En medio de la jornada nacional de movilizaciones para pedir la aparición con vida de Santiago Maldonado, El Bolsón fue centro de las miradas por los incidentes y la represión posterior, a poco más de 100 km de donde fue visto por última vez el joven.
Si algo necesitaban quienes buscan desviar la atención de lo ocurrido el 1 de agosto en el Pu-Lof de Cushamen (Chubut) era generar una situación de pánico y violencia. Se advertía desde temprano en todas las marchas y concentraciones a lo largo y ancho de la República Argentina.
En El Bolsón se había convocado a una radio abierta a las 15 horas que transcurrió con normalidad entre testimonios y música para ambientar la espera a la movilización. Las consignas eran claras, se reclamaría pacíficamente por la aparición con vida de Santiago, que fue visto por última vez cuando era rodeado por agentes de Gendarmería Nacional tras una brutal represión a una protesta por tierras mapuches. Se partiría a las 17 hs hacia el destacamento de las fuerzas de seguridad, y así ocurrió. Con la llegada de gran cantidad de gente arrancó la marcha que reclamaba la aparición de otro desaparecido en democracia, desaparecido forzosamente como indica la carátula de la causa judicial.
El clima era espeso desde temprano porque se habían visto llegar varios móviles de la Gendarmería al pueblo, sumándose otros provenientes de localidades cercanas a los que ya se encontraban. “Era obvio que nos estaban esperando” fue la sensación expresada por una testigo ante las consultas por lo ocurrido.
Durante el camino se fueron pegando carteles de la causa, muchas caras de Maldonado por todas partes para que todos y todas lo tengan bien presente. Al llegar al destacamento un grupo de aproximadamente cuarenta personas se desprendió de la columna de gente que había acordado regresar de manera conjunta, unidos tras la bandera central por la ruta. Las personas que se alejaron bajaron a la calle paralela en la que se encuentra el destacamento de Gendarmería, donde ya se encontraban una gran cantidad de oficiales con sus escudos. Pese a los reclamos de la mayoría para que volvieran a donde estaba el resto de la marcha, las cuarenta personas se mantuvieron aisladas. En medio de un clima ya enrarecido aparecieron cuatro personas sumamente encapuchadas corriendo por la calle lateral a la ruta y enseguida se oyó “¡son infiltrados, son infiltrados! ¡No estaban en la marcha!”.
Ya la situación estaba completamente desvirtuada por una técnica habitualmente utilizada por servicios de inteligencia, mientras que otro grupo de personas había ido decididamente a frenar a los recién llegados. La respuesta de los que acababan de arribar al lugar fue amenazar y golpear a quienes intentaron detenerlos para no empañar la lucha. Ante los pedidos del resto de los manifestantes de que se quitaran las capuchas para identificarse y demostrar que no se estaban infiltrando respondieron con excusas como que no podían ser vistos porque eran testigos protegidos, amigos y familiares cercanos de Santiago, aunque estos últimos estaban en ese mismo momento preparándose para dar un discurso ante unas 250.000 personas en Plaza de Mayo, Capital Federal. Tras la tensión con las personas que no pudieron detenerlos comenzaron las pedradas contra el local de Gendarmería. También se tiraron algunas bombas molotov, aunque fueron dirigidas a un espacio vacío donde no había ni oficiales, ni inmuebles.
Predecible como un cuento de primaria con su introducción, nudo y desenlace bien marcados, todo encajaba perfectamente para lo que necesitaban las fuerzas represivas: mostrar una gran manifestación pacífica como un hecho violento. Como un local atendido por sus propios dueños, el servicio fue completo y tras los ataques de las personas que se habían infiltrado la Gendarmería lanzó gases lacrimógenos tanto contra estos cuatro como contra el grupo que se había alejado primero, desmadrando toda la situación. Con muchos gases cercando al resto de la movilización y cada vez más oficiales de cara al pueblo, muchas personas debieron correrse de su lugar original. Curiosamente los cuatro que desataron el problema, los que generaron las imágenes que se reprodujeron por televisión para todo el país y le dieron entidad al discurso represivo oficial huyeron y doblaron en la esquina de Gendarmería.
Este relato de los hechos realizado por Rock ‘N Ball pudo lograrse gracias al diálogo con testigos directos de lo ocurrido. Lejos de los fantasmas que se quisieron y quieren agitar desde el relato estatal, la marcha a un mes de la desaparición forzada de Santiago Maldonado en manos de una fuerza represiva nacional fue social, fue cultural y por sobre todas las cosas fue pacífica. Pese a los intentos de infiltrar personas para ocasionar disturbios, pese a lo que se anuncia por las grandes cadenas de medios, pese a lo que dicen funcionarios del gobierno nacional, el pueblo de El Bolsón se movilizó para preguntarle en la cara a la Gendarmería: ¿Dónde está Santiago Maldonado?
Por Patricio Serale
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