Rock

Stud Free Pub, una buena historia

El 28 de enero a las 22hs se estrena el documental "Stud Free Pub, una buena historia". Se podrá ver gratis en la plataforma de streaming www.comundadcinefila.org A través de testimonios de los músicos que pasaron por el mítico bar porteño de la década los 80, material de archivo y los recuerdos de los que fueran sus tres dueños, el documental reconstruye el paisaje de la escena del Rock Nacional post dictadura.

Stud Free Pub
Stud Free Pub

Hagamos un doble viaje. Recorramos de manera ascendente la Avenida Libertador. Mientras la altura sube, retrocedamos en el tiempo. Nuestro destino es Avenida del Libertador 5665 en el año 1982. Cuando atravesemos el túnel que está llegando a la calle La Pampa, en vez de grandes edificios, nos vamos a encontrar con los vestigios de una vieja villa, algún descampado y varios studs donde descansan caballos de carrera.

Sobre el final de la dictadura militar, el Bajo Belgrano era un barrio diferente al que es hoy en día. Existían algunos edificios, pero todavía se mezclaban la clase alta con los antiguos habitantes de la villa barrida antes del Mundial 78, aquella donde naciera René Houseman. En uno de esos viejos studs para caballos, se abrió un bar: el Stud Free Pub. Mantuvieron la vieja estructura donde descansaban los equinos. Los boxes donde la gente se sentaba eran los antiguos lugares donde se ubicaban los caballos. La idea original era que fuera un bar para ir a tomar algo, pero en pocos años se convertiría en uno los principales lugares del rock y pop de la post dictadura.

Soda Stereo
Soda Stereo

Al principio tocaban algunas bandas chicas. Sonaban como música de fondo de las charlas. Las ofertas para poder tocar no eran muchas. Entre las bandas que se acercaban, había una que hacía sus primeras experiencias en la Ciudad de Buenos Aires: Patricio Rey y sus redonditos de ricota.

La guerra de Malvinas trajo involuntariamente un gran cambio en la escena de rock y pop porteña. Estaba prohibido pasar música en inglés en las radios. Rápidamente, esas bandas que estaban confinadas a algunos antros de la ciudad y los alrededores, empezaron a ser codiciadas por las discográficas. “Los productores venían con una red mediomundo para llevarse músicos”, recuerda en el documental Richard Coleman.

Los dueños del Stud, Carlos Del Río, Claudio Izsak y Raúl Romeo, entendieron el contexto. El bar dejó de ser un lugar para ir a tomar algo y se transformó en un espacio para ir a escuchar algo. La bola se empezó a correr. Los músicos se acercaban, les daban una prueba y si la banda gustaba les daban una fecha.

Un sábado la banda que tenía que tocar se cayó a último momento. Mientras tanto, tres amigos estaban festejando en Núñez. La noche anterior habían dado su primer recital. Golpearon la puerta. Alguien les propuso ir a tocar en lugar de la banda que no podía. Se subieron al auto, juntaron los instrumentos y fueron al bar. Era el segundo recital de Soda Stereo. A los dueños del Stud les gustó la propuesta y les ofrecieron una fecha al mes siguiente. Cerati, Bosio y Alberti aceptaron. A su tercer show fue a verlos un representante de la discográfica CBS. Cuando bajaron del escenario les ofreció su primer contrato.

Patricio Rey y Sus Redonditos De Ricota
Patricio Rey y Sus Redonditos De Ricota

Así como Soda, por el Stud pasaron: Sumo, Viudas e Hijas de Roque Enroll, Charly García, Sueter, Los Encargados, Fricción, Fito Páez, Miguel Mateos, David Lebón, Los Enanitos Verdes, Miguel Mateos, Horacio Fontova, Claudia Puyó, Celeste Carballo, Madre Atómica (la formación de Vadalá, Morelli, Fontana y Epúmer), Melingo, Ruben Rada o Pipo Cipolatti. Y bandas que no quedaron en el recuerdo popular pero dieron origen a otras que sí: Los Pillos y Cadillacs 57, se transformaron en Los Fabulosos Cadillacs; Camouflage estaba compuesta por varios integrantes que luego formarían Los Pericos; Clap se dividiría en La Zimbabwe y La Portuaria. También otras menos recordadas como Autobús, Metrópoli, Los Casanovas, Alphonso S’ Entrega, Besos de Neón, Art Noveau o Trixie y Los Maníacos.

