Todas las fechas, todos los clubes, y a todos los jueces. No hay fin de semana que los árbitros no estén en el ojo de la tormenta por errores que, para muchos, son adrede. Si bien polémicas hay en varios partidos, los relacionados con el descenso, que siempre tiene a unos cuantos en la pelea, son los más discutidos. Pompei y especialmente Loustau, los apuntados de la fecha.
“Siempre contra nosotros”; “nos están mandando a la B”; “ya hay un campeón por decreto”; “aquel es hincha de tal”, son algunas de las tantas frases que se escuchan antes y después de los partidos, en alusión al árbitro que dirigirá o dirigió el encuentro. En todos los clubes hay hinchas seguros de que los réferis y la AFA conspiran en su contra, esperando la debacle propia y el éxito de los demás. ¿Y si aflojamos un poco esta locura?
Es cierto que el fútbol argentino no es la mejor muestra de transparencia: sobran los antecedentes de partidos y jueces comprados, sorteos insólitos, campeones, descensos y ascensos por decreto. El torneo doméstico es una caldo que sólo cultiva desconfianza, y sin embargo, muchísimos están seguros de que el mundo del fútbol quiere lo peor para ellos.
La tecnología del siglo XXI es una gran arma para recolectar la evidencia de un error tras otro. ¿Les pasa a todos o sólo a algunos? ¿Es sin querer o a propósito? Lo normal, con muy pocas excepciones, es creer que a uno lo perjudican intencional y constantemente. El dramatismo con que se vive el descenso no ayuda: participan muchos equipos y por ende hay varias posibilidades para el enojo. Encima, el error que no perjudica a alguien en el partido propio, lo puede hacer en un encuentro de un rival directo.
En este torneo, Miadosqui, el Presidente de San Martín de San Juan, ya aseguró más de una vez que a su equipo lo están “mandando a la B”. Lo retrucó después del extraño penal que Loustau cobró para el 2-1 de Rafaela, y que le valdrá dirigir la próxima jornada en el Nacional B. Otro que seguirá sus pasos es Juan Pablo Pompei, que se pudrió de que el Tata Martino le reclamara todo y lo empujó enfurecido.
Cuando San Lorenzo estuvo por descender, circuló un video mostrando que a Tigre, un rival directo, lo beneficiaban los árbitros. Racing tenía que ser campeón porque Kirchner era de la Academia; Gimnasia no podía descender nunca porque Ofelia Wilhelm, la madre de Cristina, es tan Tripera como lo fue Favaloro. Ni hablar de Quilmes, quien no iba bajar porque Aníbal Fernández es mano derecha del kirchnerismo. Y ahora que el Rojo levantó, para la opinión pública no hay dudas de que Grondona, ex pope del Diablo, movió las piezas para evitar su posible descenso.
El fútbol argentino es una máquina de cosechar llorones, y esto se ve agravado por un flojísimo presente arbitral, un exitismo potenciado hasta la médula y cámaras lentas que engañan a todos. Encima, tantos antecedentes de arreglos no hacen más que multiplicar las especulaciones. Sin árbitros no hay fútbol, y ya que los necesitamos, colaboremos: hinchas, periodistas, pero sobre todo jugadores y técnicos, basta de protestar todo, dejen trabajar, como los dejan a ustedes. Si ayudamos, esto se mejora solo.
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