Ball

Un argentino en New York

Hace casi 15 años exactos se estrenó en Argentina la película que le pone el título a esta nota. Protagonizada por el gran Guillermo Francella, narraba la historia de un padre que iba en busca de su hija, la cual se había quedado a vivir en La Gran Manzana. El destino  del tipo chocaba con una ciudad vertiginosa, sin descanso, llena de luces, avenidas famosas en largometrajes y un cambio brusco con respecto a su antiguo ritmo de vida. Aquella historia se podría trasladar sin problemas a agosto del año pasado, cuando con 35 años un cordobés llegó a la ciudad de los teatros en Broadway para quedarse a vivir, al menos por un año.

Pablo Prigioni arribó con una gran experiencia en el básquet internacional, logros con la Selección Argentina pero con la enorme responsabilidad de ser el jugador de mayor edad en debutar en la NBA. El Madison Square Garden, hogar de los New York Knicks, lo acogió para empezar una travesía de la cual pocos sabían como podía llegar a terminar. Encajado como un jugador de rol y ubicado como tercer base en un plantel que adquiría a otro veterano de mil batallas y uno de los mejores en su puesto que dio la liga, Jason Kidd, y Raymond Felton, pensar en un Prigioni de muchos minutos era cuasi utópico.

Sin embargo, con el correr de los partidos, el técnico Mike Woodson se fue dando cuenta que sin tener números superlativos en las planillas finales, el hombre de 1,91 m hacía mejor a sus compañeros y abultaba sus estadísticas, no las propias. Por este motivo cada vez fueron más los minutos en los que Prigioni pisaba los parquets de Estados Unidos. Sin pensarlo, como quien no quiere la cosa, los últimos partidos de la temporada regular lo tomó jugando de titular y haciéndose pieza importante en el andamiaje de un equipo comandado por una estrella como Carmelo Anthony. Y no solo eso, sino que con él como base principal los Knicks tuvieron un sprint final de 16 triunfos - 13 de ellos consecutivos - en 18 partidos.

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En la postemporada, el base cordobés además de seguir demostrando que es totalmente necesario en un equipo con pocos jugadores cerebrales, aumentó sus estadísticas. Agregó a su inmensa inteligencia dentro de la cancha, tiros de tres puntos, alguna que otra penetración, un poco de rebotes y su gran repertorio defensivo - cinco robos en el tercer juego contra Boston, una marca que un jugador de New York no tenía en playoffs desde el 2000 - para ser todavía más importante de lo que ya era.

Y ayer por la noche, cuando el último cuarto daba sus primeros pasos, el Madison Square Garden, mítico, gigante como lo es un lugar donde se escribió la historia grande del deporte, lo premió como casi nunca premia a nadie. "Pablo, Pablo, Pablo" fue el grito unánime, la canción que sus oídos no olvidaran jamás, la ovación de las casi 20 mil instaladas allí. "Fue algo increible. Me puso muy feliz", dijo Prigioni con la humildad de los grandes. Pero la ovación tiene una razón aparte de su tremendo rendimiento en esta postemporada. Es que hubo un partido importantísimo porque la derrota del domingo como locales no les permitía caer otra vez a los Knicks, ya que así casi que sentenciaban su eliminación frente a Indiana Pacers en las semis del Este.

El primer cuarto fue para los de azul. Con un Raymond Felton perfecto de campo con 9 pts y Carmelo con 8, más una buena defensa ante Indiana que repercutió en 7 pérdidas que terminaron todas en puntos, hizo que New York se llevara una ventaja de 9 sobre los visitantes. Pero en el segundo cuarto, JR Smith y Melo combinaron malos tiros, apurados, sin pensarlos, como en el último juego, y terminaron con 2 de 10 intentos. Encima chocaron repetidamente con la muralla que tiene Indiana en la pintura, Roy Hibbert. La defensa empezó a tener baches y Paul George se anotó con 8 unidades en el cuarto para dejar a su equipo a solo cinco. Por casualidad, o no, fue el cuarto en el que Prigioni no vio acción por tener dos faltas.

