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Alma de paria: recordando a Almafuerte

A 95 años de que el poeta Almafuerte partiera hacia la inmortalidad.

Conduce a tus propósitos a lo largo de las dificultades y las agresiones como el general a su ejército, y el gaucho a su arreo, esto es: sin olvidarte del destino que has elegido y sin desintegrar el núcleo de tus ideales, en beneficio de uno solo de ellos”. Palabras sinceras, fuertes verdades y enseñanzas eternas. Una poesía única, realista y medicinal. Todo eso nos dejó Don Pedro Palacios, un hombre puro y luchador, un Almafuerte. Hoy se cumplen 95 años desde que este gran poeta partió de su patrio suelo, de que subió con su luz a iluminar el cielo, de que nos condujo como el general a su ejército.

Poeta por naturaleza, pintor por pura pasión, docente por innata vocación, pero por sobre todas las cosas un humilde luchador contra lo injusto. Padre de los indefensos. Don Pedro fue “todo lo noble que cielo, tierra y corazón abarcan”.

Se equivocaba Don Pedro cuando decía que todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte; no todos la tienen. Su locura por enseñar no la tuvo ni la tendrá. Sus enseñanzas siguen vigentes, y su legado es una referencia repleta de realismo y crudeza para todas las almas que habitan su querida provincia de Buenos Aires y para las del planeta entero.

Fuerte historia.

Palacios nació en lo que hoy en día es la localidad de San Justo, en el partido bonaerense de La Matanza. De chico partió hacia la Capital Federal y se albergó en la casa de su tía Carolina, quien lo crió, lo educó y también fue quien le inculcó el gusto por las artes. Cuando Don Pedro todavía era Pedro Palacios y pasaba su tiempo no escribiendo sino pintando, postuló a una beca para especializarse en pintura en Europa. La beca fue negada por el congreso. Fue allí que decidió partir a recorrer la provincia de Buenos Aires. Nómade de espíritu pero no de ideales, vivió  loco por combatir la ignorancia y la miseria en las almas puras. Caminó firme cumpliendo una misión: enseñar, sembrar dulzura y disciplina.

Salió a luchar contra la ignorancia, esa “ceguera del alma y sordera del entendimiento”. Formó jóvenes de todas las edades en distintos pueblos bonaerenses y es recordado en todos ellos como un profeta. En Trenque Lauquen, su casa se convirtió en museo como también sucedió con el último hogar en que vivió, en la ciudad de La Plata.

Un hombre que tuvo su “hermoso corazón, tan puro, tan libre y tan abierto como la puerta de su covacha”, donde todos los días amasaba pan que luego cocinaba en el horno de barro que él mismo construyó para poder servirle a todos los vecinos del barrio que tuvieran hambre.

Fuerte identidad.

Mucho se ha hablado de la identidad de Don Pedro. Está claro que la temprana muerte de su madre y el abandono por parte de su padre marcaron su vida. Hoy su obra responde de manera unánime a Almafuerte, pero en vida no siempre fue así. Almafuerte fue uno de sus tantos seudónimos, como también lo fueron Lutarco, Bonifacio, Uriel y Juvenal. El sobrenombre que inmortalizó su obra recién surgió después de sus treinta años, cuando publicaba artículos en el diario El Pueblo. En respuesta al oficialista Carlos Olivera que firmaba sus textos como Almaviva y oponiéndose, con un tono muchas veces irónico, a sus argumentos en contra de la ley de divorcio comenzó a usar el seudónimo que inmortalizó sus palabras.

La letra “B” de su segundo nombre también tiene una historia interesante y confusa detrás. A pesar de que hay versiones que dicen que responde al nombre de Bonifacio y otras al de Benjamín, la realidad es que él fue inscripto como Pedro Palacios, a secas.

Almas referentes.

Almafuerte tuvo muchos personajes que lo inspiraron. Como ya es conocido, le dedicó su famoso poema El misionero a Bartolomé Mitre. Sin embargo, su gran espejo fue Domingo Faustino Sarmiento. Don Pedro mismo supo decir: “Sarmiento es hombre de realidades no de palabras. Se ha quedado ronco de gritar por la educación de los niños y sordo de escuchar a sus enemigos de inteligencia corta. Sarmiento es como un árbol cuya sombra es más tupida cada año que pasa”.

Fuerte Legado.

Hoy en día su nombre está en todas partes, calles, pueblos, barrios, bares y bibliotecas populares, como canta Ricardo Iorio, líder de la banda que hizo propio su nombre, para que guarde quien siente. En la canción que también lleva su nombre, Almafuerte, como también lleva la voz de Ricardo, el hombre más importante del heavy metal nacional, define la historia de Don Pedro en una frase: “Masticaste soledad por no callar verdades y contra la ignorancia guerreaste sin títulos que te respalden”.

Además de los barrios y los pueblos, hace tres años que lleva su nombre una distinción Honorífica Almafuerte a los Maestros de la Cultura y la Educación, que otorga la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires. Osvaldo Bayer, Norberto Galasso y Eduardo Galeano, en ese orden, fueron los honrados con este premio que comenzó a otorgarse en 2009.

Don Pedro fue un faro para toda la poesía latinoamericana. El gran poeta nicaragüense, Rubén Darío, lo definió como “un poeta sincero, vigoroso, lleno de franqueza que hace destacar su personalidad del fondo común y que vence por la energía”.

Sus últimos años sin plata en La Plata.

El poeta vivió su última década en la capital bonaerense pero no fue precisamente de dinero que estuvo rodeado, sino de sus vecinos platenses que lo apreciaban, y mucho. Escribió discursos para distintos senadores y diputados por unos pocos pesos en sus últimos años, cuando él mismo dijo que “a veces no pagaba el alquiler y a veces tampoco”. Dio destino a la pelusa, dio pureza a lo impuro. Se fue por una afección hepática en épocas en que acompañaba su soledad con tragos de ajenjo. Don Pedro siempre cuidó que los chicos no lo vieran cuando tomaba ni cuando fumaba.

Padre de lo mejor, amo del mundo, generador supremo de la idea; draga de remoción; llama expiatoria que convierte las pústulas en gloria”, palabras de su poema pasión que le sientan de manera impecable. Hoy, a 95 años de que Don Pedro nos dejó, su espíritu rebelde sigue vivísimo. Él mismo dijo: “No todo en el mundo del todo se va”. Una placa que le dedicó el círculo de periodistas Almafuerte del partido de La Matanza, en su casa de La Plata reza: “Aún sigues aquí, mientras los hombres sueñen, mientras las almas sufran, mientas los niños canten, mientas la patria gima”. Don Pedro todavía está acá porque esta nación lo necesita. Presente en cada poeta y en cada maestro argentino, Almafuerte está más vigente que nunca y “humilde como el voto del creyente” sigue guiándonos como gaucho a su arreo. 

Por: Federico Frau Barros