Trueno editó su primer disco “Atrevido”, luego de algunos singles lanzados entre el año pasado y este. El joven freestylero (¿existe esa palabra?), una de las esperanzas más grandes de la escena nacional, último campeón de la FMS y la Red Bull Batalla de Los Gallos, demostró todo lo bueno que se espera de él. Y quizás más.

En un tramo de Sangría, tema que canta en colaboración con Wos, la máxima estrella de esta “movida”, ambos hablan del lugar que ocuparon e incluso van por más. También hay una oración que es el genésis de esta nota: “Si Diego tira el centro, Batistuta mete gol, les guste o no les guste somos el nuevo rockandroll”.

STOP

¿Son el nuevo rock ‘n roll? ¿Necesitamos un nuevo rock ‘n roll? Negar a esta altura el avance y la ascendencia de este estilo de música que se enmarca en el cuadrado hip-hop-rap-trap-free es de necios. Ahora, ¿ese estilo puede declamar el lugar del rock? ¿Es necesario?

Nacido, como ya se ha dicho en este sitio, al calor de una expresión cultural en plazas, esquinas, el trap/rap/free salió de los guettos (¿existe algo así en la Argentina? ¿En algún lado?), esta nueva movida llegó para quedarse. Tiene a Wos, Trueno, Duki, Yys-A, Cazzu, Nicki-Nicole y que convirtió a la “Red Bull Batalla de Los Gallos” en una fecha con mucha trascendencia en el calendario musical del año, al nivel del Cosquín Rock. ¿Pero llegó para hacerse su propio lugar o para correr del centro al viejo, querido, golpeado y bastardeado rock ‘n Roll?. ¿Alguien pide eso?

El debate, que se instala desde las palabras de Trueno –que sacó un discazo, que tira piña tras piña- parece ser innecesario desde el origen. ¿Necesitamos un nuevo rock?

Cierto es que el contenido de canción-protesta que tenía el rock en los ’90, aparece mucho más hoy en artistas como Wos y Trueno. Cierto es que el rock desperdició la chance de cantar contra la realidad social en el último gobierno, mientras desde esta tribunal cultural volaban los palos contra la policía y el Estado. Todo eso es cierto, como también lo es que la Industria tiene sus cañones y ojos puestos en este tipo de artistas, caras nuevas que garantizan millones de “reproducciones” y “likes” en minutos y acompaña eso instalándolos en todos lados, en escenarios de festivales, en galas de premiación, en el prime time de diarios y TV. ¿O este estilo ganó esos lugares por al ascendencia popular con la que cuenta? Cómo sea, las reglas del mercado, también le valen al ‘nuevo rock’ como le valen al ‘viejo Rock’. Quizás esa sea una parte del problema.

Cierto es que si el Under venía golpeado, el coronavirus terminó de mearlo y pisarlo. Cierto es que el rock nacional mantiene, a criterio de quién escribe, unos pocos viejos bastiones como era hace una o dos décadas atrás, el resto o se ha suavizado o ha envejecido o lisa y llanamente jamás les interesó demasiado cantar contra nada. O es demasiado nuevo como para llegar a demasiados oídos, o aún le queda mucho camino por recorrer: “Mi carita vende, pero ya no es culpa mía si tu oído es mi cliente”, canta “Trueno” en “Background” uno de los temas alojados al final de “Atrevido”. Y quizás sea un poco así. Ahora, los oídos también en parte son direccionados a un estilo de música o artista. Y sucede sin que nos demos cuenta: este estilo empieza a estar en radios, cortinas, notas en programas con mucha audiencia. Lugares que ha ocupado el “rock comercial” -¿existe tal cosa?- ahora son para este estilo, que es imposible definir en una palabra.

Pero el rock sigue vivo. Corrido del eje de la industria, que mudó sus huevos – una imagen nada más, la industria no se caracteriza por poseer agallas y siempre juega ‘a lo seguro’- a otra canasta, dónde hay “atrevidos” como trueno. Pero ahí está. Latente. ¿Hay que correrlo? ¿Es necesario? ¿o sólo nos molesta porque algunos no estamos generacionalmente a tiempo y nos quedamos un poco afuera de esta movida?.

Con su propio lenguaje, con artistas muy buenos, con discazos como este que acaba de editar “Trueno”, está claro que el rol principal del rock está discutido ¿y perdido?. Quizás desde ahí sí se puede entender el reemplazo, desde lo musical no. No son lo mismo, gracias a Dios. No queremos más copias. Está bueno que irrumpa algo distinto. Pero desde lo sentimental, tampoco. Aún no llegamos, al menos a quién escribe, a que un tema con varias punch-line y un productor estrella, conmueva más que el estribillo de un rock entonado de a miles en un estadio o un bar.

Y es una lástima que las generaciones que vienen se vayan a perder esa sensación del estribillo de tu banda favorita, cantado a viva-voz, abrazado a un amigue, mientras el violero de la banda lo deja todo bajo una intensa lluvia. Quizás, simplemente, sea el paso del tiempo. Y las reglas del juego. Pero el rock no morirá jamás, por más millones de reproducciones de Spotify que digan lo contrario. Ni tampoco necesita un reemplazo. ¿Nuevo rock? No, gracias. El que tenemos aún late, respira, siente y distorsiona, les guste o no les guste.