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Rescate emotivo: A 20 años del debut de Ariel Ortega en River

Un día como hoy, cuando se cumplían cinco años de la obtención de la Copa Intercontinental en Japón, un tal Ariel Arnaldo Ortega debutaba en River. Pocos sabían, más allá de los optimistas de siempre, que con su debut , River empezaba a encontrar un sinónimo eterno para la magia y la gambeta.

[caption id="attachment_29648" align="aligncenter" width="500" caption="River a la cabeza, pero todos disfrutaron de la magia del "Burrito""][/caption]

Desde Ledesma, Jujuy, el “Burrito”, apodo que le debe a su padre, Ortega llegó a River con el bolso cargado de sueños y necesidades. De aquel momento mágico, que marcó su debut con la Banda Roja en un River que era campeón, a hoy, pasaron 20 años. Ortega ya no es el mismo y River tampoco.

La historia de Ortega, en un principio, fue ovalada. Por su velocidad, y su resistencia a los golpes –que lo diga el Pipa Higuaín, que le pegó su primera gran murra en una práctica con la primera de RIver, allá por 1991- el “burrito” pintaba como un Agustín Pichot en potencia, pero se decantó por la redonda. Primero en Atlético Ledesma, de Jujuy, que militaba en el Argentino C. Pero era tanta la magia que derrochaba que, rápido, desde la gran capital se fijaron en él.

Su destino era rojo, pero él mismo, le añadió blanco. Su DT convenció a la familia para que Ariel se probara en Independiente, pero el “Burrito” quiso probarse en River. Llegó sin botines, en short y zapatillas y fue recibido por el prócer de la joyería Milonaria: Delem. El brasileño le dijo que descanse, pero Ariel, en una conducta que repetiría a lo largo de toda su carrera, sólo quería jugar. Y jugó. Y bailó a todos. Y quedó. Y comenzó a escribir su dorada página en River.

 

[caption id="attachment_18248" align="aligncenter" width="480" caption="Otros tiempos, Passarella besa al jujeño. Fue en el Súper 2007"][/caption]

Primero fue la 6º, a los pocos partidos la Reserva y, tiempo después, Daniel Passarella lo apadrinó hasta el día de su debut. Ortega ganó el Apertura 1993 y, al año siguiente, el Apertura 1994, realizando un partido memorable en el 3-0 del equipo de Américo Gallego a Boca, en la mismísima Bombonera, con gol, gambeta y lujos incluidos.

En 1996, el “Burrito” fue clave para ayudar a River a levantar la Copa Libertadores. Goles ante Sporting Cristal, en cuartos de final, gran partido ante la U en semis y, de yapa, los dos centros con los que asistió a Hernán Jorge Crespo para que este anotara el doblete con el que River conquistó América por segunda vez en su historia. Más grande podría haber sido su leyenda si su remate, en lugar de dar en el travesaño, se transformaba en gol frente a la Juventus, en Tokio, en una nueva final Intercontinental.

 

[caption id="attachment_11969" align="aligncenter" width="480" caption="El Burrito se despidió del club, por primera vez, el 28 de febrero de 1997"][/caption]

Luego, el Valencia pagó más de 12 millones por él (una fortuna en tiempos del uno a uno). Después de la experiencia europea volvió a River, la rompió, se fue a Turquía, luego de purgar una suspensión por no querer jugar en Fenerbache pasó a Newell’s y, pasado un tiempo, Ortega volvió a River.

Sus problemas con el alcohol sentenciaron una historia que debería haber terminado con el jujeño retirándose con la camiseta de River. El destino, hoy, lo marca en Defensores de Belgrano, club al que pasó luego de un fugaz y no tan fructífero pasó por All Boys tras una tormentosa salida de River que incluyó tres desafectaciones en un puñado de años: primero Diego Simeone, luego del Campeonato del 2008, después Leonardo Rubén Astrada y luego –y último- Juan José López. Ahí ya no hubo retorno. Una lástima.

