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Y siguió: “Tuvimos que haber sido más audaces en Paraguay”, desnudando algún tipo de desacuerdo con el planteo establecido por Diego Cocca, aunque estuvo lejos de contradecirlo o de mandarlo al frente en tiempos donde las camas, las operetas y las traiciones son parte de los vestuarios. Milito sabe que la critica siempre tiene que ser constructiva, y continuó: brilliant essay for you “Esto tiene que servir para el futuro. Racing tiene que jugar la Copa más seguido, es difìcil acostumbrarse a ella cada 13 años”. Levantó la cabeza, cambio de frente y a otra cosa.
Milito juega como habla. Con la calma que le dieron los años, y con la paciente certeza de que, a veces, un pase atrás sirve para aclarar el panorama y asegurar una buena habilitación en el área aunque el proceso sea más complejo. Está en Racing porque no es hincha de Racing; Milito es de Racing. Y esa diferencia le permitió advertir desde la cancha, aún con 36 años, una rodilla que comienza a decirle basta y después jugar más 90 minutos bajo una presión y una intensidad agobiante, que de a poco ya existe un cambio en la mentalidad de la gente de Racing, que aplaudió y alentó a un equipo que con 10 jugadores nunca dejó de atacar y convirtió en figura al arquero rival. Por eso también lo despidió como si hubiera pasado a semifinales.
El cambio es auspicioso, porque la gente de Racing se había transformado, casi por la decantación que generó la catarata de fracasos deportivos y los papelones institucionales, en la figura principal del club. El hincha de Racing soportó lo que ningún otro hincha de cualquier equipo del mundo había soportado hasta entonces. Y toda la liturgia del sufrimiento y el aguante, que en su momento fue fundamental para mantener de pie al club, se había transformado en una mochila imposible de seguir llevando porque los tiempos habían cambiado. Ese mismo hincha, que hasta hace poco más de un año era fanático de vivir en pose, por fin entendió que a Racing ya no lo persiguen las penurias y las humillaciones.
Y en un acto de humildad, le cedió su espacio a los verdaderos protagonistas. A este grupo de jugadores valientes, unidos como pocas veces se vio en la historia del club por las ganas de, justamente, entrar en la historia. Están capitaneados por Diego Alberto Milito, crack mundial subestimado por su bajo perfil, que se cansó de ganar todo lo que jugó, y que regresó porque entendió que todos los dólares y los euros del mundo no podían comprar lo que sentía. Y que también comprendió que para cambiar al club que lo formó primero como persona y luego como jugador, primero había que modificar la actitud, y después el juego.
Ayer, Racing quedó eliminado en los cuartos de final de una Copa Libertadores que lo tuvo como un interesante protagonista. Pero ayer también, Racing se clasificó a lo que podría depositarlo otra vez en el mapa del fútbol mundial. Después de varias décadas, el camino está ahí, a la vista. Será cuestión de transitarlo y de dar los pases que sean necesarios, o de distraerse revoleando centros y perderse nuevamente en los atajos.
Por Matías Varela
@Bollino
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