Sólo miedo. Eso puebla las almas de media Avellaneda. Independiente, como nunca en su historia, está a un paso del Infierno. Y esta vez, la analogía no es graciosa. El Rojo no puede. No sabe cómo y, encima, no liga.
El 0-2 ante All Boys hizo que varios hinchas de uno de los dos clubes que aún no descendió, se sintieran resignados. Con la historia ya sentenciada. Empezando a sentir en la boca el agrio sabor a la BN. El aroma a orgullo chamuscado y el tufillo de esa mancha que no se irá jamás. Balada del diablo y la muerte. Un tango más bien, por lo triste de sus versos.
Hay una sola cosa que diferencia al Rojo y a River, que transitó la misma “Milla verde” camino a la muerte futbolera. Al Rojo lo están velando en Primera. A River lo enterraron cuando Guillermo Farré anotó el 1-1 en el Monumental. Nadie -o muy pocos- creían en el desenlace hasta que el mismo se consumó. A Independiente ese baño de realidad le llega cuando aún quedan más de 10 fechas y tiene mucho por delante., Además este Independiente tiene un mejor plantel que aquel River. Vargas, Morel, Montenegro, Farías, Tula son nombres de peso.
Además, el Tolo Gallego es 100 veces más ganador que Jota Jota López, pero el viernes quedó a centímetros de los ojos vidriosos. No encuentra el rumbo. Prueba, desarma y sangra. Pero no gana. 1-1 con Boca, creando no menos de 12 situaciones de gol y desperdiciando un penal, 0-2 con All Boys, jugando mal. Siete días de diferencia, de la esperanza que dio el trámite ante el Xeneize a la desazón absoluta luego de la “actuación” contra los de Romero. Para peor, lo único que se repite es que no se gana.
¿Es tan malo este Independiente? La respuesta es no. Intenta jugar, crea situaciones, busca tener una idea de juego. Pero no puede. Hay datos insoslayables: en lo que va del torneo, ni Caicedo ni Leguizamón, ni Farías hicieron goles. Así es díficil. Sin embargo, es mejor que lo que daba River o el mismo San Lorenzo de Caruso. Pero el resultado es el mismo. No se gana y se sufre.
Independiente, como digno equipo grande que es, está en una dimensión desconocida. No se reconoce escuchando los partidos de San Martín, Unión, Rafaela, Quilmes…No concibe la idea que, este año, es más importante ganarle a ellos que a Racing, Boca y River. No es una batalla que haya peleado nunca. Por lo tanto, da la sensación que no sabe cómo pelearla. Y eso le puede costar caro.
Como si de tenis se tratara, cuando el rojo lograba un “quiebre” no lo podía confirmar con su saque. La derrota ante Newell’s vino seguida de dos victorias que parecían levantar al equipo: vs Vélez y ante Racing. Sin embargo, el equipo no se subió a la ola y el agua lo tapó: cayó vs Arsenal y Godoy Cruz y volvió a Foja cero. ¿Cómo se explica que un equipo que es capaz de ganar el clásico y al último campeón a domicilio, termine perdiendo contra un muletto de Arsenal y un equipo en formación? La respuesta es una: la inestabilidad y la presión extrema de pelear el descenso.
De hecho, desde ese 2-0 ante el rival de toda la vida, el equipo no ganó más. Se conformó con un 0-0 timorato ante Quilmes, en un partido de mil puntos. Mejoró ante Boca pero no pudo y All Boys volvió a fajarlo, a patearlo en el piso. Mientras, Rafaela, San Martín, Quilmes y hasta Unión juegan con un desparpajo propio de aquellos a los que estos zapatos no les aprietan.
Ahora, el equipo de Gallego tiene por delante nueve puntos que pueden significar el cielo o el infierno, en el sentido más literal de la palabra. El viernes, recibe a Unión, en medio de frases como “Si Gallego no le gana a Unión se va” y en un estadio que promete explotar y que puede ser contraproducente si las cosas no salen. Después, visitará a Atlético Rafaela y, luego, recibirá a Argentinos, que desde que llegó Caruso no perdió y parece haberse olvidado, por esta temporada, del descenso.
Si el Rojo saca los 9 puntos, podrá respirar y pensar en otra cosa. Ahora, si mantiene está tónica estará muy complicado. Varios lo dan por descendido, pero aún quedan 11 batallas. Varias con rivales directos, otras con los equipos que pelean otras luchas. Todas igual de importantes y todas igual de díficiles. Hay equipo, hay DT y hay tiempo.
Pero también hay miedo. Mucho miedo. Y el miedo paraliza. Agarrota los músculos, hace rechinar los dientes, erra los pases más fáciles y hace que, por ejemplo, Farías, se parezca a la versión más desastrosa de sí mismo, que Montenegro casi no aparezca y que Morel Rodríguez pegue una patada como para ir a acompañar a Migliore al penal, cuando el partido ya está definido. Y si eso hacen los “referentes” ¿Qué se le puede pedir a los Miranda, Mancuello o el “Ruso” Rodríguez.?
Independiente entró en la histeria del descenso. Ni siquiera tiene la coartada de la Promoción, que da una vida más y que, por ejemplo, salvó a San Lorenzo. Faltan once fechas y ya todo es nerviosismo, angustia, ansiedad, una plegaria de 24×7 de sus sufridos hinchas.
La buena noticia es que todavía queda muchísimo camino por recorrer. Más allá de especular con “cuantos puntos tengo que hacer si Quilmes hace tantos”, el Rojo debe ganar. Esa será la receta más efectiva y tranquilizadora. Después, el Diablo tendrá que meter la cola para torcer las cosas a favor del Rojo. El tema es que ahora eso no importa, antes de la cola, el Diablo debe meter los goles. Sólo así evitará el mismísimo infierno.
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