 

[caption id="attachment_10821" align="aligncenter" width="480" caption="El "Burrito" terminó su historia con River cuando JJ López lo desafectó."][/caption]

El pasado 7 de diciembre, River enfrentó al Dragón de Belgrano por la Copa Argentina. El más aplaudido de la noche fue Ariel Ortega. El mismo que a River le convirtió tres goles, incluso le gritó dos, el mismo que dijo “A River no vuelvo más”, luego que se cayera uno de los regresos. El mismo que se puso, varias veces, por encima del club, enceguecido con su deseo primario de jugar, siempre jugar. Sin embargo, la gente, en su gran mayoría, no se lo reprocha. E incluso aquellos que hoy lo critican y hasta lo insultan por lo que hizo, guardan, en algún rincón de su corazón un gran recuerdo de aquel “changuito” que jugaba sin canilleras y con las medias por los tobillos.

¿Por qué? Por amor. Ariel Ortega ama a River, por más de algunos dichos del pasado y River, sus hinchas, su gente, el pueblo Millonario, lo ama a él. El hombre que redefinió lo que es una gambeta, el tipo que, en plenitud, te pagaba la entrada y, aún en el peor de sus momentos, sabías que algo, aunque sea una gambetita, todavía tenía guardada.

Ortega es, para muchos hinchas de River, el máximo ídolo contemporáneo del club. ¿Más que Enzo Francescoli? Para varios sí. Claro, Ortega tenía algo que Enzo no, Ortega podía compartir los códigos de picardía del Tablón, Ortega entraba por los sentimientos, por la piel de gallina, por , incluso, la humanidad que tiene. Enzo, en cambio, siempre fue inmaculado. Un jugador de la ostia, un tipo que jamás presentó ninguna fisura en la cancha. Un crack, pero de galera y bastón. A lo River. Ortega, además, era un crack que sudaba potrero. Tanto que logró que hasta los hinchas de los demás equipos lo admiraran.

Seguramente, Ariel Ortega es el hombre que más definió y define a River en los últimos años. Cuando él brilló, River brilló, cuando Ariel cayó, víctima de su tozudez, su enfermedad y sus propias miserias, River también desbarrancó. No es que tengan que ver, pero en una historia de amor, cuando uno sufre, el otro muchas veces lo replica. Sí, es casi romántico pensarlo así. Y está bien, porque lo de River y Ariel Ortega es una historia de amor que hoy cumple 20 años. Un amor que, pase lo que pase, se juegue lo que se juegue, no morirá jamás.

 

Un día como hoy, cuando se cumplían cinco años de la obtención de la Copa Intercontinental en Japón, un tal Ariel Arnaldo Ortega debutaba en River. Pocos sabían, más allá de los optimistas de siempre, que con su debut , River empezaba a encontrar un sinónimo eterno para la magia y la gambeta.

River a la cabeza, pero todos disfrutaron de la magia del "Burrito"

Desde Ledesma, Jujuy, el “Burrito”, apodo que le debe a su padre, Ortega llegó a River con el bolso cargado de sueños y necesidades. De aquel momento mágico, que marcó su debut con la Banda Roja en un River que era campeón, a hoy, pasaron 20 años. Ortega ya no es el mismo y River tampoco.

La historia de Ortega, en un principio, fue ovalada. Por su velocidad, y su resistencia a los golpes –que lo diga el Pipa Higuaín, que le pegó su primera gran murra en una práctica con la primera de RIver, allá por 1991- el “burrito” pintaba como un Agustín Pichot en potencia, pero se decantó por la redonda. Primero en Atlético Ledesma, de Jujuy, que militaba en el Argentino C. Pero era tanta la magia que derrochaba que, rápido, desde la gran capital se fijaron en él.

Su destino era rojo, pero él mismo, le añadió blanco. Su DT convenció a la familia para que Ariel se probara en Independiente, pero el “Burrito” quiso probarse en River. Llegó sin botines, en short y zapatillas y fue recibido por el prócer de la joyería Milonaria: Delem. El brasileño le dijo que descanse, pero Ariel, en una conducta que repetiría a lo largo de toda su carrera, sólo quería jugar. Y jugó. Y bailó a todos. Y quedó. Y comenzó a escribir su dorada página en River.