Tras el descanso el partido siguió como había finalizado la primera mitad. Indiana presionó y endureció su marca, Hibbert fue un cerrojo en la pintura, marcando como tiene que marcar un tipo de 2 metros y 19 centimentros, brazos bien altos para hacer que las penetraciones choquen con ellos casi sin necesitar bloquear y hacer falta. Por el lado de New York, Smith tenía pocas cosas de un sexto hombre y muchas de un nene caprichoso. Cuando se le cierra el aro, su juego pasa a ser perjudicial para su equipo. Entonces llegó un triple de Lance Stephenson para poner arriba a Indiana por primera vez en todo el partido. Aunque no duró más que un minuto. El técnico Frank Vogel sacó a Hibbert y en ese lapso, Carmelo aprovechó para entrar a una zona prohibida hasta ese momento. Nuevamente la ventaja era para los Knicks por seis.

El último cuarto arrancó. Pero el que nunca pudo arrancar fue Indiana. En seis minutos de juego, el base argentino anotó 5 puntos, tomó 3 rebotes, metió un tapón y repartió 2 asistencias, una un alleyoop hermoso a Tyson Chandler. Fue el factor que fulminó todo tipo de ilusiones en Indiana. Eso, más un Anthony que se encendió (finalizó con 32 pts) hicieron que New York liquide el encuentro con un parcial de 20 - 0 y una ventaja de 26 a falta de un poco más de cinco minutos. En el medio de esa vorágine, llegó el grito histórico del Madison para Prigioni. Doce minutos pasaron hasta que los Pacers metieron un tiro de campo. Claro que ya era tarde. Mike Woodson sacó a sus titulares y dejó un ratito más al argentino para disfrutar un momento inolvidable, un estadio al que le hervía la sangre cada vez que el base tomaba la pelota. Suficiente tiempo para un triple y una asistencia más. Faltando 1:24, el cordobés salió por Iman Shumpert (también de buen partido, con una volcada hermosa) y recibió nuevamente el cariño del público. El resultado final fue 105 a 79,  una paliza que puede hacer ilusionar a muchos, aunque nunca se sabe con un equipo tan ciclotímico como New York.

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Los números finales dirán que Pablo Prigioni terminó con 10 puntos, 4 rebotes y 4 asistencias. Las historias contarán otra cosa. Contarán que un 7 de mayo del 2013, un argentino en New York fue espectacularmente ovacionado nada más ni nada menos que en el Madison Square Garden.

Hace casi 15 años exactos se estrenó en Argentina la película que le pone el título a esta nota. Protagonizada por el gran Guillermo Francella, narraba la historia de un padre que iba en busca de su hija, la cual se había quedado a vivir en La Gran Manzana. El destino  del tipo chocaba con una ciudad vertiginosa, sin descanso, llena de luces, avenidas famosas en largometrajes y un cambio brusco con respecto a su antiguo ritmo de vida. Aquella historia se podría trasladar sin problemas a agosto del año pasado, cuando con 35 años un cordobés llegó a la ciudad de los teatros en Broadway para quedarse a vivir, al menos por un año.

Pablo Prigioni arribó con una gran experiencia en el básquet internacional, logros con la Selección Argentina pero con la enorme responsabilidad de ser el jugador de mayor edad en debutar en la NBA. El Madison Square Garden, hogar de los New York Knicks, lo acogió para empezar una travesía de la cual pocos sabían como podía llegar a terminar. Encajado como un jugador de rol y ubicado como tercer base en un plantel que adquiría a otro veterano de mil batallas y uno de los mejores en su puesto que dio la liga, Jason Kidd, y Raymond Felton, pensar en un Prigioni de muchos minutos era cuasi utópico.

Sin embargo, con el correr de los partidos, el técnico Mike Woodson se fue dando cuenta que sin tener números superlativos en las planillas finales, el hombre de 1,91 m hacía mejor a sus compañeros y abultaba sus estadísticas, no las propias. Por este motivo cada vez fueron más los minutos en los que Prigioni pisaba los parquets de Estados Unidos. Sin pensarlo, como quien no quiere la cosa, los últimos partidos de la temporada regular lo tomó jugando de titular y haciéndose pieza importante en el andamiaje de un equipo comandado por una estrella como Carmelo Anthony. Y no solo eso, sino que con él como base principal los Knicks tuvieron un sprint final de 16 triunfos – 13 de ellos consecutivos – en 18 partidos.

