Una muerte más. Esta vez fue el turno de Aldo Barralda, barra brava de Chicago internado desde el 18 de enero por el enfrentamiento entre dos facciones de la hinchada verdinegra que se había cobrado también la vida de Agustín Rodríguez. Por una causa u otra, el fútbol argentino ya fue testigo de 260 decesos.
Por pelearse con la policía, por enfrentarse entre bandos de los mismos colores, o por choques con hinchas rivales, la cultura del “aguante” no cesa y se sigue cobrando vidas. Lo que está claro es que ya no se trata de inadaptados, anormales, salvajes o violentos, acá hay una cultura ritualizada que excede cualquier denominación, y que orienta a sus integrantes a poner el cuerpo en cada enfrentamiento para hacerse valer. El aguante no vale nada sin el combate o el dolor, y la mayoría de las 260 muertes mencionadas fueron víctimas de ello.
El tema ha tomado tal dimensión que hasta resulta díficil pensar que todo podría terminar si cesaran las dádivas de políticos y dirigentes, que no hacen más que sostener y legitimar las prácticas de estos muchachos que están convencidos de lo que hacen. Y no sólo eso, el ineludible hecho de generarse una identidad propia y un otro con quien combatir ha llevado hasta a que se enfrenten bandos de un mismo club, no sólo con la policía o grupos rivales. En el medio, el dinero, las drogas, el negocio. Pero eso es sólo una parte del todo.
A pesar de que mucho influyen en ella, la violencia en el fútbol no acabaría con la aparición de una policía buena, ni con dirigencias deportivas comprometidas con su comunidad y su club, ni con políticos conscientes y honestos. Porque la cultura futbolística argentina se ha transformado en un espacio donde la violencia se vuelve un estilo, una forma de actuar, de entender la vida, de relacionarse con los “otros”. Y no es algo que se reduzca a las clases baja y media-baja, aunque sí una gran parte. De todos modos, Rock´N Ball aplaude de pie actitudes como las de Javier Cantero o Enrique Lombardi, presidentes de Independiente y Estudiantes.
Exhibir datos y números de muertos y heridos horroriza pero no solucionada nada. Quizá un buen remedio sería parar el fútbol, aunque los barrabravas demostraron que su forma de vida no discrimina si hay actividad o no; esto nos da la pauta de que el asunto ya debería ser de interés estatal y no sólo futbolístico. Un torneo largo, como pensaron la AFA y el Gobierno quizá ayude, pero el tema es mucho más complejo y hay que hacer algo para solucionarlo. Y cuanto antes.
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