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Rock Heaven III: Pappo

Se cumplen 66 años del nacimiento de Norberto Aníbal Napolitano. Aquí, en Rock N' Ball, el recuerdo en su día. "Pappo no se murió, Pappo no se murió..."

Si en Argentina hemos tenido, a lo largo de nuestra historia musical, exponentes que subyugaron con músicas como el tango, el jazz, el Rock, o el pop, faltaba alguien que pudiera sacar el género blues hasta el estratósfera. Y hubo: el señor Norberto Aníbal Pappo Napolitano.

Norberto, nacido como último hijo de su familia, no estaba en los planes de la familia Napolitano ciertamente, hasta que los mismos perdieron a su único hijo, Carlos Hugo Napolitano. No sería correcto decir que uno vino a reemplazar al otro –ningún hijo es reemplazable- pero si el primero no hubiera pasado a mejor vida quizá nunca hubiéramos sabido del segundo. Y nada de este memorándum estaría circulando por Internet.

El Carpo se caracterizó toda la vida por ser alguien netamente inconstante. Con sus relaciones, con su familia, con su música, con sus proyectos, con sus bandas. Pero todos los defectos propios de alguien con mucho ímpetu se verían reemplazados por su estrafalaria forma de tocar la viola. Curioso: Aníbal fue solo a 5 clases de guitarra en toda su vida. El resto, práctica, amor y oído. Rodeado de un ambiente hasta cierto punto musical (tenía familiares músicos) más su hermana Liliana que tocaba clásico en el piano, lo de Pappo fue auto-didacta una y otra vez.

A los 15 años llegó una decisión terminante: si quería ser músico, para los 20 años debía ser famoso, o de lo contrario, estudiar lo que quería la madre. Y contra todos los pronósticos, lo logró: a los 17 ya lo habían incorporado a la primera formación de Los Abuelos de la Nada y a los 20 ya formaba parte de Los Gatos, por ese entonces la banda más influyente del momento. Rondando lugares como La Perla de Once o La Cueva de Rivadavia se hizo rápidamente amigo de todos los que, más tarde, darían forma al incipiente Rock Argentino: Moris, Miguel Abuelo, L. A. Spinetta, Litto Nebbia, Javier Martínez y la lista sigue…

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En ese sentido, aparte de ser un alto exponente de la guitarra, Napolitano tuvo un papel fundamental en el hecho de introducir dicha música en Argentina. No porque se le quite méritos a otros grupos, pero lo que logró con su maleable banda Pappo’s Blues (de la cual él era el único integrante fijo) abrió todo un abanico nuevo para la juventud de estas tierras. A la manera de los tríos Cream o la Jimmy Hendrix Experience brilliant essay for you , sólo le hacía falta una base estable para poder relucir: por esa mítica banda pasaron Black Amaya, David Lebón, Machi Rufino o Pomo Lorenzo Promethazine codeine cough syrup. Where to buy Nolvadex online ? Iron clad but practicing, psychiatrist so black and ultimately it badly and bio 2 lors but felt theВ  , entre otros. Así también sucedió con su otra mítica banda, Riff. Ya bien entrados en los ’80, la onda terminal hacia los hippies y un sonido más potente, rebelde y ruidos por parte de las bandas metaleras dieron paso hacia el heavy metal argentino. La llave de paso la tenía, por supuesto, Pappo.

Párrafo aparte, cabe destacar que la imagen de dureza y rudeza que a simple vista pareciera aparentar, se ve rápidamente volteada por la verdadera ternura por la música y los amigos que tenía el Carpo. Basta ver cualquier testimonio con cualquier persona con la que Norberto tuviera contacto para comprobarlo. “ Sep 28, 2015 – best price on metoclopramide online buy Metoclopramide cr mastercard safety buy Metoclopramide metoclopramide online no perscription Pappo fue mi mejor amigo y mi peor enemigo”, coronaría una vida Vitico. Así también, a pesar de que se lo acusara de letras poco poéticas, lo cierto es que cada palabra, al ritmo de su canción, es indestructible. “Yo que soy un hombre desprolijo/no tengo conflictos con mi ser/porque en la apariencia no me fijo/ ¿piensan que así no puedo ser?” – contundente.

Su trágica muerte en la autopista a Luján en compañía de su hijo Luciano Napolitano (de quien no sabía hasta bien entrado el pibe en años) dejó una lastimosa huella en forma de cruz para la música argentina, que no se va a volver a repetir, pero sí dejó un camino a seguir. Lo redujo a una muy buena frase el ingeniero de sonido Álvaro Villagra en el libro Pappo, el hombre suburbano, de Sergio Marchi (2011): “…la diferencia entre Pappo y ellos [resto de los guitarristas] es que, lo que hizo cualquiera lo puede mejorar, pero ninguno lo puede inventar”. Larga vida al Rey!