La tribuna visitante del José Amalfitani ayer lució rara. Los hinchas de Boca Juniors eran los encargados de ocuparla y, se sabe, Boca es el club con más hinchas del país y encima va puntero. Dos mil almas, sin banderas, sin telones, sin bombos, sin cabecillas. Una foto extraña, la consecuencia de que la justicia actuó (¡fantástico!). Ahora, ¿se tapó el sol con la mano?
Para empezar, como pasa bastante, los precios de los disturbios también le fueron cobrados también a quienes no estuvieron involucrados en ellos. Hubo muchos hinchas de Boca, ajenos a la barra, que de no haber existido el conflicto de la semana anterior en la Bombonera ayer hubiesen estado alentando a su equipo. En principio, y visto y considerando que pocas veces se actúa en serio ante estos desmanes, la medida no era mala: afuera los que acostumbran a hacer las cosas al revés, una especie de “aviso” previniendo comportamientos posteriores. Como se dijo, quedó gente afuera que no tenía nada que ver, pero no es un mal comienzo para este tema tan delicado.
Lo que cualquier hincha se pregunta es: ¿se puso un parche o se empezó una lucha? Conociendo las dimensiones del asunto, parece difícil que de una vez los organismos de seguridad se propongan empezar a erradicar a los barras bravas, o al menos a reducir drásticamente su poder de decisión, influencia y hasta destrucción. Lo más seguro es que tanto Mauro Martín, Rafael Di Zeo y el resto de compañeros de cualquier línea de ambos bandos, vuelvan al estadio cuando los conflictos del domingo 27 queden en el olvido.
Entablar un plan de desenmascaramiento y restricciones a los barras bravas es meterse con mucha gente de poder. Aunque nadie lo reconozca en público, los barras son lo que son porque tienen dirigentes, políticos, policías, punteros y hasta cholulos que se sacan fotos con ellos que avalan, legitiman y les permiten ser lo que hoy son. En limpio: luchar contra ellos, significa blanquear los arreglos que tienen con todos. Convenios, negocios, dinero, droga, espacios de lujo, viajes, entradas. ¡Qué cóctel!
Esto no es casualidad ni miedo, los agentes mencionados los tienen cerca porque sacan tanto rédito como ellos de este contrato. El círculo entre barras bravas y compañía es una red de relaciones y favores mútuos donde todos colaboran con todos y ninguno está interesado en cortarlo. El asunto es cuando gente ajena a esta contienda se ve perjudicada por la misma. Pasa siempre. Por ejemplo, las entradas que los clubes le regalan a un barra y se la niegan al socio que hizo la cola. Algo que no por injusto deja de ser menor para este entramado. Pero cuando se utiliza la violencia o los perjuicios quedan tan desnudos como en la despoblada tribuna de la cancha de Vélez, los otros ponen el grito en el cielo y con mucha razón.
Mientras, en la realidad que todos ven, los mencionados Martín y Di Zeo no pudieron asistir a hacer negocios alentar a la tribuna que, según ellos, es suya. Ambos están dispuestos a volver a la misma en dos semanas, cuando Boca enfrente a su único escolta Racing. Ahí de verdad se sabrá si la luz que asomó desde los organismos de seguridad en evitar su entrada al Amalfitani es el comienzo del fin del cáncer del fútbol, o es tan solo un pedazo de rayo de sol que se escabuyó de esa mano que lo intentó tapar este fin de semana.
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