El 3 de noviembre Hipnótica ya había tenido una noche a puro festejo en un lugar mítico, como es el Teatro del Libertador, cuando recibieron el premio de la Cámara de la Industria del Espectáculo y Afines como “Banda del año”. Un mes y diez días después tuvieron otro festejo, otra fiesta: más propio e íntimo, donde pudo cantar el corazón y convirtiendo en mítico al Quality Espacio.
A menos de una hora del show, Hernán Ortíz y Nahuel Barbero estaban contestando las historias que subían sus fans a las redes. Es que estuvieron en todos los pormenores, desde que se confirmó la fecha, como también lo hicieron con los detalles de su nuevo trabajo, que lo hicieron en medio de la cuarentena y que necesitaban compartirlo con su gente. Una forma de abrazarlo y abrazarse en tiempos de distanciamiento social, pero no musical.
La previa estuvo a cargo del tandilense Zenón Pereyra, que tuvo “el placer de estar abriendo para los Hipno” con temas como “Bossanova”, “Baila Bach” y “El Velero”, para empezar a viajar – musicalmente- en la velada.
NAVIDAD HIPNÓTICA
El comienzo fue con el repique de bombo legüero mezclado con los sintetizadores de Domingo que, al igual que en el disco, nos introdujeron a un lugar del que no íbamos a poder volver: un lugar tan amplio musical y emocionalmente donde los guías fueron ellos dos, igual que lo hacen desde que se juntaron allá por 2008.
Las canciones presentadas en orden dieron lugar al primer corte de su última placa cuando sonó “Algo”, para entender que si hay algo -justamente- que confirma este disco es que lleva el nombre adecuado y que es un lugar donde se sienten a gusto y por ende transmiten lo mismo a la gente.
“Un montón de emociones juntas”, dijo Hernán quien se movía por todo el escenario, salvo cuando debía sentarse en el teclado. Mientras que Hernán confesaba: “es una locura todo esto para nosotros”. Estaban tan emocionados que hasta llegaron a decir que el 13 de diciembre empezaría a ser Navidad para ellos.
El deseo excelso en “Humedad”, “Fuego” y “Ciudad”, otro de los temas pegadizos que contó con la colaboración de Chiara Parravicini precedieron a “la canción más deforme de mixto”, como dijeron quienes comenzaron a cantar “KMKZ” o “Kamikaze”. Una especie de manifiesto de la banda: si es que el mundo se va a acabar, sólo queda jugársela. Y ellos ya lo están haciendo.
Los trances de la noche llegaron con sus últimos temas, empezando con “Cambiar”, para después llegar a “Potrerillo”. “Esperamos que les guste” dijeron, como si eso pudiese pasar. Es muy poco que nos guste. No nos deja de encantar ese tema. Uno que se comparten con el corazón en la mano: una canción que abriga, un instante que se recordará, mientras Luis Alberto Spinetta suene sampleado hablando del amor al prójimo.
El final de la primera parte del show, llegó con el último tema del disco. Y a la vez con una especie de confirmación sobre lo que es y será la carrera de ellos: “Uno aprende, el tiempo nunca para/ Y uno nunca para de entender”. Y con su música es más fácil aprenderlo y entenderlo.
AL FINAL TU VOZ ES MI DEVOCIÓN
De un blanco elegantísimo, y después de unos minutos donde se destacaron Pedro Luján en los multi instrumentos de cuerdas y Antonio Sosa en la batería, volvieron para seguir con el show y empezar un viaje por su carrera.
Los himnos de Hipno no tardaron en llegar, para sostener la vara altísima con la que venía desarrollándose la noche.
“Canción para despedirte” y “Así”, con la participación de Valentina Olguín contradijeron a quienes creen que las segundas partes no son buenas. Porque lo que siguieron fueron momentos muy, pero muy álgidos. Primero cuando sonó “Aprendiste mal”, con un mar de flashes de celulares apuntándolos para que agradecieran el “buen momento” y después cuando quisieron hacer “un experimento”. Para ello llamaron a Clara Agüero, Pepo Castro, Paula Emelí Rodríguez, Julián Gómez Cuello y Ramiro Álvarez Sánchez para que el silencio y el respeto estuviesen en su nivel máximo. “3 intentos”, solamente con tres micrófonos al frente, y la letra que tenía un eco hermoso cuando repetía “Veo algo brillando/ Voces cantando…”. Así fue ese momento: como ver voces brillando, algo así como “besos sin un final”.
Hernán preguntaría a la gente “¿Cómo hacemos para que pase más lento esto?”. Porque ese instante fue el argumento más contundente de su “Presente perfecto”. Escucharlos a ustedes debería haber sido la respuesta: “Escucharlos a ustedes, Como siempre”. Mientras “todo el universo cede a tu voluntad” como suena en “Lo que resista tu amor”, mientras los nos dejábamos llevar como diciéndoles “estamos elevando el vuelo”, cuando parecía que todo terminaba con Lo que dimos.
Para los bises, cuando sonó “Caída Libre” todo era una “situación cambia de color como una adicción”. No podíamos ni queríamos dejar de escucharlos y de sentirnos como nos hicieron sentir. Con sus voces siendo nuestra devoción, emulando la tapa de Mixto, donde están Hernán y Nahuel y solo hay luces de fondo. Es lo que pasó toda la noche, en cada una de las canciones y más cuando el final llegó con “Fluir”. Esa palabra que los define y los caracteriza intentando siempre ir más allá.
Eso, lo mejor que tienen: fluir sin dejar de ser lo que son. Porque pareciera algo atmosférico, pero a la vez muy sólido, yendo “dispersos al espacio”. Con la carrera que están llevando a cabo, con cada presentación en vivo, con esta manera de crear siempre recordando visitar el sentimiento, sin dejar de jugar, con el impulso de lo innovador. Con lo que se puede describir y con lo que no. Con la hipnosis que generan y generaron este lunes, en lo que pasa entre ellos y el público. Algo que no se puede poner en palabras
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