Entierra el botín bien abajo, fuerte y cruzado. Claudio Bravo se recuesta sobre su palo. La pelota se va muy alta, por encima del travesaño. Erró. Lionel estira la remera como un nene. Sergio Romero lo arenga, Javier Mascherano le choca la mano. Sergio Agüero lo palmea. Sus compañeros están abrazados en fila, como cualquier equipo en tanda de penales. Él toma 50 centímetros de distancia. Está llorando. No se puede quedar quieto. Chile campeón. Leo se saca la cinta y camina hacia el vestuario. No sabe a donde ir, no se quiere esconder, no sabe bien que quiere. Se ducha y escupe: “Esto no es para mí”. Prende fuego los micrófonos y anuncia que va a dar un paso al costado de la selección argentina. El mundo futbolero se detiene. Esos dos segundos son como un disco rayado que repite y repite una misma frase ya inerte, casi sin sentido. Nadie puede imaginarse una selección sin Messi. La Copa América Centenario pasa a segundo plano. Solo importa que él se va. El fútbol argentino de luto. Al otro día todo duele aun más. En la prensa se habla solamente de eso (tener en cuenta que muchos medios de comunicación aprovecharon la situación).
El pueblo futbolero le pide que se quede, que lo piense, que sin él Argentina como equipo no es absolutamente nada. Pasaron 66 días y finalmente Lio no abandona el barco. No deja a su selección sola ni siquiera un partido. No se atreve ni a tomarse un descanso. Decide estar presente. Con la diez en la espalda y el look platinado, se hace presente en Ezeiza. Se entrena, incluso con una molestia que viene arrastrando, no le importa, quiere jugar y quiere ganar. Hay alguna cuestión genética o inconsciente que genera que el tipo quiera triunfar con esta camiseta que le es tan esquiva. No tiene las características de un ídolo popular. Pero no las necesita. Solo queda saber como lo van a rodear. Siempre fue lo más conflictivo a la hora de las discusiones de café. Tenés al mejor de todos. ¿Cómo hacer para tenerlo en su máximo esplendor?
Edgardo Bauza es el nuevo técnico de la selección y de movida rota muchas piezas. La expulsión de Marcos Rojo es la excusa perfecta para poner de lateral izquierdo a Emanuel Más (San Lorenzo de Almagro) el defensor elegido por el patón para esa posición. Elige el retorno de Pablo Zabaleta (Manchester City), desplaza a Gabriel Mercado de los titulares. El arquero es el mismo, la saga central también. Sergio Romero, Ramiro Funes Mori y Nicolás Otamendi. Los volantes de contención elegidos son Javier Mascherano y Lucas Biglia. El plano ofensivo es el que mas modificaciones tiene. Lionel Messi suelto, en principio orientado hacia el sector derecho. Angel Di María por la izquierda. La aparición de Paulo Dybala como media punta y de número nueve: Lucas Pratto. El patón arma un equipo que a priori sería un 4-2-4. Ofensivo, con protagonismo. Enfrente el siempre luchador Uruguay con Luis Suárez entre sus filas.
Argentina tiene dos partidos importantes: Uruguay y Venezuela. El proceso de adaptación deberá darse rápido porque la albiceleste necesita sumar puntos para la eliminatoria. Rusia cada vez queda más cerca. No hay tiempo para perder puntos de local y esta noche en Mendoza los ojos se van a posar en varios jugadores. Pero siempre estarán en Messi, principalmente. Veremos como siente la nueva compañía el astro del Barcelona. Es importante no olvidarse que este equipo ha jugado tres finales y eso es algo maravilloso. En 2014 lo heroíco fue jugar los siete partidos. Con un Messi maravilloso, Argentina llegó a la final donde perdió en tiempo extra contra Alemania. El partido fue muy parejo y hasta pudo ganarlo el equipo sudamericano. Pero las cosas nunca son como deberían ser y el mundial fue para Alemania. En la Copa América 2015 algo pasó. Algo cambió en la cabeza de los argentinos. En algún momento se perdió la idea. Se comenzó a creer que Argentina siempre tenía que jugar los siete partidos, y dar por hecho que había que jugar una final y ganarla, y que si no se ganaba era un fracaso. Se les exige ganar las finales y sino que ni hablen. La Copa Centenario 2016 fue igual. Argentina otra vez a la final con un diez rosarino fuera de serie, que entierra el botín bien abajo, fuerte y cruzado. El final es conocido. Hoy vuelve. Vuelve él y vuelve otra vez a jugar la selección. Es importante que el mundo se acuerde que por ser argentino no estás obligado a ganar. Recordar que el tren del éxito pasa de vez en cuando y que en realidad “Lo importante es la nobleza de los recursos utilizados”, te guste más o menos en eso debemos focalizar. Para ser un poquito mejores y para dejar de obligar a Messi a ganar o irse.
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