Barcelona y Bayern Munich se enfrentarán mañana en el primer partido de las semifinales de la Champions League, este encuentro tendrá un condimento especial, debido a que Pep Guardiola tiene incidencia directa en ambos equipos, ya que hasta hace menos de un año era entrenador Culé y pase lo que pase será técnico del conjunto alemán en la próxima temporada. A él me voy a referir en este artículo, sobre el legado que dejó en el club Blaugrana, el mismo que intentará implementar en el Gigante de Baviera.
Los cinco años de Guardiola en el Barça reivindicaron una manera de ver el fútbol, porque su mensaje no sólo estuvo en el primer equipo, sino cuando debutó y ascendió al Barcelona B a la segunda división. Es real que Pep fue el jugador con más expulsiones en la historia Blaugrana, su temperamento no lo ayudaba, pero sus condiciones lo llevaron a ser el personaje más preponderante del club, porque ganó todo como jugador y técnico.
El catalán llegó a Barcelona en un momento difícil, porque los resultados mandaban y jugadores como Iniesta estaban más afuera que adentro, pero luego llegó Pep y todo cambió, le pidió a la gente que se ajustara los cinturones porque iban a pasarla bien. Así fue, con Andrés como cerebro de todo, porque no sólo fue el futbolista al que Guardiola le dio confianza, sino qué pasó a ser el ejemplo de todos: “Siempre le digo a las nuevas generaciones que se fijen en él. Porque no lleva pendientes, no se pinta el pelo. Todos saben que es el mejor y aunque lo pusiera veinte minutos no se queja. Y siempre juega bien, y siempre entrena bien”. Así es Iniesta, así lo ve uno de los entrenadores más importantes de la historia, por más de que sólo haya dirigido un equipo.
El legado de Guardiola va más allá del fútbol y los resultados conseguidos, en diez años todos se acordarán de uno de los mejores planteles de la historia por lo que jugó, más allá de lo que ganó. La sinfonía de Pep sonaba en su mayor expresión cuando Busquets se la tocaba a Xavi y este se la pasaba a Iniesta, para que el cerebro del equipo vuelva y toque con Abidal, y el francés para Puyol. Cuando todos pensaban que Barcelona estaba volviendo a empezar la jugada era cuando la comenzaba a terminar, porque la volvían a tocar todos y después la valentía de Messi rompía los esquemas de cualquier defensa. Pep logró que solamente se hable de fútbol. Barcelona no vendía por los autos extravagantes de sus jugadores o la belleza sus figuras, sino porque trataba a la pelota de una manera diferente. El estilo que soñó Laureano Ruíz a fines de los setenta, Guardiola lo hizo realidad con creces en el siglo XXI.
“Yo no les doy prestigio a ellos, ellos me dan prestigio a mí”. Así es el mensaje de Pep con respecto a los suyos, él sabe de su importancia dentro del equipo, pero no se siente responsable de todo, no se considera el número uno, por más de que lo sea. Guardiola se formó en Barcelona, se educó como persona, y allí aprendió que un compañero puede ser mejor que él y también merece jugar. Esa enseñanza que le dejó el club de su vida es la misma que él le dio a sus dirigidos, porque Iniesta y Xavi alguna vez fueron suplentes, como Fábregas e incluso Messi, en menor medida, porque no tiene comparación con ningún otro futbolista.
Un par de párrafos atrás nombré a Abidal, otro actor principal de lo que dejó Pep. Es de público conocimiento la enfermedad que tuvo a maltraer al defensor, el mismo que levantó la Champions por un gesto de grandeza de Puyol, el que con Guardiola jugó siempre, porque para el entrenador era más importante la situación personal del jugador que el rendimiento del equipo: “Tú decides cuándo dejas de jugar. Yo no pienso quitarte de la alineación. Estarás siempre entre los once elegidos. Por mí, jugarás siempre”. Gestos así transformaron a Guardiola y Barcelona en campeones de la vida, porque hay cosas más importantes que ser valientes jugando al fútbol.
Pep es un entrenador perfeccionista, es real que estudia a los rivales y mira vídeos, cambia, cambió y cambiará de dibujos tácticos, pero siempre manteniendo una idea, que la defiende con pasión, porque así trabaja. Trabaja sabiendo que va a ser difícil igualar lo que ya hizo, porque no todo es ganar siempre, porque lo que te hace crecer es la derrota, tanto en la vida como en el fútbol.
Guardiola dijo que prometer títulos sería un error, pero el día que llegó afirmó que la iban a pasar bien, se ganó la admiración del mundo en consecuencia del juego. Y por medio del juego llegó todo eso que Pep no había prometido: Ascenso con el Barcelona B (2008), tres Ligas (2009-2010-2011), tres Supercopas de España (2009-2010-2011), dos Copas del Rey (2009-2011), dos Champions League (2009-2011), dos Supercopas de Europa (2009-2011) y dos Mundiales de clubes (2009-2011). Quince títulos en cinco años no son casualidad, todo es consecuencia de la identidad, de la defensa del juego. Las copas se pueden lustrar con un trapo, lo que importa es de que manera se llegaron a ellas, el cómo. Pep se ganó el respeto de todos y gracias a él una generación de Barcelona será eterna.
“Soy quien más pierde. Os dejo en las mejores manos posibles. El cinturón me aprieta y me lo desabrocho, pero vosotros no teneís qué hacerlo. Os deseo mucha suerte”. Así se fue Pep de Barcelona, de su casa. El más ganador de la historia blaugrana se estaba despidiendo, para tomarse vacaciones porque estaba vacío, ahora se quiere volver a llenar, en suelo alemán. Será un nuevo desafío, ser líder en un equipo que gana casi siempre. Mañana no se jugará un partido más, se enfrentará el corazón de Pep, la obra más bella, contra el futuro, el papel blanco en el que empezará a dibujar.
Barcelona-Bayern Munich. Bayern Munich-Barcelona. Una final anticipada para alquilar balcones. De acá puede salir el campeón, quizás no, pero lo que importa es que se vuelve a hablar de fútbol.
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