Qué hay más inspirador que una juntada con amigos. Uno con la casa circunstancialmente sola durante un fin de semana para que el conjunto, la banda, pueda pasarla de lo lindo y divertirse. Siempre está el que tira chistes, el que pela una que sepan todos en la guitarra, el que habla hasta por los codos. Los que traen comida, los que traen bebida.
En la noche de ayer ocurrió algo similar, pero a otro nivel. En una casa, local para la Ciudad de Buenos Aires, llamada Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (Av. Libertador 8151) se juntó un grupo de amigos llamado Duratierra junto con otros amigos suyos más que no se veían hace rato. Y el público… bueno, jugó el circunstancial papel de vecinos intencionalmente chusmas.
Abrir un recital es como abrir un disco: puede ser la puerta perfecta al resto de la aventura, o generar rechazo y desconfianza hacia todo lo que vendrá. La primera canción no salió bien: salió perfecta. Y he ahí el riesgo: ¿cómo equiparar el resto del recital con todo lo que está por venir? ‘Llorona’, tal la pieza de apertura, sale de memoria –y hasta con ciertos aires tangueros. Tomás Pagano (bajo eléctrico) podría tocarla con los ojos cerrados, da la sensación.
Pero estos amigos de quien tanto se está hablando no tardaron en aparecer: Facundo Guevara aparece en percusión para ‘Curruñao’ y un hermoso diálogo de cajón y tambores con Nicolás Arroyo, que incluye doble solo de batería. Los vecinos tampoco se hicieron esperar, ya que tuvieron que contestar “Por cochino” al famoso “El pique, picó su dedo gordo”.
No se debe olvidar que se está en un espacio dedicado a la memoria. Y a pesar que las autoridades de turno –no del Centro, sino de más arriba – ya han comenzado a apretar la cadena del inodoro cultural, esto se pelea como un foco de resistencia. Comentarios a la política de turno, créase, no faltaron. Y está bien: todos saben qué fueron a escuchar, suene con música de fondo o no. Pero volviendo al punto, lo que sigue es una letra de Delfina Goldaracena, chica fallecida en la Tragedia de ECOS 2008, que el grupo musicalizó. Y musicalizando al grupo, acompañaron combinados Pablo Farhat en violín y Paulina Fain en flauta traversa.
Pero no hay fiesta de amigos sin baile. Y es en este punto donde Micaela Vita (voz y coros) invita a bailar a la Compañía Urbana de Danza para interpretar en el momento ‘La de un Quizás’, tema bien nuevito. El bajo quedará out por 3 temas. Como si no bastara una canción eléctrica, muchacho y muchacha de la Compañía se quedan a danzar una acústica, ‘Lavandera Chahuanca’, en el centro de un escenario dispuesto de manera esférica para los músicos. Lo que la hermosa vocalista denominó ‘el círculo del Amor’.
Al adquirir el concierto un tono nítidamente íntimo, Arroyo y Vita hacen un enroque para interpretar ‘1º de Enero’, otra de las piezas que se encuentran en su última producción discográfica, Enobra. Así que de posibles 11 personas en el escenario, quedan 3. Y no sería lo más sutil, siquiera: momentos después, llegaría Luciana Jury acompañada únicamente por Juan Saraco (guitarras) para ponerle una garganta casi susurrada a ‘Chance’ y luego mixarla con ‘Estoy volviendo’, en “un show tan superlativo”, como ella misma definió.
Repentinamente, las luces se apagan, se ilumina el centro del círculo amoroso y aparece una señorita sin instrumento en mano más que su propia voz y empieza a contar. A narrar, a poetizar. Los monólogos de Mariana Bugallo en los shows de Duratierra ya no son novedad. Al contrario, son un clásico. Con acotar que la chica participó hasta del arte interno del último disco se dice suficiente. Mezclando reflexión, crítica mordaz, ironía y un poco de humor, Mana se encarga de hablar (¿un poco nerviosa, tal vez?) de todes y para todes. Con la dificultad, además, de contar con un auditorio espacialmente partido en 2, y sin micrófono. No hay problema para los oyentes que ríen y aplauden por igual.
Tal vez lo más difícil para la otrora protagonista fue introducir el tema de la gorra, ya que el espectáculo se promocionaba como gratuito. Pero no fue un mal que por bien no viniese: el 2º monólogo, ampliamente superior al primero, terminó de romper el hielo y hacer que el público terminara de acceder, si no estaba ya convencido, a dejar una gorra decente. A tal punto fluyó la magia que la actriz se permitió jugar con unos gemiditos de una beba que venían de algún lugar entre las butacas.
Para el final, apareció Luis Natch para ‘Perro Negro’, lo más cercano a un hit que puede tener esta banda (el resto son clásicos, nomás). Y los vecinos, en vez de llamar a la policía o emitir gritos quejumbrosos desde sus balcones, pasaron al departamento a bailar. A bailar cumbia, claro. Cumbia crítica de ‘Sábado de Sol’, que iba cerrando la fiesta. Pasó Juan Pollo Raffo a los teclados acompañando a Exequiel Mantenga, que desde el principio se desenvolvió en piano eléctrico, acordeón y cualquier cosa que tuviera teclas blancas y negras –laptop incluida.
Por si no queda claro lo bien que la pasó el público, al final hubo un predecible pedido de bis… que no tenían. No, por favor: siempre un bis a mano. Aunque más no sea un cover. La situación llegó al rarísimo punto de someterse a votación general, cual asamblea, para dilucidar el último tema, si no se repetía uno ya interpretado. Al final “salió” uno fuera de listado, ‘Sublimando’, donde hasta el hijo de Mica, Ástor Saraco Vita, quedó bailando (eso por no mencionar el mini-show que realizó en batería, este pequeño ser con ya pasta de estrella).
En planes de edificar su tercera placa dentro de poquito tiempo, nada mejor que una meca de la cultura argentina como es el Conti para este grupo, con esa acústica de 10 para instrumentos e instrumentistas de primera. Respecto a lo que sigue, el grupo se presentará próximamente en Córdoba el 24 del corriente –después de marchar, en sus propias palabras – junto con Presenta Trío en Cocina de Culturas. Con lo que el mensaje de la fiesta parece ser uno solo: siga el baile, siga el baile…
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