43 hombres fueron los privilegiados en levantar la Copa del Mundo con la camiseta de la Selección argentina entre 1978 y 1986. Pero el total de personas nacidas en suelo criollo que consiguieron el máximo palmar futbolístico fue de 48. Los otros cinco lo lograron bajo la bandera de Italia: Luis Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita, Atilio Demaria y Mauro Camoranesi. Los primeros cuatro mencionados fueron campeones en 1934 bajo la amenaza de muerte de Benito Mussolini en un plantel con varios oriundis.
“Toda persona que tenga descendencia familiar italiana y resida en el país europeo es, históricamente, llamado oriundi”, explica Oscar Barnade, periodista e historiador. No importa el rubro o la actividad que realice, el término es usado hace largas décadas. Incluso en la dictadura fascista de Mussolini existió una ley para impulsar la llegada de extranjeros con familiares nacidos en Italia. Más allá de su creación para fines bélicos, el cuarteto de jugadores la aprovecharon para desembarcar en el Viejo Continente.
Si bien Julio Libonatti hizo historia en 1925 al ser el primer argentino contratado por un club de Europa, no llegó a la gloria máxima en un Mundial como lo lograron Monti, Orsi, Guaita y Demaria. Un factor clave para la exportación de jugadores locales a Italia fue la llegada del profesionalismo de su fútbol, que ocurrió en 1925, seis años antes que en Argentina. El amateurismo sudamericano también facilitaba los traspasos, ya que los equipos internacionales negociaban directamente con los futbolistas. Pese a esto, el club debía enviar el pase al exterior porque la AFA formaba parte del convenio de transferencia que manejaba FIFA, de reglas poco claras en esa época.
Luis Monti es el más recordado de los oriundis por su talento dentro de la cancha y por las desdichas que soportó fuera de ella. Fue el único jugador que participó de dos finales de Mundial con dos camisetas diferentes: jugó para Argentina en Uruguay 1930 y para Italia en Italia 1934, ambas bajo amenaza de muerte. La primera mencionada la recibió horas antes del partido clave y le advirtieron que si ganaban, su madre y su hermana iban a morir. El rendimiento fue paupérrimo, claramente afectado por el apriete. “No debería haber jugado ese partido”, recordó tiempo después “Pancho” Varallo sobre la actuación de Monti en la final. Pero, como reza la vieja frase, el fútbol da revancha.
Cuatro años después, “El Ancho” pudo levantar la Copa del Mundo con la azzurra pero con el miedo en sus espaldas, una vez más. Esta vez fue el mismísimo Mussolini quien amenazó no solo a él, sino a todo el plantel en el vestuario de Italia. El Mundial era una ocasión ideal para demostrar el dominio del fascismo y por eso también su buscó la nacionalización de los cuatro argentinos. Monti fue un destacado defensor que marcó una época en una Juventus (1931-1939) histórica que consiguió cinco Scudetto seguidos.
La falta de reglas por parte de la FIFA, también le permitió a Atilio Demaria representar a dos países en dos ediciones del Mundial de Fútbol. La coronación llegó en 1934 aunque jugó para Argentina en el primer certamen, disputado en Uruguay. Lo que lo diferencia a Monti es que no jugó la final contra Checoslovaquia, finalizada en 2 a 1. El bonaerense llegó a tierras europeas en 1931, para jugar en Inter de Milán, y consiguió dos títulos en sus cinco años de estadía. Enrique Guaita fue parte del once inicial que coronó por primera vez a Italia. El “Corsario negro” le dio el pasaje al partido final con la anotación del 1 a 0 ante Austria en Semifinales con un polémico arbitraje a favor de los locales, lo que
fue bastante repetitivo en la segunda edición del torneo. Pasó por Roma y fue el goleador de la temporada 1934/35, meses después del título con la azzurra.
El 10 de junio de 1934 Raimundo Orsi fue el salvavidas del plantel italiano. Faltaban solo nueve minutos para que finalice el partido y estaban abajo por un gol cuando el nacido en Argentina remató de zurda en la puerta del área y empató en uno. Años después, Orsi contó la intimidad del festejo: “Quieto, Luis, no me pegues más que no soy un rival. ¡Dejá de darme patadas!”, le pedía a Monti mientras que él le respondió: “Es que nos salvaste la vida”. El equipo no desconfiaba en lo más mínimo en la amenaza que lanzó Mussolini minutos antes del partido. “Mumo” llegó a Italia en 1928, jugó para la Juventus durante siete años y los registros de la época lo describían como un jugador con movimientos finos para gambetear y correr las bandas.
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