No es tan fácil juntar 10 voces que hablen sobre lo que fue el 21 de septiembre de 2006, el día que marcó el regreso de Callejeros a los escenarios. No es fácil porque recordar el día, el momento, el show, la previa, y el post para varios de estos protagonistas que abrieron su corazón o el “arcón de los recuerdos” para Rock ‘N Ball, es algo que implica sentimientos. Y no siempre es fácil lidiar con los sentimientos. De dolor, de alegría, de añoranza. Memorias, semblanzas, recuerdos, vivencias, anécdotas, personas, flashes, imágenes.
Todo eso se amontona en la mente cuando uno la empuja para atrás. Ya quince años para atrás. Más en una situación como esta. Por eso, valorando enormemente cada uno de estos testimonios, los invitamos a recorrer lo que sucedió ese día. A viajar en el túnel del tiempo. Apostamos a que, después de leer todos estos testimonios, será imposible que no se les haya hecho un nudo en la garganta, se les haya estrujado el corazón o se hayan quedado pensando, mudos, un buen rato. Después de todo, como dice León Gieco, todo está guardado en la Memoria.
Mailin Blanco (Sobreviviente, hermana de Lautaro Blanco, víctima de la tragedia)
La vida te pone en lugares y momentos inesperados. Después, qué hacer con eso ya es responsabilidad de cada uno. El 21 de septiembre me encontré entrando al estadio Chateau Carreras junto a mis papás, mis hermanos, mi marido y mis amigos, rodeados de periodistas que preguntaban: ¿qué sienten un día como hoy?, ¿qué piensan de las amenazas?, ¿creen que Lautaro está con ustedes? Era uno de esos momentos impensados, nosotros rodeados de periodistas, como si fuéramos el futbolista que metió el gol decisivo en el último minuto. Nunca, pero nunca, pensé que podía ser noticia asistir a un recital. Una vez que sorteamos a los periodistas, pude empezar a sentir, dejar de pensar. Los primeros acordes de “Señales” fueron pura emoción, pura felicidad. La felicidad de sentir que estaba terminando algo, y la paz de dejar ir a Lautaro. Atrás quedaban los periodista, o la policía que nos había requisado bolso por bolso antes de entrar al estadio. Atrás quedaban las amenazas, el odio, las injusticias, ese 21 de septiembre todos pudimos ser más felices. Disfruté cada tema, todos juntos nos abrazamos y cantamos “Imposible” en un solo grito “¡El éxito sera eterno, sera eterna la flor!”. Para muchos esa fecha solo volvió Callejeros, para mí esa fecha fue un acto de amor y confraternidad. Cuando terminó el recital nos subimos a la combi y repensado todo lo ocurrido volvió la pregunta del periodista: ¿creen que Lautaro está con ustedes? Claro que sí, estuvo Lauty, estuvieron todos “los invisibles siempre”, estoy segura de que estuvimos todos juntos terminando aquello que la corrupción y la codicia interrumpió. Porque el amor siempre triunfa, y porque la música no mata.
Daniel Cardell (Ex escenógrafo de Callejeros, sobreviviente de la Tragedia)
El 21 de septiembre del 2006, fue una victoria lograda, como todo logro de Callejeros, con mucho esfuerzo, dedicación y compromiso. Veníamos de que nos vulneraran nuestro derecho a trabajar en Tucumán primero y en Villa Mercedes después. Hubo amenazas hacia los productores: que si hacían tocar a la banda, ellos no producían más una fecha. Si bien la vuelta fue en Buenos Aires, en el Teatro de Flores en un ensayo abierto de los Jóvenes Pordioseros; esa no era la forma que queríamos. Pero fue la que pudimos en aquel momento, porque pretendían hacer creer que tocar era un delito. Para que exista ese 21 de septiembre, obligatoriamente hemos tenido que implementar previamente los shows sorpresa porque el Estado no permitía jamás un show de la banda. Pero cuando se vio ridiculizado ante la implementación de estos shows, que demostraban que la gente quería a la banda y que la banda no iba a dejar callar su voz, luego de una censura vergonzosa en San Luis y una posterior nota radial en Cadena 3, me acuerdo que Luis Juez y De la Sota pusieron a la provincia de Córdoba a disposición para la vuelta de Callejeros dándonos la posibilidad a nosotros como banda, a los familiares, sobrevivientes y público en general, de poder lograr todos juntos en un mismo lugar el reencuentro que necesitábamos. Cada uno sabía el porqué de esa necesidad, las miradas nos lo decían todo. Ya han pasado 10 años de esa vuelta y la lucha continúa. Para mis pares, la libertad. Callejeros Inocente, a los invisibles por siempre!