En la postemporada, el base cordobés además de seguir demostrando que es totalmente necesario en un equipo con pocos jugadores cerebrales, aumentó sus estadísticas. Agregó a su inmensa inteligencia dentro de la cancha, tiros de tres puntos, alguna que otra penetración, un poco de rebotes y su gran repertorio defensivo – cinco robos en el tercer juego contra Boston, una marca que un jugador de New York no tenía en playoffs desde el 2000 – para ser todavía más importante de lo que ya era.

Y ayer por la noche, cuando el último cuarto daba sus primeros pasos, el Madison Square Garden, mítico, gigante como lo es un lugar donde se escribió la historia grande del deporte, lo premió como casi nunca premia a nadie. “Pablo, Pablo, Pablo” fue el grito unánime, la canción que sus oídos no olvidaran jamás, la ovación de las casi 20 mil instaladas allí. “Fue algo increible. Me puso muy feliz”, dijo Prigioni con la humildad de los grandes. Pero la ovación tiene una razón aparte de su tremendo rendimiento en esta postemporada. Es que hubo un partido importantísimo porque la derrota del domingo como locales no les permitía caer otra vez a los Knicks, ya que así casi que sentenciaban su eliminación frente a Indiana Pacers en las semis del Este.

El primer cuarto fue para los de azul. Con un Raymond Felton perfecto de campo con 9 pts y Carmelo con 8, más una buena defensa ante Indiana que repercutió en 7 pérdidas que terminaron todas en puntos, hizo que New York se llevara una ventaja de 9 sobre los visitantes. Pero en el segundo cuarto, JR Smith y Melo combinaron malos tiros, apurados, sin pensarlos, como en el último juego, y terminaron con 2 de 10 intentos. Encima chocaron repetidamente con la muralla que tiene Indiana en la pintura, Roy Hibbert. La defensa empezó a tener baches y Paul George se anotó con 8 unidades en el cuarto para dejar a su equipo a solo cinco. Por casualidad, o no, fue el cuarto en el que Prigioni no vio acción por tener dos faltas.

Tras el descanso el partido siguió como había finalizado la primera mitad. Indiana presionó y endureció su marca, Hibbert fue un cerrojo en la pintura, marcando como tiene que marcar un tipo de 2 metros y 19 centimentros, brazos bien altos para hacer que las penetraciones choquen con ellos casi sin necesitar bloquear y hacer falta. Por el lado de New York, Smith tenía pocas cosas de un sexto hombre y muchas de un nene caprichoso. Cuando se le cierra el aro, su juego pasa a ser perjudicial para su equipo. Entonces llegó un triple de Lance Stephenson para poner arriba a Indiana por primera vez en todo el partido. Aunque no duró más que un minuto. El técnico Frank Vogel sacó a Hibbert y en ese lapso, Carmelo aprovechó para entrar a una zona prohibida hasta ese momento. Nuevamente la ventaja era para los Knicks por seis.

El último cuarto arrancó. Pero el que nunca pudo arrancar fue Indiana. En seis minutos de juego, el base argentino anotó 5 puntos, tomó 3 rebotes, metió un tapón y repartió 2 asistencias, una un alleyoop hermoso a Tyson Chandler. Fue el factor que fulminó todo tipo de ilusiones en Indiana. Eso, más un Anthony que se encendió (finalizó con 32 pts) hicieron que New York liquide el encuentro con un parcial de 20 – 0 y una ventaja de 26 a falta de un poco más de cinco minutos. En el medio de esa vorágine, llegó el grito histórico del Madison para Prigioni. Doce minutos pasaron hasta que los Pacers metieron un tiro de campo. Claro que ya era tarde. Mike Woodson sacó a sus titulares y dejó un ratito más al argentino para disfrutar un momento inolvidable, un estadio al que le hervía la sangre cada vez que el base tomaba la pelota. Suficiente tiempo para un triple y una asistencia más. Faltando 1:24, el cordobés salió por Iman Shumpert (también de buen partido, con una volcada hermosa) y recibió nuevamente el cariño del público. El resultado final fue 105 a 79,  una paliza que puede hacer ilusionar a muchos, aunque nunca se sabe con un equipo tan ciclotímico como New York.

Los números finales dirán que Pablo Prigioni terminó con 10 puntos, 4 rebotes y 4 asistencias. Las historias contarán otra cosa. Contarán que un 7 de mayo del 2013, un argentino en New York fue espectacularmente ovacionado nada más ni nada menos que en el Madison Square Garden.