 

Otros tiempos, Passarella besa al jujeño. Fue en el Súper 2007

Primero fue la 6º, a los pocos partidos la Reserva y, tiempo después, Daniel Passarella lo apadrinó hasta el día de su debut. Ortega ganó el Apertura 1993 y, al año siguiente, el Apertura 1994, realizando un partido memorable en el 3-0 del equipo de Américo Gallego a Boca, en la mismísima Bombonera, con gol, gambeta y lujos incluidos.

En 1996, el “Burrito” fue clave para ayudar a River a levantar la Copa Libertadores. Goles ante Sporting Cristal, en cuartos de final, gran partido ante la U en semis y, de yapa, los dos centros con los que asistió a Hernán Jorge Crespo para que este anotara el doblete con el que River conquistó América por segunda vez en su historia. Más grande podría haber sido su leyenda si su remate, en lugar de dar en el travesaño, se transformaba en gol frente a la Juventus, en Tokio, en una nueva final Intercontinental.

 

El Burrito se despidió del club, por primera vez, el 28 de febrero de 1997

Luego, el Valencia pagó más de 12 millones por él (una fortuna en tiempos del uno a uno). Después de la experiencia europea volvió a River, la rompió, se fue a Turquía, luego de purgar una suspensión por no querer jugar en Fenerbache pasó a Newell’s y, pasado un tiempo, Ortega volvió a River.

Sus problemas con el alcohol sentenciaron una historia que debería haber terminado con el jujeño retirándose con la camiseta de River. El destino, hoy, lo marca en Defensores de Belgrano, club al que pasó luego de un fugaz y no tan fructífero pasó por All Boys tras una tormentosa salida de River que incluyó tres desafectaciones en un puñado de años: primero Diego Simeone, luego del Campeonato del 2008, después Leonardo Rubén Astrada y luego –y último- Juan José López. Ahí ya no hubo retorno. Una lástima.

 

El "Burrito" terminó su historia con River cuando JJ López lo desafectó.

El pasado 7 de diciembre, River enfrentó al Dragón de Belgrano por la Copa Argentina. El más aplaudido de la noche fue Ariel Ortega. El mismo que a River le convirtió tres goles, incluso le gritó dos, el mismo que dijo “A River no vuelvo más”, luego que se cayera uno de los regresos. El mismo que se puso, varias veces, por encima del club, enceguecido con su deseo primario de jugar, siempre jugar. Sin embargo, la gente, en su gran mayoría, no se lo reprocha. E incluso aquellos que hoy lo critican y hasta lo insultan por lo que hizo, guardan, en algún rincón de su corazón un gran recuerdo de aquel “changuito” que jugaba sin canilleras y con las medias por los tobillos.

¿Por qué? Por amor. Ariel Ortega ama a River, por más de algunos dichos del pasado y River, sus hinchas, su gente, el pueblo Millonario, lo ama a él. El hombre que redefinió lo que es una gambeta, el tipo que, en plenitud, te pagaba la entrada y, aún en el peor de sus momentos, sabías que algo, aunque sea una gambetita, todavía tenía guardada.

Ortega es, para muchos hinchas de River, el máximo ídolo contemporáneo del club. ¿Más que Enzo Francescoli? Para varios sí. Claro, Ortega tenía algo que Enzo no, Ortega podía compartir los códigos de picardía del Tablón, Ortega entraba por los sentimientos, por la piel de gallina, por , incluso, la humanidad que tiene. Enzo, en cambio, siempre fue inmaculado. Un jugador de la ostia, un tipo que jamás presentó ninguna fisura en la cancha. Un crack, pero de galera y bastón. A lo River. Ortega, además, era un crack que sudaba potrero. Tanto que logró que hasta los hinchas de los demás equipos lo admiraran.

Seguramente, Ariel Ortega es el hombre que más definió y define a River en los últimos años. Cuando él brilló, River brilló, cuando Ariel cayó, víctima de su tozudez, su enfermedad y sus propias miserias, River también desbarrancó. No es que tengan que ver, pero en una historia de amor, cuando uno sufre, el otro muchas veces lo replica. Sí, es casi romántico pensarlo así. Y está bien, porque lo de River y Ariel Ortega es una historia de amor que hoy cumple 20 años. Un amor que, pase lo que pase, se juegue lo que se juegue, no morirá jamás.