Juano Falcone (Percusionista de Don Osvaldo)
Siento el peso de los diez años. Nuevamente el peso de la cifra. Un poco de una nostalgia, de la mezcla de sensaciones, rememoro lo que sentí aquella vez. Lo concateno con el presente. Tengo muchas imágenes. Es un sinsabor porque recuerdo aquel día y no puedo evitar vincularlo con las cosas que pasaron después, las cosas que pasaron antes. Fue raro. Pero recuerdo que había algo de reivindicación en el aire ese día, algo de día histórico y así me acuerdo de haberlo vivido. Sabía que era un día histórico no sólo porque a mí me gustaba Callejeros; yo sabía que era un día histórico para el rock. Siendo Diego (NdR: Fauci, voz de La Caverna) mi gran amigo de toda la vida alguien que no iba a ver a Callejeros ni escuchaba como yo, me acuerdo que le dije: “Tocan en Córdoba, recibí una invitación” (porque ya tenía vínculo con los chicos y ellos me habían dado las entradas). Le dije a Diego: “Vamos, ¿qué te parece si me acompañás?”. Y él: “Vamos”. Porque él tenía esa conciencia –teníamos todos esa conciencia- de lo importante que era para el rock y para la cultura el regreso y el fin de la censura. Así que un día largo. Nosotros nos tomamos el Micro –yo todavía tengo el pasaje por ahí en algún libro, guardado- desde la terminal de La Plata, entramos temprano, nos ubicamos en una especie de popular y no me puedo olvidar de cómo me latía a mí el corazón y lo que sentí cuando salieron esos pibes. Se hablaban muchas cosas. Era un clima enrarecido. Por un lado, tenías la alegría de que la banda tocaba y después el tufillo de estos pseudo justicieros que querían empañar todo, que siempre creyeron estos cinco o seis que la muerte de sus hijos les otorgaba una suerte de fuero para poder decir y hacer cualquier cosa, una impunidad total, amenazas. Por suerte ese día todo transcurrió con total normalidad, por supuesto que los ojos de todo el país estaban un poco puestos ahí. Fue muy emocionante, sinceramente; fue muy muy emocionante. Me acuerdo la extrema seguridad, me acuerdo del desamparo de la escenografía porque había sido anunciado todo un día antes. Era tanto las idas y venidas. Un show así, relámpago, pero veintipico de mil de personas. Me duele tener que recordar el regreso de Callejeros y pensar automáticamente que hoy todos están presos, excepto Diego y excepto Dani, pero todos los músicos. Me duele en el alma eso. No me permite vivir el recuerdo con plenitud, lamentablemente. Hice el ejercicio respondiendo esto, de acordarme del sol de ese día, de acordarme de esa mezcla de sensaciones, de acordarme de ver a los chicos llorando ahí, abrazándose, en el público. Hice el ejercicio de recordar cómo me latió a mí el corazón, cómo yo mismo no pude contener las lágrimas, cómo cobré conciencia de lo que estaba viviendo, qué fuerte que fue para mí. Un hecho que me marcó, sinceramente, sin saber todo lo que pasaría después.
Pablo Germade (ex cantante Rock a la Orden)
Siempre me quedó el gusto amargo de aquel 21/09/2006. De pendejo me tenía que juntar los mangos por mi cuenta para ir a ver a mis bandas favoritas. Los Piojos y Callejeros son pilares claves en mi adolescencia. Después de tanta tragedia y dolor, de tanta impotencia, recuerdo con alegría que los pibes volvían a tocar, era un placebo ante tanta ausencia. La falta de recursos no me permitió estar, me recuerdo como en la final de Boca – Real Madrid del 2000, pegado a la radio. Yo tuve el concilio con la banda 2 años después, cuando pude volver y permitir el desahogo de tanta bronca. La mayor conclusión de ese día fue que hay un solo lugar donde debe estar Callejeros: y es arriba de un escenario. Yo todavía los sigo esperando, a esa banda, la que me arrastró de lleno a este mundo.
Natalia Brizuela (Esposa de Cristian Eleazar Torrejón, bajista de Callejeros)
El día 21/09/06 para muchos fue el día de la primavera, del estudiante o de tantas cosas que se festejan ese día. Para ellos y para nosotros fue “el día”. El día después, el del reencuentro con su gente y con ellos mismos. Siempre con la frente en alto, con la fortaleza de seguir frente a todo y a pesar de todo. Con cada tema que sonaba aumentaba más la emoción, las lágrimas y la alegría de verlos ahí. Haciendo lo que siempre hicieron: música. El 21/09/06 fue el día en que otra vez se quebraron todos los sentidos con un rocanrol.
