Para todos aquellos que estén transitando el camino entre los 20 y pico y los 30 y pico, este es un momento donde el rock nos interpela. Quizás porque crecimos al calor de noches interminables, de transpiración etílica en Cemento y demás reductos, que asistimos un poco impávidos a este momento, dónde, en su 20 edición, “Cosquín Rock” está lleno de “Traperos” (y no el director de Cine, claro), WOS agotó un Luna Park en menos de un día (¡y anunció otro!) y el 20 de diciembre, un día después, el mismo día que Los Piojos llegaron a River en 2003, Ca7riel y Paco Amaroso llegan a Obras. Reductos reservados para las bandas de rock que hacían pata ancha, ahora son copados (en menos tiempo, eh) y con mucha más euforia de venta por los nuevos sonidos. ¿Qué está pasando?
Lo primero, es reconocernos ignorantes del trap y toda su movida. Si no te gustaba Kendric Lamar, algo del Hip Hop o en tu puta vida escuchaste “La Batalla de los Gallos” como algo más que una posible riña de aves, es que posiblemente no entiendas nada. Y ojo, yo estoy bastante ahí. Nombres como “Duki”, “Cazzu”, “WOS”, “YSY A” y otros te suenen desconocidos. ¿Quienes son estos pibitos que no tiene una banda de amigos de la esquina, sino una crew? ¿Quienes son estos pibes de pelos teñidos, anteojos oscuros y tatuajes en varios lugares del cuerpo? ¿De dónde salieron?
La primera idea que se me ocurre es que el Trap vino a conquistar el lugar que el rock no supo conservar. El rock mainstream, eh. No se puede hacer cargo de esto al rock Under, que bastante bastardeado ya está. Pero la desaparición de “Los Piojos”, lo espaciado que suele tocar “La Renga”, el hecho que “Las Pelotas” mantenga un público fiel pero que no aumenta, la salida de escena del Indio Solari, lo de culto que se asoma “Skay”, el hecho que Divididos sigue prefiriendo tocar en lugares no tan grandes y otras cuestiones, configuran un rock mainstream lejos de los grandes estadios. A excepción de “La Beriso” y “Don Osvaldo”, el rock barrial no parece encontrar eco en las grandes Multitudes. Así, las grandes bandas de Rock de nuestro tiempo actual, a las que hay que sumar “Eruca Sativa” y “Gardelitos” , no logran pasar de un Luna Park repleto. Al menos, por ahora.
El diagnóstico, para varios, es inmediato. El rock ha muerto. Y, no, no ha muerto. Pasa que no se lo mira por completo. El mensaje que eligió bajar el rock en esta época aciaga socio-política hace que WOS y su irreverencia suene mucho más emparentado a la lógica ricotera que a ser un nuevo sonido. Canciones con contenido social, de protesta, pero no en formato de riff pesado y estribillo pegadizo, en formato de freestyle furioso, sampleado a la velocidad de la luz. La verdadera patada de Canguro de estos tiempos.
El Under tiene mucho rock. Hay bandas que se pelan el lomo, arman propuestas novedosas y de alto impacto y deben remar -y mucho- para llegar a un sold-out propio. Eso es porque los mismos que le critican a José Palazzo el Cosquín Rock más diverso en años, son incapaces de pagar $100 o $150 pesos para ver una banda Under desarrollar su arte con la excusa que no hay plata. Son los mismos que después pagan fortunas por un “Early Bird” para ver a Pablito Lescano, WOS y Rosalía en el “Lollapalooza”, a esta altura, una experiencia VIP al alcance de bolsillos con reservas.
No es que no hay plata, no es que el rock murió, es que gran parte del rock está siendo ignorado, devorado por los nuevos sonidos, que a su vez ponen a la gente a pedir a grito pelado “¡Qué toque La Renga en Cosquín!”, en plan de “¿Dónde está mi viejo y querido rockand roll?”. Cuando, quizás, esté en la esquina, en el bar de Palermo, en un reducto de San Telmo o en alguna sala de ensayo.
El tema es que no lo vemos. Caemos en la simpleza que el rock murió: un poco por comodidad, otro poco porque las bandas mainstream, a mi criterio, están envejeciendo y cuesta encontrar sucesores. Y en el medio, apareció el Trap, en el medio apareció Damas Gratis compartiendo cartel con Divididos, en el medio WOS mete un sampler de “Luzbelito” en uno de los temas de su disco, como para que a más de uno se le pelen los cables. ¿Está bien? ¿Está mal?
Para muestra, vale un botón. En el mismo Cosquín Rock donde se denuncia “Falta de Rock” vuelve Divididos, se mantiene Las Pelotas, está el Flaco Skay y hasta estará Charly García, que sigue mostrando en vivo lo que queda -que aún es bastante- de su leyenda. ¿Más rock querés?
Sin duda, Palazzo sigue las leyes del mercado. Hoy los tickets los cortan WOS, Duki, Cazzu y esa nueva oleada que ignoramos, que no entendemos y hasta nos enoja. Pero es un proceso natural. Son las nuevas generaciones. Generaciones a las que el rock no supo enamorar, quizás. O al menos, no a nivel de la nuestra. Y eso no está mal, de eso nadie tiene la culpa. Let it be, ñeris.
De este lado, del de los rockeros que no entendemos muy bien los carteles que estamos viendo en las calles, sólo queda empezar a ver ese rock que no miramos y no ser prejuicios y hostiles con ese trap que ignoramos. Después de todo, todo es música y quizás, en ese movimiento que vemos ajeno, también encontramos puntos de contacto con nuestros sentimientos, nuestros oídos y podemos dejar atrás los prejuicios. Quizás, eso amplíe nuestro oído, nuestro espectro y nuestra cabeza. Y no creo que ni Chizzo, ni el Indio, ni Pato, ni Mollo se enojen con nosotros. Así, que, como dice el Indio “Este asunto está ahora y para siempre en tus manos nene”
Foto: 300Producciones.
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