El Stud Free Pub lograba reunir rock, pop, new wave y los inicios del punk. Los jueves presentaban propuestas ligadas al teatro vanguardista. Los viernes era el lugar de los o las solistas. Los sábados estaban reservados para el plato fuerte del fin de semana. Los domingos para las bandas que recién comenzaban. Los músicos eran habitúes arriba de los escenarios o abajo. Todos coinciden en que no importaba quién tocara, iban igual.

Lo artesanal

El calor es inaguantable pero Pipo Cipolatti y Melingo lo soportan. Están recreando la serie “El túnel del tiempo”. Detrás de ellos hay un gran espiral que hacen girar antes de cada canción. Delante un celofán que, según adonde apuntan las luces, los deja ver o no. Al frente del celofán Hilda Lizarazu junto con otros músicos interpretan a los personajes de la serie mientras acompañan al dúo.

Las bandas buscaban darle su estilo al escenario. Con lo que tenían a mano, decoraban las paredes o el techo. Como Cipolatti y Melingo, Coleman tomó prestada una red de pescador de la habitación de su novia y la colgaron para darle un tono dark. Otra banda agarró los televisores de sus casas para ponerlos en la pared. De manera artesanal decoraban el escenario y promocionaban los recitales.

A finales del 83, con la salida de la dictadura y la llegada de la primavera alfonsinista, las calles de Buenos Aires se llenaron de afiches y grafitis. Los hacían y pegaban los músicos. Sobre una hoja en blanco iban poniendo papeles con dibujos, el nombre de la banda y la fecha y hora del concierto. Después los fotocopiaban y repartían por las paredes o los postes de la ciudad. A Juanchi Baleiron, por entonces integrante de Camouflage, le dijeron que un adhesivo efectivo y económico era la soda cáustica. La desparramaban sobre el afiche y luego usaban las manos para distribuirla. Baleiron se quemó los dedos y terminó tocando al fin de semana siguiente con la mano vendada.

Muchas bandas estaban integradas por laburantes. Ni los dueños del Stud Free Pub ni los músicos imaginaban un futuro con estadios llenos. Tito Fargo, guitarrista de Los Redondos, repartía pan. Usaba la camioneta del reparto para transportar los instrumentos. A veces también subía a los integrantes de la Hurlingham Reggae Band, quienes luego formarían Sumo, que le comían todo el pan en el trayecto. Los integrantes de Autobús, también cargaban los instrumentos en la camioneta con la que trabajaban. Al llegar al Stud se sacaban los mamelucos y se vestían para tocar. Al terminar, volvían a cambiarse, se subían a la camioneta y enfilaban hacia Moreno para seguir laburando.

Un pedazo de historia

“¡Las Malvinas son italianas!”, gritaba Luca Prodan. En el público no sabían si reírse del pelado ese con un colador para fideos en la cabeza o si tirarle algo. Todavía estaba fresca la guerra. Para la visión de Luca del mundo, nada estaba exento de ser tomado para la joda.

El escenario del Stud fue testigo de los primeros recitales de Sumo. En los camarines también se dio la primera entrevista televisiva de la banda. Tom Lupo convenció a los productores del programa que conducía para llevar unas cámaras y entrevistar al grupo. El primero en aparecer en la entrevista es Roberto Petinatto. El saxofonista devenido en conductor televisivo no quería hablar, su respuesta a la pregunta del conductor fue un zumbido. El segundo fue Ricardo Mollo, el guitarrista se había sumado poco tiempo antes a la banda. Si bien era del mismo barrio que varios integrantes, se terminó sumando por ir a verlos al Stud. Cuando Lupo le pregunta su nombre responde Alberto Troglio. Daffunchio también se cambia el nombre: “Ricardo Mollo”, responde. Finalmente aparece Luca con una peluca negra. Cuando se la quita, Lupo presenta “la brillante cabeza” del cantante. El conductor quería describir la pelada de Luca, pero sin darse cuenta dio una gran descripción de su inteligencia, aun cuando poca gente los escuchaba.