Bruno Larocca (Director de la revista ‘MaviRock’)
Fue una primavera extraña, de sensaciones encontradas. Recuerdo el día soleado en Buenos Aires y la temperatura más de otoño que primaveral y el revuelo mediático acerca del regreso de Callejeros a los escenarios. Atento a la transmisión de la Mega, el 21 de septiembre de 2006 escuchaba la vuelta post Cromañón de la banda que había conocido por primera vez en un boliche oscuro de Tapiales, en un show para 50 personas en el invierno de 1999. Volví a ver a Callejeros unas semanas después en un club o sociedad de fomento de Mataderos, en Tabaco de San Telmo, en el Club de Arte de Almagro, en una cueva de la zona del Abasto, en el primer Cemento con Callejeros como número central en un recital para unas doscientas personas cuando el grupo ni siquiera tenía saxofonista. Éramos pocos, pero sabíamos que la banda iba despegar. Se sentía en las letras que pintaban las esquinas de nuestro barrio –no podíamos esperar poesía espinetiana de un pibe nacido a orillas del Mercado Central y eso era justamente lo que nos identificaba-, en la música que componían Pato y El Galgo –primer guitarrista, del que era amigo- inspirados en Creedence, en el apoyo de los amigos que en cada fecha eran más. Pero sobre todo, esa sensación estaba presente en la tenacidad y el empuje de Pato, que ya a esa altura había dejado prácticamente todo por la música. Por eso para los que conocimos a Callejeros casi desde el primer día no fue sorpresa que en poco tiempo coparan Obras o el estadio del club Excursionista con seguidores de todo el país. Después sufrimos ese puñal que fue Cromañón y aprendimos de leyes; que la justicia a veces no es justa; que si no nos cuidamos entre nosotros, no nos cuida nadie; que la fiesta de bengalas puede desembocar en el peor final; que el que pinta una escenografía puede ser más culpable que el que cierra las puertas con un candado ocasionando una trampa mortal; que la corrupción no es sólo el negocio de un par de vivos, sino que también pueda causar 194 muertes. Con la herida todavía abierta de lo ocurrido la noche del 30 de diciembre de 2004 escuché el comienzo del show en el Estadio de Córdoba y después de un par de temas apagué la radio. En silencio, pensé qué podía motivar a una banda a seguir tocando después de semejante tragedia y ante tanta adversidad: Callejeros estaba prohibido. Diez años después de Cromañón tuve la oportunidad de entrevistar varias veces a Pato y hacerle esa pregunta. “Nunca voy a dejar de tocar. Cuando sea viejo voy a seguir haciéndolo en los lugares donde pueda. Es algo inexplicable; porque cuando no estoy bien, agarro la guitarra o me pongo a escribir y me libero de un montón de cosas que tengo adormecidas”, me dijo Pato una tarde en Villa Celina. “La música me salvó varias veces”.
Pablo Petinarolli (Sobreviviente)
Recuerdo que cuando anunciaron la fecha me enojé. Pensaba que era una locura que nos hicieran viajar en solo 72 hs a Córdoba. No tenía la plata, ni la forma, nada. Y no quise ir. Claro, yo no podía ver que si no se hacía de esa manera, no lo iban a dejar hacer. Y en eso cae mi hermana, con lágrimas en los ojos, y me dice: “Llevame, por favor, llevame, que sino mamá y papá no me dejan ir”. Y ahí me comí toda la bronca, discutí con mis viejos, y llamé a Guille. El loco ya estaba organizando un micro al costo para los sobrevivientes y familiares; y para aquellos que no lo eran, salía un poco más. Con esa diferencia se pagaron banda de pasajes de chicos que no tenían la plata. Aparte, lógico, muchos querían ir con sus familias, porque era tan grande la sensación de que podía pasar cualquier cosa, que se necesitaba la contención de los seres queridos. Salimos la noche anterior, y llegamos a la mañana temprano. El vallado era inmenso. Antes fuimos a buscar un par de entradas que habíamos reservado. No nos la querían dar, decían que el municipio no los dejaba vender. Era todo muy raro; por un lado estaba la habilitación, por otro lado el municipio o la justicia había hecho algo y ahí estábamos. 