Los barras bravas volvieron a suspender una vez más un partido de fútbol. Dos bombas de estruendo lanzadas por diez o quince tipos fueron mucho para un operativo policial ampliamente más numeroso. Negligencia, infortunio, connivencia, como sea, la jugada les salió perfecta.
Hace tiempo que varios barras bravas pinchas no pueden ir a ver los partidos por la buena predisposición de los dirigentes a que se les aplique el derecho admisión. Calientes por ello y con sed de venganza, un pequeño grupo lanzó dos peligrosas bombas de estruendo que explotaron cerca de Lucchetti y el partido no se jugó más. Verón y varios compañeros salieron a enfrentarlos, insultarlos y calmarlos, pero no hubo vuelta atrás. De todos modos, no hay que dejar de destacar esta actitud, excelente y plausible para de una vez por todas empezar a combatir a una de las tantas manchas de nuestro fútbol.
Es cierto que no cualquiera puede salir a hacerle frente a este grupo, que se necesita un tipo con la espalda de Verón para hacerlo, pero si no se empieza intentar, no terminará nunca. Fueron solo unos pocos, a los que no da para tildarlos de violentos porque no es la intención estigmatizar a nadie, pero no dejan de ser un grupo de tarados mentales como los hay en todas las hinchadas. Como en Estudiantes no se les da lo que piden, tienen reacciones como estas.
En el Pincha siguen una línea clara y digna de ser imitada: el presidente Lombardi aseguró que “continuará su lucha contra la violencia y seguirá aplicando el derecho de admisión”. Todo el resto del estadio ovacionó la reacción de Verón y sus compañeros y reprobó el accionar de quienes causaron los desmanes. Además, la “Bruja” manifestó que “ningún jugador está vinculado a ninguna facción desde hace mucho”.
Lo que es difícil de entender es para qué se paga un operativo policial, si los hinchas terminan pasando lo que quieren. Qué seguridad puede garantizar la Policía una vez iniciados los problemas, si ni siquiera puede prevenirlos conociendo la historia. Por descuidos o por complicidad, estas cosas siguen pasando, y quienes pagan los platos rotos son los clubes y el resto de los hinchas. Además, ¿cuántos policías se necesitan para frenar a un par de hinchas revoltosos? ¿Hay devolución de dinero por ineficiencia en su trabajo de seguridad? Siempre surgen las mismas preguntas, y siempre queda la misma carencia de respuestas.
Lo cierto es que este grupo volvió a ganar, pero hoy quedaron más expuestos e indefensos que en otras ocasiones. Los organismos de seguridad deberán dar explicaciones de por qué ingresaron esas bombas y por qué siendo tantos les cuesta controlar a tan pocos. De todos modos, cierto también es que hubo muestras de que al menos en Estudiantes se los está intentando enfrentar. No es un mal principio para tanto tiempo de silencio cómplice.
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