A Bikila siempre le gustó correr, pero empezó a ser atleta de grande. A los 24 años vio entrenar al equipo de Etiopia, su país, que había ido a competir a Melbourne 1956 y lo atrajo la posibilidad de ser atleta olímpico. Él estaba en la Guardia Nacional (el ejército de su país) y se vio tentado por la chance de defender a su nación en el extranjero.
Entrenó duro pero no pudo cumplir su sueño de ser seleccionado para los Juegos Olímpicos de Roma 1960. Sin embargo, la lesión de uno de los miembros titulares hizo que lo llamaran a él y así pudo participar de la maratón olímpica.
El mundo entero se sorprendió cuando Abebe Bikila apareció descalzo antes de la carrera. Era porque Adidas, patrocinador oficial de los Juegos Olímpicos, les daba las zapatillas a todos los competidores pero él se las probó y ninguna le quedaba cómoda, ya que tenía los pies muy grandes. Además, estaba acostumbrado a correr descalzo en África y dijo que también lo hizo porque quería que el mundo se enterara de que Etiopía siempre había ganado con determinación y heroísmo. Nadie pensó que tenía posibilidades de ganar cuando lo vio así.
Sin embargo, Bikila no solo ganó la carrera sino que también hizo un nuevo record mundial, que fue de 2 horas, 15 minutos y 16 segundos para hacer los 42195 metros reglamentarios. Un dato crucial en esta historia fue que Bikila, siendo etíope, ganó la carrera en Italia. Etiopía había estado bajo ocupación italiana cuando gobernaba el régimen de Mussolini y había rivalidad. Como venganza, los italianos hicieron sonar el himno de su país en vez del de Etiopía durante la premiación. Además, otro dato no menor fue que fue la primera medalla de oro para un atleta africano en la historia. En esa época, muchos países africanos estaban llevando a cabo sus independencias y eso fue un fuerte impulso.
En el medio de la carrera, el atleta Rhadi Ben Abdesselam, que era un marroquí candidato a ganar la prueba, lo superó y cuando pasó por al lado de él, lo escupió. Bikila estaba cansado pero intentó volver a pasarlo. Un momento icónico de ese día fue cuando Bikila pasó por el Obelisco de Aksum, un edificio etíope que había sido expropiado por Italia y que nunca lo habían devuelto. Ver eso le dio una fuerza extra para afrontar el final de la carrera.
Cuatro años después, Bikila volvió a participar en Tokio 1964. No llegaba en su mejor forma física ya que seis meses antes había sido operado de apendicitis. Sin embargo, volvió a ganar el Oro. Otra vez hizo un record mundial, esta vez de 2 horas, 12 minutos y 11 segundos. Así, se convirtió en el primer maratonista en revalidar una medalla de oro. Esta vez no corrió descalzo, debido a una insistencia de la marca Puma para que use sus zapatillas. Después de correr más de dos horas, Bikila no estaba cansado y esperó a que llegaran los rivales haciendo flexiones.
Volvió a participar en México 1968, pero una lesión en su rodilla y una mala adaptación a la altura mexicana hicieron que no pudiera completar la carrera.
En 1969, Bikila estaba manejando el Volkswagen que le había regalado el gobierno tras su victoria en Tokio. Intentó esquivar a un grupo de estudiantes que se estaban manifestando pero sufrió un accidente y quedó parapléjico. Luego de eso declaró: “Los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase en los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz“.
Lo invitaron a Munich 1972. Estaba en silla de ruedas y fue ovacionado por todo el estadio. Murió en 1973, a la edad de solo 41 años. Lo despidieron más de 65 mil personas en su país.
Antes de él, los africanos no significaban nada en los Juegos Olímpicos, pero a partir de Roma 1960 se convirtieron en los dominadores de las pruebas de fondo. Su compatriota, Haile Gebrsselasie, otro de los grandes fondistas de la historia, lo resumió en su día de esta manera: “Bikila hizo que nosotros, los africanos pensáramos: ‘Mira, él es uno de nosotros, si él puede hacerlo, nosotros podemos hacer lo mismo’“.
Por Daniel Lubel (@DaniLubel)
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