10 de los pibes que habían viajado sabiendo que las entradas los esperaban allá, estaban a punto de quedarse sin. Y de repente aparecieron las entradas, y fuimos volando al Chateau, y entramos, y fue mágico. Se respiraba angustia, miedo y alegría. No sé si esas vibraciones pueden ir juntas, pero esa vez, sí. Estaba todo tranquilo por suerte. Y empezó el recital. Sonó ‘Rocanroles sin Destino’, y supe desde ese momento que los que estábamos ahí íbamos a ser la revancha. De los que se fueron, de los que no pudieron ir, de los que sufrían de las palabras llenas de veneno de los testigos falsos de la injusticia. Donde miraba había gente abrazada, llorando, saltando de alegría. A medida que pasaban los temas sentía que la herida empezaba a cerrarse. La música tiene eso que hace que tus emociones salgan, se mezclen, te dejar poder vivir el presente a pleno. No pude largar una lágrima durante todo el show, pero cuando terminó y me subí al micro, largué todo. Salía de Cromañón, volvía a vivir. Levanté la mirada y vi a Nana – mi hermana – sonreír de nuevo como hacia mucho no la veía. Y me acuerdo que pensé que sí, que era posible, que nosotros íbamos a poder volver a ser felices después de tanta mierda. Después vinieron viajes por todo el país, y mil cosas. La causa, los pibes presos injustamente, las horas y horas de televisar del morbo y la mentira. Pero nosotros teníamos – y seguimos teniendo- algo que era más fuerte que toda esa mierda. La herida tardó en cicatrizar, pero ese recital fue la curita al alma que necesitábamos.
Juan Cabral (Guitarrista ‘Ojos Locos’)
Mirá, no recuerdo mucho, porque fui para allá con una sensación rarísima. Entrando me sentí igual que cuando iba a grabarlo a Pato y a Diosito al penal para la pre del disco de ‘Don Osvaldo’. Observado, requisado, como si estuviera mal que fuéramos ahí… Yo por mis parte fui a ver qué pasaba con una parte de mí que consideraba estéril. Recuerdo haber visto al Chateau como si fuera un pseudo campo de concentración, por lo sectorizado de la ubicación del público. No estábamos acostumbrados a tanto espacio libre, y encima a la tarde. Todo parecía conducir a un recital de patio de comidas hasta que salieron los pibes. El reencuentro solo lo comparo con el reencuentro post- encarcelación. Del show no me acuerdo nada, solo haber terminado en el pogo y probablemente haya sido la última vez que me metí a un pogo. Sí me acuerdo llegar al bondi de vuelta sentarme y sentirme aliviado… Es muy difícil explicar algo que para mí pertenece a un cúmulo de recuerdos sepultados, pero sí sé que ese día recuperamos algo que nos pertenecía a todos por derecho. Algo que ya nos quisieron sacar tres veces pero se olvidan que cuando querés matar esta serpiente , siempre aparece una mayor.
Javier Hernán García (Sobreviviente, director de Rock ‘N Ball)
Agregar algo a todo lo leído acá arriba me resulta redundante. Pero sí, a modo de cierre si se quiere, tengo que concluir que no deja de sorprenderme la cantidad de reacciones diferentes sobre un mismo hecho. Desde la reflexión de Juano, pasando por la primerísima persona de Dani Cardell, la altura moral de Mailín (quien perdió un hermano, eh. No es joda), el enojo de Petti, la mezcla de reflexiones de Santi, el racconto de Bruno, el alivio de Juancito, de Ojos Locos. Y muchas, pero muchas más que acá no están. Lo que sí está claro es que este no fue un día más para miles de personas. Ya sea para quienes lo necesitaban, para quienes lo esperaban y para quienes creían que se lo merecían. El 21 de septiembre de 2006 se pasó una página. Se dio vuelta la hoja. Se ‘cerró’, simbólica y metafóricamente aquella fatídica noche. Algo que era necesario. Para lo que cada uno quisiera, pero era necesario. Sentir que Callejeros podía tocar, era sentir que nosotros podríamos seguir viviendo, seguir avanzando, seguir amando y seguir creyendo que un recital no era un lugar donde uno iba a poner su vida al mejor postor. Si no que era un espacio de reencuentro, con amigos, con amigas, con la música, con nosotros mismos. Hace 10 años, a todos los que estuvimos esa noche, nos dijeron “Che, esto sigue”. Y claro que siguió. Para todos los que quedamos. Además, cada recital de Callejeros es un lugar donde viven las almas de los 194 que ya no están. Donde todos los evocamos de la mejor manera que nos sale: disfrutando de un show más. Hoy, la Justicia nos “secuestró” esa posibilidad por unos años. Pero va a volver. Cuando sea. Si volvió aquella vez, ¿cómo no va a volver ahora?.
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