El mundo de la Fórmula Uno durante sus más de sesenta años de existencia siempre ha tenido una estrecha relación con los personajes reconocidos de todo tipo de ambiente. La mayoría de estos solo visita de vez en cuando el “circo” de la máxima, generalmente en el trazado de Mónaco, donde se complementan más que nunca el glamour y la excentricidad de ambos mundos. No son fanáticos ni mucho menos, sino que solo buscan un evento para divertirse y (obviamente) mostrarse.
Sin embargo, hubieron algunos casos en los que verdaderamente les interesaban las máquinas, y se los veía recurrentemente por los autódromos del mundo, relacionándose con todo el ambiente. Uno de esos casos fue el de George Harrison, uno de los cuatro hombres más famosos de la historia de Liverpool. El integrante de la mítica banda The Beatles siempre fue un asiduo recurrente de los eventos que la máxima disputaba alrededor del mundo, primero como un simple espectador, y luego como la figura reconocida que miles de personas tendrán en la memoria por siempre.
La historia de Harrison y la F1 comenzó en 1955, cuando él era apenas un niño de 12 años. El Gran Premio de Gran Bretaña disputado en el circuito de Aintree fue el primer evento de la máxima al que acudió, viendo como un compatriota suyo, Sir Stirling Moss, se hacía con la victoria.
Antes y después, la familia Harrison siempre fue una asidua concurrente de cualquier evento automovilístico que se desarrollase en aquel trazado que quedaba a tan solo 9 Km de Liverpool, incluyendo hasta carreras de motos.
Desde entonces, un ya adolescente George se las rebuscaba para conseguir y/o recortar fotos de los distintos autos de esa época. “En mi colección, tenía fotos de coches de varios equipos como BRM, Vanwall y Connaught” reconoció alguna vez a la revista inglesa F1 Racing.
El salto a la fama junto a Paul, Ringo y John en plena década del 60’ no le dejaba mucho tiempo libre, aunque cuando podía buscaba hacerse un hueco en su agenda para poder concurrir a las carreras. Ya como un artista reconocido, se paseaba por los paddocks charlando con pilotos campeones del mundo como Graham Hill, Jim Clark, o Jackie Stewart. Con este último terminaría forjando una gran amistad que trascendió los circuitos.
Ya en los 70’, con la separación de la banda, George se encontró con más espacios en su agenda, por lo que era casi común verlo en los Grandes Premios, siendo infaltable su presencia en los realizados en su país. También en esa epoca se conoció con otro campeón del mundo con el que terminaría siendo amigo: el brasileño Emerson Fittipaldi.
Su pasión por la máxima se tradujo en un single llamado “Faster”, producido en 1979 y que fue parte de su octavo disco solista, denominado George Harrison. Aquel tema (que comienza con el sonido de los motores en plena largada) se lo dedico a todos los pilotos de la F1, aunque más especialmente a su amigo Jackie Stewart, a quién describió en el estribillo de la canción:
“Más rápido que una bala de un arma, el es más rápido que todo el mundo
Más rápido que el parpadeo de un ojo, como un destello que podría perderse
Nadie sabe muy bien cómo lo hace pero es cierto que dicen
Es el maestro de ir más rápido”
También, esa canción fue dedicada especialmente a dos suecos: por un lado a la memoria de Ronnie Peterson, quién había fallecido en septiembre del año anterior durante del GP de Italia, y por el otro a la Fundación Gunnar Nilson (aportando los ingresos recibidos por el tema), creada luego de la muerte de este también piloto de la máxima en el mismo 1978, aunque como consecuencia de un cáncer testicular.
En la búsqueda por seguir recaudando fondos para la Fundación, se realizó una carrera en Donington, donde Harrison se dio el enorme gusto de subirse a un coche de Fórmula Uno: el ex Beatle manejó un Lotus 18 de 1961, similar al usado por Sir Stirling Moss en aquel año. Si, era del mismo hombre al que había visto triunfar 24 años antes…
Los ochenta y noventa los vivió también dentro de los boxes de la máxima, pero a partir de 1986 se vio involucrado en algo más: en aquel año, un joven londinense recorría los circuitos de la isla en la Formula 3, uno de los por entonces escalones previos a la F1. Ese muchacho, que era una de las máximas promesas del deporte británico, carecía del dinero suficiente para poder culminar el año. Entonces, apareció la figura de Harrison, quién le dio el sustento económico suficiente para que pudiera finalizar la temporada. Ese joven se trataba de nada menos que de Damon Hill, hombre que terminó llegando a la máxima categoría, y que ganó el campeonato del mundo en 1996, diez años después del apoyo del músico.
El acompañamiento en momentos difíciles (y también en los buenos, ya que Harrison desde aquel aporte económico siempre siguió de cerca a su coterráneo) se transformó en una amistad que seguiría por siempre, traspasando incluso las fronteras de las carreras. Un ejemplo de esto fueron las juntadas rocanroleras entre ambos cada vez que encontraban un hueco en sus trabajos, para como se dice “despuntar el vicio”.
El fanatismo de Harrison por los autos terminó en uno de los exclusivísimos modelos que la escudería Mclaren de Fórmula Uno desarrolló para la vida cotidiana: el llamado “Mclaren F1”, un deportivo del cual solo se realizaron 100 unidades, y de las cuales uno (producido en 1994) fue para el hombre de Liverpool. Tan valioso era para él este auto que durante la construcción del mismo visitaba día tras día la fábrica del actual equipo de Woking, tal como testificó Gordon Murray, el diseñador de aquel coche. Luego de su muerte, varios rumores aparecieron sobre el futuro de la maquina: algunos lo relacionaron con Eric Clapton, aduciendo que le compró el coche a la familia Harrison. Otros, sin embargo, sostienen que estos últimos siguen siendo sus dueños.
Las visitas de George Harrison a las carreras de la máxima siguieron hasta incluso pocos meses antes de su fallecimiento: la última vez que se lo entrevistó en una carrera fue en el Gran Premio de Canadá del 2000, realizado un año y medio antes de que el ex Beatle se convirtiera en leyenda.
Así fue la historia de George Harrison con la Fórmula Uno. Un vínculo que se inició en aquel 16 de Julio de 1955 a pocos kilómetros de su casa, y que no se romperá jamás.
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