El semáforo pasa de verde a rojo pero a nadie le importa, nadie lo mira, está obsoleto. Hay un corte total del tránsito en la Av. Córdoba desde la altura de la plaza Houssay y dobla en Callao, el corte sigue por ahí, como una serpentina que desemboca en el Ministerio de Educación. A las columnas de defensa no las corre nadie, caminan a su propio ritmo. Es una marcha lenta, cada cinco minutos la masa de estudiantes embanderada en distintos colores avanza unos pasos y vuelve a quedar ahí; entre voces que devienen en diálogos y cantos, avispados que llevaron mate y mucho bombo y redoblante, un “disruptivo” saca un libro de Immanuel Kant y nadie se corre (tomá, Fantino), aunque llama la atención: ¿ahora te vas a poner a leer?
Banderas de diferentes asociaciones gremiales y universidades colorean el panorama, que por la masiva adhesión presenta un clima ameno. La bandera amarillo fuerte de MILES (Movimiento Nacional Latinoamericanista Estudiantil) resalta con el verde de FEDUN, que nuclea varias asociaciones docentes de diferentes universidades: IUNA, UNLA, UNLZ, UNDAV, UNLAM, entre otras. Dos chicos que caminan entre la gente utilizaron su cuerpo para dar un mensaje aún más contundente: ella tiene las manos extendidas hacia arriba, maniatadas a un libro y una cinta en la boca; él tiene dos libros encintados en las orejas. Más claro, échale agua. Entre ellos deambula uno con un racimo de globos negros; por allá se escucha: “Olé olé olé olá no tengo cuentas en Panamá, soy estudiante, quiero presupuesto ya” y contrasta con el comentario de un muchacho que dice al pasar: “yo lo voté y ahora estoy acá”.
La marcha impone un tema de conversación, fueron horas de elucubraciones y análisis sobre lo que estaba pasando, sobre la importancia y la calidad de la universidad, sobre la movilización que hay. Poner el cuerpo es muy importante, en este caso comunica tanto como hablar: el cuerpo como una declaración, como una defensa. Lo que sucedió ayer fue la puesta en escena de una masa docente-estudiantil que se colocaba a la altura del Ministerio de Educación y le disputaba la decisión sobre el presupuesto (salarial y universitario), decisión que puede llevar a la imposición de no poder volver a poner el cuerpo en la universidad. La lucha cuerpo a cuerpo se transforma en simbolismo pacífico y en una tensión constante, en intentar tirar la cuerda para el lado que más peso tiene: eso es democracia, ¿no?
Ayer éran miles, y no. No sólo fue una marcha de la UBA. Una señora, en un guiño de apoyo, sale a su balcón de la Av. Córdoba y cuelga una bandera que dice “Todos x la UBA”. Este sentido común tiene calce en los números: quienes asisten a la UBA son la primera minoría del estudiantado a nivel nacional y llegan a juntar 320.000 personas de los 1.480.000 alumnos de universidades nacionales. Algunos le hacen gestos cómplices, y por lo bajo se desparrama un murmullo de enojo-molestia: ¿por qué se sigue insistiendo en reducir el reclamo?
Adjudicarle la marcha a sólo una de las facultades nacionales es minimizar el reclamo, por más que se relacione la problemática que sigue en pie con la universidad más grande de Argentina. Este doble filo reduce el problema salarial y presupuestal, de cincuenta y cinco facultades, a una. Y por otra parte, invisibiliza (porque directamente se las niega) aun más la posición de por ejemplo, las facultades del conurbano, que tienen la función de democratizar educativamente aquellos espacios dónde los niveles de jóvenes que no estudian ni trabajan son preocupantes, y además por el simple hecho de poder desarrollar una carrera en una facultad más cercana al hogar sin tener que viajar mucho tiempo, ni gastar tanto dinero, con un régimen distinto de ingreso (concretamente, sin CBC), lo que genera mejoras personales y laborales.
