Eran jóvenes militantes de distintas agrupaciones, que se habían manifestado aquel día por el boleto estudiantil. Fueron torturados y enviados a centros clandestinos de detención. El “operativo” estuvo a cargo del General Ramón Camps, y llevado a cabo por el Batallón 601 del servicio de Inteligencia del ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires. A este episodio oscuro de nuestra historia se lo denominó: “La Noche de los Lápices”.
Ser pibe, y hacer política, ayer
Durante la última dictadura cívica, militar y clerical, que sufrió nuestro País, ser pibes y tener participación política, era sinónimo de peligro y de condena. El proceso de “Reorganización Nacional”, se encargó de hacer de la palabra “política” una “mala” palabra, e instalarla como tal en la mesa de la sociedad argentina. La militancia, para aquellos que pretendían un modelo de país sometido, esclavizado económica y políticamente, molestaba mucho. A los y las jóvenes militantes, se los tildó de delincuentes peligrosos, de altaneros que atentaban contra el orden social, de terroristas. En consecuencia, se llevó a cabo un plan macabro: se los persiguió, se los secuestró, se los torturó, asesinó y desapareció.
La dictadura intentó arrasar con ese motor, la juventud, capaz de torcer la historia, cambiarla y escribirla. Quiso llevarse puesta la alegría de poder hacer política, el amor y los sueños. Diezmó a toda una generación posterior, a las de los 70.
La Noche de los Lápices fue el puntapié para el genocidio, y el sufrimiento que vendría más adelante. En aquel momento, todavía, no era fácil darse cuenta de la inminente aberración que se vendría, pero el gran Rodolfo Walsh escribiría la Carta abierta a la Junta Militar, donde anticiparía, y pondría de manifiesto, lo que iba a implicar la dictadura.
Des-armemos y re-escribamos.
Es interesante, e imprescindible, que revisemos la idea que se instaló durante los años de una democracia renacida y todavía débil, sobre aquellos y aquellas jóvenes desaparecidos, y sobrevivientes, acerca de que eran unos niños inocentes, que tan solo peleaban por el boleto educativo. Esos pibes y pibas: María Clara Ciocchini, Claudio De Acha, Horacio Ungaro, María Claudia Falcone, Francisco Muntaner, Daniel Racero (ellos 6 desaparecidos) y Emilce Moler, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Caloti, no eran inocentes, políticamente hablando, y su lucha no radicó solo en el acceso a la educación; pelearon por una Patria más justa, más soberana. Transformaron el silencio, mediante sus convicciones, sueños e ideas, en acción. Entendieron que para poder cambiar aquella realidad que les tocaba vivir, se requería de compromiso cotidiano, valor y pasión. Había que poner el hombro por el otro, verlo.
Durante la época de la Amnistía, el Indulto y el Punto Final, se intentó relativizar lo que sucedió, despolitizando un episodio cargado de política. La Noche de los Lápices, no ha sido un hecho aislado, circunstancial, en la historia Argentina.
Ser pibes, y hacer política hoy
A partir del año 2003, gracias a la lucha de los distintos organismos de DDHH y una firme decisión política, se reconstruyó un Estado con pilares fundamentales como la Memoria, la Verdad y la Justicia. El 24 de Marzo del año 2010 el ex Presidente Néstor Carlos Kirchner, pidió perdón en nombre del Estado, por todos los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura y le exigió al Jefe del Ejército descolgar el cuadro del dictador y genocida Jorge Rafael Videla en la Ex Esma. Una bisagra histórica y política, sin precedentes. Así, comienza la discusión del presente de una nueva generación, que invita a la anterior, la diezmada, la descreída, la lastimada, a volver a participar para poder articular, ejercitando la memoria colectiva, el hoy con el ayer.
La juventud ha vuelto, no solo a hablar, sino a hacer política. Hoy los jóvenes militan con alegría, con amor y convicción, esa razón de ser que aquellos tiranos del pasado intentaron enterrar para siempre. Hoy se disputan espacios, se discute, y se problematiza, para seguir ampliando derechos. Son protagonistas de su propio futuro, acompañados de un Gobierno que fomenta su crecimiento y desarrollo, a través de medidas y políticas públicas, como el Voto Joven y el Plan PROGRESAR, por citar algunos ejemplos.
A diferencia de aquellos años oscuros, cuando los centros de estudiantes debieron pasar a la clandestinidad, hoy, cada 16 de Septiembre, los alumnos de la gran mayoría de instituciones educativas marchan por las calles, otro espacio público recuperado por el Pueblo, de cada rincón del País, demostrando que los lápices siguen escribiendo la historia, que siguen luchando, consolidados y con más de 30 años de democracia institucional encima, para poder satisfacer nuevas demandas y necesidades; pero también, marchan porque es necesario recordar para que nunca más vuelva a suceder.
La juventud se ha vuelto a poner en marcha, cumpliendo los sueños de los y las compatriotas que el terrorismo de Estado mató y desapareció, acompañando la voluntad política de un Estado que ha promovido el enjuiciamiento, y cárcel común, para los responsables, la búsqueda y restitución de los nietos recuperados. Ya son 117 alegrías que se encuentran con aquellas mujeres, ejemplos de lucha, constancia y amor, nuestras Abuelas y Madres.
Día Nacional de la Juventud
En el año 2006, siendo Presidente Néstor Kirchner, se envió al Congreso Nacional el proyecto de ley que pedía que se establezca el 16 de Septiembre como el Día Nacional de la Juventud, en homenaje a los jóvenes de La Noche de los Lápices, pero recién en el año 2012 recuperó estado parlamentario, después de que en su momento no se había avanzado y el año pasado, finalmente, pudo ser promulgada como Ley. Al respecto, Leonardo Grosso, Diputado Nacional del FPV por la Pcia de Buenos Aires, manifestó: “Que el Día de la Juventud sea en homenaje a estudiantes secundarios que dieron la vida por un proyecto de país diferente es una reivindicación histórica a ellos y un llamado a todos los chicos y chicas a participar y comprometerse con su pueblo y su futuro”
La Escuela de la Democracia
Bajo la consigna: “Los jóvenes no estamos en emergencia, seguimos de resistencia” el año pasado marcharon por las calles del centro de la Ciudad de Córdoba, jóvenes de distintas escuelas, y allí está la clave para poder discutir la educación de hoy y las condiciones en las que se enseña y aprende. Tanto en la Provincia antes mencionada como, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires (CABA), estudiantes y profesores siguen reclamando por los problemas de infraestructura y las situaciones edilicias de muchos establecimientos educativos, como también, por el déficit en el presupuesto que reciben y la necesidad de reformas en las curriculas. Estas son algunas de las demandas nuevas que tiene La Escuela actual, la de la democracia.
Es decir, todavía falta mucho por mejorar, pero si la democracia no existiera ni docentes ni alumnos podrían realizar tomas, marchas, reclamos como formas de resistir y pelear para continuar avanzando. A 40 años de una educación democrática, como sociedad, debemos apoyar y acompañar el compromiso de los jóvenes, quienes se asumen como sujetos involucrados en las distintas problemáticas que aún nos atraviesan, y su convicción combativa. Debemos apostar por una enseñanza multicultural, latinoamericana, sin estructuras de supremacía de poderes, más bien roles definidos que puedan interactuar generando una idea y vuelta entre la enseñanza y el aprendizaje, y que sus valores sean los de la libertad, la crítica y la reflexión.
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