Fricción tenía diez canciones compuestas y pocos ensayos encima. Una tarde Fernando Samalea llegó con una propuesta: había conseguido una fecha para tocar. Richard Coleman le dijo que estaba loco, que no tenían repertorio. Decidieron hacerlo igual. En la búsqueda por ampliar la lista, Coleman recordó una canción de David Bowie. Había traducido “Héroes” para seducir a una compañera de colegio. Le dio el disco y una hoja con la letra traducida. La chica le devolvió el disco y la letra. Preparando el recital en el Stud, Coleman buscó la hoja con la traducción. Le mostró a Cerati y a Christian Basso los tres acordes de la canción y se largaron a ensayarla. Una noche de 1985 la cantó en castellano por primera vez en su carrera. Más de tres décadas después la sigue tocando en sus recitales.

Además de obras de teatro y recitales, en el Stud se organizaban fiestas o casamientos. Uno de esos eventos permitió tener imágenes que serían clave para el documental: el casamiento de Pipo Lernoud. Uno de los pioneros del rock nacional festejó su casamiento en el Stud Free Pub. “En esa época se usaba casarse vía Paraguay”, cuenta Pipo en el documental. Se trataba de firmarles un poder a dos personas que, a nombre de otras dos que se quedaban en Buenos Aires, firmaban los papeles del casamiento en Paraguay. Los festejos le permitieron tachar dos figuritas difíciles que le faltaban al Stud: Spinetta y Miguel Abuelo. En las filmaciones de la fiesta se puede ver al Flaco dedicarle unas palabras como un presentador de televisión a los novios, a Charly García bailando como Mick Jagger, cantando con Nito Mestre en una reunión improvisada de Sui Generis o a Miguel Abuelo leyéndoles un poema a Pipo Lernoud y su esposa.

Michel Peyronel había dejado Riff para irse a tocar a España. Pappo llegó al Stud buscando un baterista que lo reemplace. “Estábamos tocando y lo vimos a Pappo con una Gibson SG”, cuenta Jota Morelli, ex baterista de Madre Atómica. Pappo se acercó al escenario y le preguntó a la banda si podía zapar con ellos. Difícil decirle que no al Carpo. Terminaron de tocar un blues y Pappo le dijo a Morelli, “¿Pibe querés tocar en Riff?”. Morelli dudó. “Pibe si no me decís que sí te cago a trompadas”. Pocos días después los medios especializados en rock anunciaban el nuevo baterista de Riff: Jota Morelli.

“Sin el Stud, capaz el rock era otra cosa”

Damián Originario es el único que se animó a soñar con un documental sobre el Stud Free Pub. A los 18 años empezó a trabajar con Claudio Izsak, uno de los tres dueños del Stud. Años más tarde fue testigo de la primera reunión en décadas de los tres socios y se le prendió una idea. Había que recordar al Stud.

Primero pensó en un recital. Fueron al Konex a llevar la propuesta. Al salir entendieron que era imposible juntar a Soda Stereo, Los Redondos o los integrantes de Sumo. Entonces se le ocurrió un segundo plan. Llamó a Ariel El Topo Raiman, baterista de Los Pericos y director de cine, y le propuso filmar un documental. El Topo le dijo que estaba loco. Lo mismo opinaban los tres ex socios.

Damián se encargó de contactar a los músicos. Empezó por Clap. “Cuando mencionaba al Stud, al menos se daban vuelta para saber de qué iba la mano”, me cuenta Damián. “Cuando llego a Charly, al Indio, a Zeta (Bosio) dije ‘para para’, acá hay un material importante”.

“Con la película vi que el gran problema argentino es el archivo”. Así todo, en el documental se pueden ver fragmentos de recitales de: Sumo (con un tema inédito), Fricción o Clap; escuchar el mítico recital pirata de los Redondos; o asistir al ya mencionado casamiento de Lernoud. Originario no se quedó en lo fílmico. Fue al archivo gráfico. “Tuve que irme a los diarios, conseguir revistas Pelo, que hoy en día está online pero en ese momento no. Tuve que comerme tres años de la revista”. Querer evocar los recuerdos que le habían contado, llevo a Damián a vestirse de entrevistador, productor, periodista y hasta historiador.

“Capaz peco un poco de exagerado, pero para mí sin el Stud, capaz el rock era otra cosa”, es su respuesta cuando le pregunto que lo llevó a contar la historia del Stud. Exagerado o no, el objetivo está cumplido. Solo queda sentarse esta noche para ver Stud Free Pub, una buena historia.

Por Juan Stanisci especial para Rock And Ball