El 24 de agosto de 2012, la ciudad de Leicester amaneció con una noticia que conmocionó a toda la población: los restos mortales de Ricardo III, el último rey medieval de Inglaterra, fueron encontrados bajo un estacionamiento municipal. Aquél llamativo suceso retumbó en cada rincón de la localidad. Y ocupó, por un largo tiempo, la portada de los diarios más reconocidos del continente europeo.
Tres años más tarde ya no se habló de historia por el lugar. Las cenas familiares, las charlas con amigos y las colmadas salas de redacción, quedaron atadas a un solo tema de conversación: el fútbol desplegado por el Leicester City, dirigido por el italiano Claudio Ranieri, que había pasado por grandes potencias como Chelsea, Juventus e Inter, que venía de fracasar con la Selección de Grecia en 2014. Allí apenas dirigió cuatro partidos y dejó el cargo.
El extraordinario presente del club local sacudió Gran Bretaña y el mundo entero. No precisamente por liderar la tabla de la Premier League, sino porque la peleó de abajo y nunca bajó los brazos, al igual que sus principales figuras. Jamie Vardy, quien ahora rompe redes por doquier y está valuado en millones de euros, comenzó a demostrar su faceta goleadora en el Stocksbridge, donde cobró durante varios meses un modesto sueldo de 30 libras. El bolsillo del delantero no pudo más, y una fría mañana decidió buscar trabajo como obrero en una fábrica de prótesis, para sostener su carrera como jugador amateur, en la 6ta división del fútbol inglés. La cancha le dio revancha y hoy es el máximo anotador del campeonato.
Muy parecida fue la vida del mediocampista francés Riyad Mahrez, que junto a su familia de origen argelina-marroquí se crió en la calles de Sarcelles, el suburbio de París con más inmigrantes, donde dibujó gambetas y sonrisas, las mismas que se apagaron cuando su padre murió de un ataque al corazón. Y que renacieron junto al presente de su actual equipo.
Más puntero que nunca, el fenómeno Leicester es una realidad. Porque logró que los ojos del mundo, acostumbrados a observar con devoción la grandeza de los poderosos, bajen la mirada. Y puedan verlo, con los pies en la Tierra y la mirada en el cielo.
Por Francisco Nutti @FranNutti
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