Julia (20), estudiante de Sociología en UNSAM (Universidad Nacional de San Martín), dice: “A la marcha vine porque me parece fundamental que la educación sea pública y gratuita. Por más que las universidades no cuentan con un carácter obligatorio, sí es parte de nuestros derechos poder formarnos para de esa forma adquirir poder. La marcha me da orgullo, especialmente por pertenecer a la UNSAM. En este último tiempo me estoy dando cuenta lo importante que es la apertura de las universidades del conurbano, y lo necesario que es que éstas se mantengan y se sigan construyendo.”
Si hay algo homogéneo en todo este caos, es el reclamo salarial y el reclamo presupuestal. Tan hondo caló la exigencia que Conadu, FEDUN, UDA y ConaduH aunaron fuerzas y convocaron a marchar juntas, inédito desde el 2001.
La democratización educativa, en su arista universitaria, comprende un trabajo constante y a largo plazo: aún queda mucho camino por recorrer, muchos estudiantes por integrar. Desde hace 98 años la Argentina viene recorriendo un camino de inclusión educativa, con sus altibajos y fluctuaciones dependientes de las políticas de Estado, y su prioridad en la inversión. En 1918 la Reforma Universitaria estableció bases que se mantienen hasta hoy: el co-gobierno estudiantil; la gratuidad de la enseñanza superior; libertad de cátedra; docencia libre, entre otras. La Reforma legó también la enseñanza de la movilización: el modo que encuentran las masas que basan su poderío en el número y no en el peso relativo, de hacerse oír.
Referido a esto, Néstor Di Millia, docente del Colegio Nacional de Buenos Aires y titular, explica: “Hace diez días se realizó la última mesa paritaria y la última oferta es un aumento del 15% en el mes de julio, otro 5% octubre y 11% diciembre. Muy alejado de la oferta que estamos hablando, que es el aumento del 40%. Pero tengamos en cuenta que a los bancarios les ofrecieron un 33% los primeros días del mes de enero, a nosotros nos están dando la primer cuota recién para cobrar en el mes de julio”.
La marcha de ayer tuvo dos anclas: por una parte, la resolución inmediata del salario docente y la situación de los convenios colectivos de trabajo; por otra, el aumento del presupuesto universitario, que de entrada iba a ser del 0%, es decir: no iba a haber aumento aunque aumentaron la luz y el gas.
Las depresiones que ha experimentado la universidad pública van en consonancia con los gobiernos conservadores. Un ejemplo es la conocida “noche de los bastones largos” en 1966, con Onganía al poder, que si bien el país venía de una época dorada universitaria regida bajo los principios de la Reforma de 1918, los militares cometieron un atropello físico y simbólico hacia la facultad e irrumpieron con violencia, sobre todo en las facultades de Exactas y Filosofía y Letras de la UBA. A partir de allí hubo un vaciamiento materializado en despidos y baja de presupuesto para la investigación.
Con el retorno de la democracia, de a poco la universidad fue ampliándose. Entre 1960 y 2010 se construyeron 39 universidades nacionales.
Juan (22), estudiante de Comunicación en la UNLP manifiesta: “Vine a la marcha porque me parece importante como estudiante salir a reclamar por esto que es un ataque directo a la educación pública. Uno que venía siendo prioridad en los últimos años, que tenía una contención del estado, ahora no la tiene. Es importante la unidad del claustro estudiantil, docente y no docente”.
Por ahí hay un cartel que dice: “Si la educación pública te parece cara, probá con la ignorancia”. Hay un lamentable sentido común mal intencionado que mezcla a la juventud estudiantil con simples actores estructurados por una enseñanza que no los hace ser críticos y que además, es exitista: sólo se gradúa el 20-30% de los ingresantes. Razón por la cual hay que recortar el presupuesto, no invertir, no aumentar el sueldo docente.
La educación universitaria que tenemos hoy en día, está a años luz de la que queremos. La población argentina, según estudios realizados en el 2015, data que el 30,8% está constituido por mujeres y hombres de 15 a 34 años. El 4,3% de éste total matizado, teniendo en cuenta que a partir de los 17-18 los jóvenes finalizan el secundario, asiste a la universidad. Y un 3,4% del último porcentaje, estudia en facultad pública.
Es necesaria mayor democratización: desde inversión materializada en becas, más universidades en diferentes puntos del país, mejor educación pública primaria y secundaria; en síntesis, mayor inclusión.
La educación pública no se vende, se defiende.
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