Pocos dudan a la hora ver fútbol europeo, porque allí sobran casos de partidos de alto vuelo futbolístico y presencias estelares. Sentarse a ver uno de esos encuentros se puso a la par con ir al teatro: estadios suntuosos y llenos por un público sereno y respetuoso están a tono con un espectáculo siempre alentador, especialmente cuando se chocan equipos de elevado presupuesto.
Esta práctica viajó rápidamente por todo el planeta. La época de Los Galácticos del Real Madrid, la última casi década del Barcelona o el período de Guardiola en el Bayern Munich, entre otros casos, marcaron la presencia indiscutible del fútbol globalizado. Pero tanta riqueza en los planteles, muchas veces gracias a la gran ayuda de los capitalistas que poco tienen que ver con el deporte, convirtió a las ligas locales en la versión permanente de David contra Goliat. Y eso aburre.
Yendo al caso directo de la imagen, la misma muestra una escasísima diversidad de campeones en los últimos diez años de las principales ligas del planeta: seis en Francia, cuatro en Alemania e Inglaterra, tres en España e Italia y sólo dos en Portugal. Esta década se caracterizó por ser la etapa en la que los ganadores prácticamente se conocen de antemano y donde los que pelearán el torneo se cortan antes de la mitad del mismo.
En Argentina la historia es bien diferente. La violencia, el desorden y los desmanejos son parte de un campeonato cuestionado desde lo futbolístico pero al que nada puede decírsele desde lo emocional: desde el 2007 para acá, son once los equipos que pudieron gritar campeón. Incluso pudieron ser doce, si el arbitraje no hacía lo propio contra Huracán en el Clausura 2009.
Claro que los torneos cortos ayudaron mucho a que clubes de menor presupuesto aprovecharan una buena racha sin la difícil tarea de mantenerla más de un semestre, y que la mayor cantidad de torneos dio más posibilidades de multiplicar el número de ganadores. Sin embargo, si se cuenta desde la Apertura 2010 hasta hoy (últimos diez torneos), son ocho las instituciones que levantaron la copa.
Los inmigrantes ingleses radicados principalmente en Buenos Aires centralizaron la presencia del fútbol en la capital y sus alrededores. Allí nacieron los clubes que gracias a un comienzo arrasador, más posteriores ayudas que se instalaron por mucho tiempo, se forjaron como los más populares y ganadores. Fuera de la Ciudad Autónoma y la provincia que la rodea, sólo Newell´s se adjudicó una conquista en el último tiempo y quizás Godoy Cruz pueda hacerlo en pocos días. La diversidad en el éxito existe, pero con una salvedad: está altamente concentrada geográficamente.
Un caso parecido es el de Chile, donde también se juegan campeonatos cortos salvo en el 2010, cuando sólo se disputó un torneo como consecuencia del terremoto de febrero de ese año. Allí también se dio la escena para que equipos como Everton, Huachipato, Cobresal u O´Higgins se metieran en la conversación y estiraran a ocho la lista de clubes que fueron campeones en el período en cuestión.
Pero no todo los casos de América Latina son similares: en el Brasileirao, una liga que en los últimos años también se transformó en cuasi millonaria, los campeonatos anuales arrojaron sólo cinco ganadores repartidos entre San Pablo, Río de Janeiro y Belo Horizonte. El caso uruguayo es particular por un doble motivo: sólo Danubio y Defensor Sporting le han disputado la hegemonía a Peñarol y Nacional, y también son de Montevideo. Se repite la centralización al igual que en Argentina.
Un caso aparte es el del fútbol mexicano, uno de los torneos más ricos y plagados de extranjeros del continente. Allí, donde también hay dos ligas por temporada, son diez los campeones en la misma cantidad de años. El deporte llegó a Tierras Aztecas mucho más distribuido que a la Argentina y esto también valió para el fútbol: esta decena de últimos campeones se reparten en siete distritos diferentes.
Argentina se destaca en el Mundo por un torneo con exportaciones de élite, donde un público fervoroso es noticia por su apasionamiento, su urgencia por la necesidad de resultados y su recurrencia a la violencia. Este combo deja una liga devaluada en cuanto a su nivel pero altamente competitiva, a pesar de algunas supremacías económicas. Del otro lado del charco, la situación es radicalmente opuesta. ¿Vos con cuál te quedás?
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