No todas las bandas de Rock pasan por éxito por uno de los desafíos que más se plantea en la historia de cada una de ellas: romper la zona de confort. Salir del lugar dónde están “Cómodos“, tomas riesgos, explorar ritmos, bucear en otros estilos, intentar sonar distinto, sin perder la esencia. No es algo sencillo intentarlo, mucho menos tener éxito en la materia. “Bárbaros del Honor”, el segundo disco de “Peligrosos Inocentes” es un claro ejemplo de una banda que lo intentó y vivió para contarlo. ¡Y de qué manera!
A lo largo de “Espadas de Cartón”, “Peligrosos…” se reveló como una banda furiosa. Con una lírica alojada en la esquina del barrio y una potencia símil “La Renga” y lindera con el “Pappo” más rocker. En este disco, la banda, como decía el Che Guevara, mantiene eso de “Endurecerse, pero sin perder la ternura jamás”.
Es que mantiene ese espíritu aguerrido, de dientes apretados, de puño cerrado y en alto, pero suavizado por otro pasajes musicales: la bossa con los aromas mariachis de la que “Mimí Maura” podría reclamar autoría de “Lo que queda”, alguna que otra balada, conviven con el rock pesado con la participación de Luciano Napolitano, el hijo del célebre Norberto Aníbal, en “Será Tarde”, el tufillo “callejero” presente en algunos riffs como en “Camino de Piedras” y en algunas líricas que escupen las verdades que duelen a aquellos capaces de sensibilizarse, como todo lo que repasa “El Fiscal”, que termina en un Ska alegre, aunque la lírica no es para nada feliz, más bien es un espejo de lo que los “elefantes” que nos pasan por detrás de lo que marca la TV.
Hay dos diferencias sustanciales entre este disco y su antecesor. La primera, musical: los vientos hacen su entrada a la banda y, sin querer queriendo, la suavizan, le dan matices desconocidos y la hacen sonar con otros “colores” como queda claro en “Bárbaros del Honor”. Esa nueva paleta de colores tiene a cargo, entre otros, a “Tincho” Seguel, saxo de “La Perra que los Parió”. En el primer disco, la banda sí hecho mano a la armónica, que maridó muy bien con esa “potencia renga” del primer trabajo. Ahora, los vientos se hacen imprescindibles para pisar firme en tierras ajenas.
La otra gran diferencia (lo admite la banda en la entrevista que publicaremos en los próximos días) es la “edad” de los temas. Así como la primera placa “compila” un poco la composición desde los inicios de la banda, algunas veces, con una década de antigüedad, este disco luce mucho más “maduro”. Es que son canciones nuevas, que fueron escritas a los 30 y algo de los compositores y esa diferencia es muy notoria. No dejan de hacer referencia a lo que pasa en el día a día, a lo que nos tiene que hacer preguntarnos qué nos pasa como sociedad y a los problemas con los que surcamos el día a día. Pero con otra experiencia en el lomo, algo que queda claro al oirlo.
Mariano Codazzi, además del guitarrista, y es quién se hizo cargo de la producción artística del disco. Se nota que el disco tiene mucho laburo y mucho de “casero”, con nada librado al azar. Ni siquiera el arte de tapa, que es un laburo conceptual y original del artista Matías Cheriezze, amigo de la banda, y con algunas “perlas” como la imagen de “Uno tras otro“, que obliga a repasarla con la mirada una y otra vez o la justicia demoníaca que ilustra “El Fiscal”. Vale la pena, tanto como el disco.
“Peligrosos…” logra así un segundo disco que lo pone en un lugar mucho más auspicioso que el primero, porque la banda demostró que también puede jugar con otras armas que no le son (o eran) propias y hacerlo de manera prolija y exitosa. Así, lo que empezó siendo “salir de la zona de confort”, terminó por convertirse en una banda que amplió su propia zona de confort. Porque está claro, luego de oir varias veces el disco, que la banda está cómoda en cada uno de los temas, distintos entre sí, bastante distintos entre sí, y acaba de sumar muchos más platos a su menú musical.
Temas claves: Bárbaros del Honor, Será Tarde, Lo que Queda, El Fiscal, Uno tras otro
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