Nada de potrero ni de pibes en la vereda jugando con una media. Nada de domingo de cancha o viendo el partido en familia con mate y facturas o con amigos y picada y cerveza. Allá el fútbol es otra cosa. Tanto, que hasta se llama distinto. No hay gloria en ese terreno que un yankee pueda presumirle al mundo. Y quizá esa sea la razón para que en las últimas décadas se haya buscado popularizar un deporte imposible en una sociedad acostumbrada a no interesarse por un espectáculo deportivo, que pueda terminar 0-0 y en el que el reloj avance hacia adelante y no hacia atrás, como en el basket, el fútbol americano o el hockey.
Tanto es así que en los primeros años, la Major League Soccer (MLS), que nació en 1994, implementó cambios en las reglas para que el espectáculo se vuelva más atractivo. Más allá de los casi infinitos recursos humanos, monetarios y materiales, el fútbol no despegaba y no llamaba la atención promedio yankee. Antes de 1999 el reloj corría para atrás y se frenaba cada vez que el árbitro paraba el partido por alguna infracción. También, si el partido terminaba en empate, se resolvía con una especie de muerte súbita: un jugador recibía el balón a 35 metros del arco con cinco segundos para hacer un gol.
Durante el Mundial Estados Unidos 1994, la amenaza de huelga en el béisbol de la Grandes Ligas que terminó por suspender la Serie Mundial del 94, y el retiro de Michael Jordan, que empezaba una carrera como pelotero en Ligas Menores con los Medias Blancas de Chicago, llamaban más la atención de los medios que el mismo Mundial desarrollándose ahí. Evidentemente no era tampoco un problema de posibilidades técnicas o tácticas, el tema era más bien cultural.
Fue entonces cuando Alan Rothenberg, entonces presidente de la Federación de Soccer de Estados Unidos (USSF), se propuso un objetivo a largo plazo y prometió que la selección norteamericana iba a llegar bien parada al Mundial de Sudáfrica 2010. Fue así como se inició el “Proyecto 2010”, que se publicó oficialmente en 1998. Ese proyecto de Rothenberg tenía sus fundamentos en el llamado Reporte-Q, un plan parecido que había adoptado Francia años atrás y que produjo jugadores como Zinedine Zidane, Thierry Henry y algunos otros que lo hicieron campeón del mundo a Francia en 1998.
Consistía básicamente en desarrollar categorías inferiores y obligar a los equipos de la liga local profesional a fomentar un torneo juvenil paralelo. La nueva estrategia estaba encaminada a fortalecer la MLS como liga, popularizando el deporte con nuevas franquicias, estadios sólo para fútbol, contratos televisivos más abultados y la llegada de grandes figuras internacionales.
Sin dudas, Beckham fue la figura que le dio el salto de calidad a la liga. Fue contratado en 2007 a cambio de 250 millones de dólares por cinco temporadas con el club Los Ángeles Galaxy, y se convirtió en el primer jugador franquicia en la historia de la MLS.
Esta Copa América es el mayor evento futbolístico en Estados Unidos desde el Mundial 1994. La venta de entradas fue acorde a las expectativas, más allá del elevado precio de los boletos y la competencia de otros campeonatos profesionales como las Grandes Ligas de béisbol y la Final NBA entre el campeón Golden State Warriors y los Cleveland Cavaliers. Se proyecta la venta de entre 1,5 y 2 millones de entradas, poco más del triple de lo vendido en la pasada Copa América en Chile. La Selección de Estados Unidos que dirige Jurgen Klinsmann integra el Grupo A, al lado de Colombia, Paraguay y Costa Rica.
Evidentemente, de esta parte a hoy, el fútbol se empezó a dar lugar de forma más masiva en el norte americano. El desarrollo de esta Copa América y sus resultados serán un reflejo de si ya es hora de que despegue definitivamente, o si será mejor reservar la gloria para otros deportes.
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