Patricio Rey nació en plena oscuridad. Corría el año 1976 y un 28 de diciembre vio (paradójicamente) la luz. En su seno familiar habitaban quienes serían los definitivos padres de la criatura, con un conglomerado calculado en 15 artistas, se conformaba el comienzo de, tal vez, la banda más importante de la historia del rock vernáculo.
Con Patricio Rey como figura romántica, Carlos Alberto Solari, Eduardo Skay Beilinson y Carmen Castro (apodada “La Negra Poly”) manejarían los hilos de un grupo de gente lisérgica que buscaba expresar su arte en tiempos aciagos. La criatura fue dada a luz en medio de la noche más negra, del futuro más oscuro.
El principio
No fue hasta 1978 que ese grupo decidió llamarse Patricio Rey y Sus Redonditos De Ricota y fue en Salta (tras un viaje de lo más largo y lisérgico) que tocó por vez primera bajo el nombre que los marcaría para siempre.
Tras varios intentos de control, la banda no conseguía una forma heterogénea. De sus entrañas salían monologuistas, juglares y bufones para luego terminar en un gran zafarrancho con más de 15 artistas en escena, no podían establecer un cancionero ni posiciones fijas: ganaba el libre albedrío, pero no la calidad artística.
Fue así que Patricio Rey entregó su nombre y destino al trío antes nombrado. Ellos serían -de ahí en más- los voceros y representantes de la idea, el romance sería guiado por ellos y así empezaron a sacar el peso muerto.
Crecimiento y desarrollo
Fue tal la idea de respetar la libertad del gran Patricio que su primer disco, llamado “Gulp!”, fue hecho casi a mano, con distribución independiente y casi puerta a puerta. La historia empezaba a convertirse en un mito, nacía la leyenda.
Su obra más importante vino en segunda instancia. El nombre “Oktubre” no solo significó el primer disco grande de la banda, sino también la disolución de su formación original, ya quedando atrás los juglares, bufones y bailarinas.
Además, ahora se iban Willy Crook (saxofón), Tito Fargo (segunda guitarra) y Piojo Avalos (batería) y dejarían su lugar estable a Sergio Dawi (saxofón) y Walter Sidotti (batería). La segunda guitarra nunca más formaría parte de una formación de la banda, solo Skay gobernaría la intendencia de las seis cuerdas.
La banda bajo el ala del Rey Patricio no dejaría nunca más de crecer, su vuelo incluiría más discos, su mensaje y legado aumentaba. Obras como “Bang!Bang! Estás Liquidado” y “Un Baión Para El Ojo Idiota” pintaban mundos, creaban escenarios, nuevos lenguajes y mucho, pero mucho rock.
La idea de un reinado auto gestionado sorprendía al rock argentino de los ochenta, todos corrían a las discográficas para que les den su título de estrella de rock y Patricio Rey andaba a contramano. Fechas en lugares chicos con un método de boca en boca fueron generando curiosidad, de tal tamaño que los hizo desembarcar (con su propio mapa del negocio) en Obras Sanitarias.
Masividad
El llegar a la Casa Del Rock y tener que tocar allí decenas de veces en tan solo 2 años solo por la demanda popular hicieron que Patricio Rey sufriera una baja en sus filas. Walter Bulacio caía víctima de la represión policial cuándo acudía a uno de los shows en Obras.
Corrían los tiempos de popularidad con “La Mosca y La Sopa” como disco hitero pero a la vez plagado de obras maestras de la cultura rock argenta.
Nada sería igual desde allí, entre la popularidad involuntaria del grupo y un sistema policíaco vigilando cada show, Patricio Rey pasaría a estar custodiado por la gente, El Indio, Skay y La Negra Poly solo ayudarían a marcar su camino, la gente que los seguía sostenía con sus hombros a la leyenda de ahora en más.
Pasaron años, discos, estadios y hasta suspensiones de shows con argumentos políticos. La gente llevó el mensaje de Patricio Rey por todos los pueblos de la Argentina pero también la antigua tradición vikinga de arrasar con los pueblos conquistados.
No fue fácil para Patricio Rey sostener su ideario original, plagado de arte y contravención cultural. Los apremios ilegales de la década de los 90, sumado a la ingesta voraz de cocaína y un componente de marginalidad delictiva entre sus seguidores, hicieron de las misas en honor a la criatura no menos que actos satánicos a los ojos de los simples mortales.
La antipatía que generaba su gente entre el resto del público rockero empezó a validar cada día más el slogan “Solos y de noche” que la banda imponía cada 28 de diciembre para festejar el cumpleaños de la bestia. Sin otra banda antes, sin otra banda después y lejos del sol, que quema el alma vampírica de nuestro Dios.
El fin de los 90 los agarraron tratando de incursionar en nuevos caminos para los deseos expresivos de Patricio Rey. Tras sendos discos rockeros inigualables (El doble “Lobo Suelto, Cordero Atado” y “Luzbelito”), cerraron la etapa sin máquinas para dar comienzo al inicio del fin.
Discos como “Último bondi a Finisterre” y “Momo Sampler” obligaron a la banda a meterse en el incipiente mundo digital ya con el nuevo siglo comenzando. Allí un Patricio Rey exquisito solo podía darse el lujo de convocar estadios (Racing, River, El Centenario de Montevideo y el antiguo Chateau Carreras de Córdoba).
El final
Corría el año 2001 y la familia decidió separarse. ya no caminarían juntos. El Indio por un lado y Skay con la Negra Poly por el otro, la familia se disolvía y los destinos de Patricio Rey se truncaban, nadie más movería ese carro cultural nunca más.
Pero eso no detendría su reinado, era demasiado lo creado, lo vivido y lo aprendido para que la cosa se pierda en el tiempo, una banda con una idea romántica que nunca perdió, una criatura alimentada por sus creadores pero sostenida por sus seguidores, muchas veces cargando la bestia sobre sus propios hombros casi al punto de dejarla caer varias veces.
Patricio Rey no murió, sigue reinando 47 años después, vive en cada letra del Indio Solari, en cada riff de Skay, en cada lamento de belleza que esboza el saxo de Sergio Dawi, todo sostenido en el tándem generado por Walter Sidotti y Semilla Bucciarelli.
Patricio Rey vive en cada pibe que decide hacer su camino sin pedirle guita a los mercaderes de la música, en cada representante que habla directamente con un club para alquilar su estadio y no pone una explotadora productora en el medio, respira en cada letra que ataca la imaginación para hacerla mejor y disfruta de las mieles del éxito de aquellos que imitaron una metodología pero poniendo su propia impronta en cada paso.
Puede que no veamos nunca más a Patricio Rey, puede que su invisible figura no retorne a cumplir nuestros sueños también que no vuelva a existir un sueño tan grande, ético y determinado, lo que si podemos afirmar es que el sueño sigue vivo en cada rock áspero que nos cuente alguna verdad.
¡El Rey Patricio no ha muerto! ¡VIVA EL REY!
Comentarios