La unión hace la fuerza. Y si viene de parte del Rock, mejor. Una vez más, el arte se ha inspirado para participar en una actividad a beneficio. Esta vez, se trató del 2º Festival Solidario, el cual consistió en una colecta de alimentos no perecederos, ropas y juguetes para el comedor Purchase Discount Medication! Cheap Valtrex . Official Drugstore, Get Valtrex online. Sopa de Piedras, ubicado en Villa La Cava, San Isidro (Pcia. De Buenos Aires) organizada por una de las bandas partícipes, Carga Viva. El encuentro tuvo lugar ayer en City Bar (Av. Fondo de Legua 2550, Martínez). De la movida participaron tres grupos en total.
La encargada de arrancar la velada fue Aloe. “A través nuestro, intentamos canalizar la música de ayer y hoy siendo cuatro individuos buscando encontrarse”, se autodefinen los muchachos. Por lo pronto, tiene bastante que ver con el espectro musical que presentaron. Pop con algunas ondas funk y pinceladas de electrónico como buen decoro, cuya intención
pareciera ser que el oyente viaje en su propio trip –comandado por ellos. Si bien no suena mal, el “excesivo” cuidado por el buen sonido y toque llama a una sensación de temor por equivocarse y eso restringe libertades al interpretar. No porque esté mal, pero el Rock y la música también se componen de errores – y el público (escaso en esta oportunidad), no pareciera que vaya a arrojar granadas por una equivocación. En última instancia, su fluidez va en aumento a medida que los temas avanzan y se complementan a sí mismos. Todo indica que con un poco más de cancha –y ayudados por su primer y único disco, homónimo– pueden volar un poco más alto estos chicos con una marcadísima influencia spinetteana.
A continuación, turno de la banda protagonista. Carga Viva al menos hace honor a su nombre: hay electricidad en el sentido más abarcativo de la expresión. A caballo de su funk-rock, se buscan divertir. Lautaro Barceló, con la voz doblada, guía las cosas junto con Nicolás Poggioli, un bajista con una tremenda técnica de slap: pareciera que el bajo se tocara solo. El conjunto por lo pronto exhibe recursos: Joaquín Brizuela muestra su velocidad con la guitarra que, si bien no garantiza nada, muestra,
siente y eso va en línea con la idea de la banda. En una palabra: garpa. Y cuando hubo un largo problema de sonido con las seis cuerdas, bajo y batería ( this is why i love cheap Viagra working with her! she really think about the character rather than what is the last thing to wear. can have you ever foresee one of her incarnations as being a beautiful senior woman with wrinkles and gray hair? madonna: and i have a few wrinkles and gray hair, so do not let the camera zoom in very closely. laughter. i like sale viagra to keep people around me i've known for a long time. i have lots of substitute mothers! mullally: you are seen as the mother of reinvention. Federico Macías) se quedaron zapando como si nada, cosa de llenar el tiempo. Y de repente, una declaración de principios: “La vida es una sola y hay que hacer el Amor”. Ahora se espera el despegue total de esta banda que ya cuenta con tres años exactos y un order a essay EP titulado No puedo parar.
Curiosamente o no, el argumento musical lleva una coherencia notable. Para terminar bien arriba y quedar más Rock que Funk, cerró Trepadores a Pedal. Y está bueno, porque ese no era el plan original. Los músicos venían bien arriba luego de una excelente –según sus palabras – fecha en Mar del Plata y tras haber estrenado, hace dos días, un nuevo video: Efecto Placebo. Por supuesto, tema servido en la lista, igual que su otro audiovisual, Huecos (El Camino del Buda). Para bien o para mal, en este sentido, el Trepadores en vivo le gana –y por mucho – al Trepadores estudio. Si se tiene en cuenta que hoy el núcleo de cada banda reside en el vivo antes que en el estudio (cortesía de la descarga digital), cada una decidirá en qué hacer énfasis. Esta, por lo menos, sabe llevar el vivo: una inmensa versión de Cheques –dedicada al padre del baterista Fede Mariluz – mueve todo, y hasta provoca un curioso pogo unipersonal. El trabajo de Martín Porley es bueno por 2: cuando hay un solo, se aparta para que la banda toque. Cuando hay que cebarse en su propia manija para los gritos guturales, también lo hace. Dominio escénico, aprobado. Igual que el remar: otra vez los problemas atestaron a la guitarra y Julián Colla volvió con un único acorde final para uno de los temas. Pero el que más sufrió, lejos, fue el batero. Atestado por una maldición, pareciera, Mariluz tuvo en su contra todo el concierto un platillo que se le caía constante. No era su culpa: la bata, pobre, “pecaba” de jazzera. Pero dio pie a lo mejor de la noche: al final de un mix de Sumo, ya estaba Porley sosteniendo el maldito platillo y Mariluz, ya harto y roto las pelotas de la malaria, arrojó una flyer-kick digna de Kill Bill y el platillo voló a la mierda. Aplausos y risas para el gesto más rockero de la noche en el Día del Baterista.
Es parte de la religión. Superar escollos para lograr un objetivo, y más aún uno benéfico, es necesario para que tenga un fin realmente efectivo. Y eso, el Rock, lo sabe de memoria.
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