Cuando Ariel tenía siete años, su papá le regaló “Literatura de la pelota”, un magnífico texto de Roberto Santoro que lo marcó profundamente en su posterior evolución como periodista, como escritor, como investigador y, desde luego, como hincha. Creo que fue la lectura de ese trabajo genial la que lo llevó a bucear, a través de los años, en las obras de Adolfo Bioy Casares, de Leopoldo Marechal, de Macedonio Fernández, de Roberto Arlt, de Juan Jose Saer, de Eduardo Pavlovsky, de Eduardo Galeano, de Julio Cortázar, de Oliverio Girondo, por supuesto que en los textos de Roberto Fontanarrosa y de Osvaldo Soriano, más adelante en los de Eduardo Sacheri, y hasta en los de Jorge Luis Borges, así como en sus biografías e historias personales, para encontrar la conjunción de ambas cosas y ver qué hallaron esos nombres ilustres al crear y vivir la literatura y experimentar -o no, si volvemos al caso de Borges, sobre todo- una atracción por el deporte.
Seguro es que por eso me gustó pero, a la vez, me resultó lógico que en “Deportivo Saer”, el nuevo libro de Ariel, Bioy Casares y Borges aparezcan junto con Diego Maradona en un cuento. O que, en otros, Roberto Arlt quede asociado a una desempeño de la Selección Argentina en el presente, los personajes del atrapante Saer describan la manera de moverse en la cancha de un equipo y una señora descubra al deporte por el camino de las palabras de Pavlovsky. O que Macedonio tenga su espacio y que Fontanarrosa, Soriano, Galeano, Sacheri, Santoro y otros escritores que Ariel y yo compartimos broten en los cuentos de estas páginas.
Ariel me explicaba, cuando era niño, con argumentos contundentes y claros, que en cada jugada de cualquier deporte debe existir una armonía, al igual que en una orquesta, para que todo se conjugue con todo y que, si esto ocurre, no importa quién gane y quién pierda: el espectáculo de un perfecto partido es casi incomparable.
Como madre, seguir la trayectoria de mi hijo me introdujo en un campo que me era ajeno y me llevó a experimentar emociones desconocidas, cuando en largas conversaciones con él pude comprender cuánto y hasta dónde el deporte impacta en la gente y cuánto es necesario acercarse a esa verdadera pasión que ha llevado a genios de la literatura a participar de hecho o como simples espectadores, a compartir y a admirar la estética, la coordinación , la belleza y la plasticidad de vibrantes partidos de fútbol, de tenis, de básquetbol, de otras actividades.
No es el primer libro sobre el tema que escribe Ariel (“Contar el juego”, por ejemplo, es una colección de biografías deportivas de escritores) ni su primer libro de cuentos (están “Wing Izquierdo, El Enamorado” y “Fútbol en el Bar de los Sábados”), pero veo en “Deportivo Saer” una especie de realismo -por momentos hasta mágico, si se permite el uso de esa categoría-, que entre fantasía y realidad traslada al lector a un mundo fascinante, un mundo de sueños basados en historias y en sucesos protagonizados por personajes que son o fueron reales o virtuales, desde la literatura o desde el deporte, pero siempre a través de un conocimiento profundo de las obras de los autores citados, así como también de los que desde la acción deportiva lograron deslumbrantes actuaciones.
“Deportivo Saer” constituye, a mi juicio, un notable aprendizaje, una guía orientadora en el intrincado universo que une a la literatura con el deporte para todos aquellos lectores que nunca se han acercado a esta temática. Y también para lo que ya lo hicieron y se dieron cuenta de que vale la pena aproximarse aún más.
Con los ojos abiertos y con los sentidos atentos, encuentro en estos cuentos alucinantes una fuente de disfrute y de conocimiento. Y todo impregnado, claro está, de un entrañable sentimiento de amor, de admiración y de inocultable orgullo.
Por Tamara Bursuck de Scher*
Madre del autor, Ariel Scher
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