecución y conjunción de todos los elementos le daban al todo un toque distintivo. Los hermanos se estaban dando un gusto personal y cumpliendo un objetivo, y se notaba en cada acorde y en cada gesto de disfrute que tenían en cada canción que la gente acompañaba fielmente.
En escena luego apareció un piano que en el borde de la pasarela fue el ingrediente que le faltaba a la noche, y tanto Pato como Guido fueron rotando mostrando sus dotes de músicos, y los temas que siguieron fueron con una intro de piano que iba siendo escoltada por cada instrumento para formar una melodía que tenía mucha potencia y llenaba cada espacio del estadio.
Las canciones fueron sucediendo con algo en común: no había apuro, cada uno de los temas tenía su tiempo y en todos se apostó por la versión mas larga, la que permitiera explotar al máximo los recursos musicales. Pato, Guido y Gastón estaban ofreciendo un gran espectáculo, haciéndose cargo de gran manera de ese “experimento” de mezclar rock con algo clásico, algo que quien haya estado aquella noche puede afirmar que se logró con creces.
Cuando Gastón, el mayor de los tres, tuvo que pasar al frente para cantar el tema que lo tiene en voz la emoción lo embargó, y así lo transmitió: “es muy emocionante que estén todos acá, ahora les pido que canten conmigo”, y mientras lo interpretaba, a su vez luchaba con que esa emoción lo dejara terminar su misión. Y lo hizo. Y luego se ganó una gran ovación de todos, desde arriba del escenario inclusive, coronando así un gran momento de la noche.
Sonó “Cae el sol”, una canción de las más celebradas, que tuvo una versión acorde e hizo estallar al estadio. Base de piano y batería, que poco a poco fue in crescendo y puso a todos a cantar con fuerza cada estrofa. Las canciones, cada una con su impronta, iban sucediéndose y la noche avanzando, y así en un pequeño descanso Patricio se hizo cargo de la escena y con un largo solo de guitarra -que terminó con él tocando las cuerdas con sus dientes- manejó las energías de la gente y los hizo vitorear cada vez que su guitarra descansaba. Pero de repente el ambiente cambió, el sonido era conocido por todos, Pato empezó a dibujar con su guitarra la intro del himno nacional, y puso a todo el Luna Park de pie y a la Orquesta en primer plano, logrando una muy linda versión que colmó de emoción, mientras las luces dibujaban halos de luz celestes y blancos. Luego, siguiendo con lo preparado para el show aparecieron en el escenario Guido y Gastón para sumarse y entonar “Navidad” como claro guiño a la época del año.
Algo para destacar de los chicos fue que se tomaron el tiempo de agradecer uno por uno a los músicos que acompañaban, gran gesto que les regaló un merecido reconocimiento a esos grandes talentos que les permitieron cumplir esa “locura” a esta banda que busca siempre nuevos desafíos, y eso es siempre algo para reconocer.
El final ya se sentía, pero antes hubo tiempo para el canto espontáneo de cumpleaños del público a Guido que hizo sonreír a la segunda voz del grupo, y como preludio sonaron también “La sinfonía de Beethoven” y “Musique Royale”, ambas con gran aceptación, con un despliegue imponente de luces y de cada uno de los que estaban en escena. Luego llegó el anuncio de la despedida del año para la banda junto con el saludo final: “agradecemos de corazón a todos los que hicieron esto posible, a la sinfónica, a ustedes por confiar y venir, tenemos el mejor público del planeta y los que quieren venir a la Trastienda, vamos a estar tocando el 27 de diciembre para festejar el fin de año, a quienes no vengan les deseamos un feliz año, tenemos que estar más unidos, porque otras cosas nos unen no sólo la música. Esto para mi es año nuevo, es mi regalo. Gracias por llenar el Luna Park” cerró totalmente agradecido y movilizado Patricio Sardelli, dando muestra de que había llegado el final de una noche única.
Pero había tiempo para un último sonido, la canción que mejor describía lo que estaba sucediendo en ese Luna Park colmado que celebraba a la música en su máxima expresión: el “Hímno a la alegría” apareció y la orquesta se lució. Airbag comenzaba a despedirse y cada uno de los hermanos estaba extasiado de ver lo que habían logrado, un estadio completo vibrando ante la música clásica, muestra clara de que el trío ha recorrido un largo y gran camino, y que el desafío que se habían impuesto no les había quedado para nada grande. Papelitos, explosiones, Patricio revoleando su guitarra de un lado al otro, Gastón saludando efusivamente lleno de emoción y Guido recorriendo de punta a punta cada metro del escenario se despidieron de su gente y se regalaron a sí mismos ese recital, tocando junto con la orquesta lo que deseaban mostrar más allá de sus reconocidos temas. Porque en la noche de Buenos Aires se había cumplido un sueño. Y cada uno de los que presenciaron el concierto se fueron llenos de música, como ese nene en la platea que los escuchaba en la radio y los acababa de ver en vivo, él se iba con la alegría de saber que su sueño acababa de ser cumplido, como el de sus ídolos sobre el escenario durante toda esa noche que sería sin dudas inolvidable.
Fotos gentileza Mono Gómez
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