
Resulta difícil para mí escribir sobre esta fecha, aunque en esta ocasión me sentí animado a hacerlo. Creo que, en gran parte, porque estamos ante un contexto convulsionado en el que los grises se ofrecen como los únicos caminos a transitar. Sin embargo, aunque esa sea una verdad, no es la verdad.

A 49 años del Golpe, nuestra sociedad atraviesa una crisis de representatividad enorme. El malestar generalizado y las pésimas gestiones tanto de JxC como de Todos, sirvieron de caldo de cultivo para un presente amorfo, difícil de describir. Un presente en el que todo pareciera dar lo mismo.
En medio de todo eso, la ciudadanía en su conjunto se ve frente a encrucijadas que empujan los límites de la paciencia. Una muestra clara de esto fue una de las últimas marchas de los jubilados frente a las puertas del Congreso. ¿Represión? ¿Violencia institucional? ¿Les suena?

Al parecer, viejas fórmulas reaparecieron disfrazadas de nuevas y de la mano de gente que ya ha demostrado no saber gestionar el Estado: Bullrich y Caputo, por citar solo dos ejemplos. Pero no son nombres propios lo que está en juego acá, los personalismos se terminaron. Lo que está en juego acá es un modelo de país, es un salto al abismo o un abrazo a la esperanza.
La calidad de vida del pueblo argentino se ha visto seriamente disminuida desde el 2015 hasta la fecha. Sin pruebas fehacientes de que eso vaya a mejorar, sería válido preguntarse si estamos ante una carrera que tiene como meta una pared o si eso de “empezar por los últimos hasta llegar a los primeros” se convertirá en algo más que un eslogan. Ayer fueron Macri y Alberto, hoy es Milei, mañana no sabemos.

Lo que sí sabemos es que la unidad ya dejó de ser el camino, sino que es el presente. Y una clara muestra de ello se dio ayer en una jornada memorable, tanto en la Plaza de Mayo como en distintos puntos del país. ¿400.000 personas? ¿500.000? ¿600.000? No importa, en realidad no. Mas sí interesa el gesto ejemplificador que tuvo el movimiento de DD.HH.
Y es que después de 19 largos años, tanto la Mesa de Organismos como el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia se dieron la mano y organizaron en conjunto una marcha que ya quedó en la historia. No solo por su magnitud sino por su peso simbólico: si no estamos juntos, nos devoran los de afuera. Algo que se vio reflejado en los hechos, sí, pero también en las palabras. Puesto que el documento este año (cuya lectura se la repartieron, en gran parte, Estella de Carloto, Taty Almeida y Adolfo Pérez Esquivel) tuvo la contundencia que el clima de época ameritaba.

Ojalá esto haya sido el puntapié inicial para formar algo serio, plural, con las juventudes y las disidencias a la cabeza, que sirva para hacer frente a un gobierno al que parece no entrarle las balas -por el contrario, es más de tiraras que recibirlas-. Y acá ya no opino como redactor de este medio, ni como periodista, mucho menos como escritor. Opino como familiar de una víctima del terrorismo estatal, la cual hoy continúa desaparecida.
Margarita del Carmen Breglia Reynoso (45), mi tía abuela, era psicóloga, madre y una mujer comprometida con su presente. Una rafaelina que supo brindar atención a familiares de desaparecidos en su consultorio ubicado en Belgrano (CABA), hasta que alguien se hizo pasar por una persona en esa condición y la entregó: un grupo de tareas sin identificación alguna se metió en el departamento y se las llevó tanto a ella como a su pequeña hija (Clarisa, quien hoy vive en México). A las dos les pusieron vendas en los ojos y las subieron a un auto. En un momento del camino, a Clarisa la abandonaron a su suerte en medio de alguna ruta bonaerense, mientras que de Margot (uno de sus apodos) no supimos más nada.

Margarita –una de las hermanas de mi abuelo Enzo- sabía perfectamente que su militancia podía desembocar en un trágico destino. Por lo que advirtió a su hija que si algo llegaba a pasarle, esta debía ponerse en contacto con alguien de su confianza. Lo que vino después fue una historia familiar con idas y vueltas, con luces y sombras, con recuerdos y olvidos (algunos quizás forzados). Pero ya habrá tiempo para reconstruir el relato completo, o al menos hasta la parte del relato que abarcó nuestra investigación como familiares. Me gustaría hacerlo para el aniversario número 50 del 24M.
No obstante, sí me pareció interesante hacer este breve resumen para entender desde dónde hablo: no soy neutral frente a este tema, ni me interesa serlo. La dictadura encabezada por Videla, Massera y Viola perpetró un genocidio, basándose en un plan sistemático de desaparición, tortura, exterminio y muerte. Todo llevado a cabo con complicidad civil y eclesiástica, todo llevado a cabo en clandestinidad (no en secreto, aclaro). ¿Por qué? Por la necesidad de instalar a la fuerza un modelo económico -y sociopolítico- impuesto por intereses extranjeros, que debía implementarse o implementarse. Esto sin mencionar que a la por entonces jefa de Estado le quedaba grande el Sillón de Rivadavia. Algo no menor para comprender el apoyo de buena parte de la sociedad hacia las Juntas.

Negar lo ocurrido no solo denota un brutal desconocimiento de nuestra historia, sino también un cinismo que preocupa. Y a modo de cierre, sobre esto último, me quiero detener citando a Adriana Taboada (psicóloga y perito en causas de lesa humanidad): “Lo que ellos no entienden es que ahí estamos nosotras y nosotros. Entonces, ¿estamos en un momento de derrota? ¿De pérdida? Sí. ¿Nos vencieron? No”.

NOTA AL PIE: al momento de redactar estas líneas, nos enteramos que en una plaza ubicada en la ciudad de Rafaela (la ciudad natal de Margarita) descubrieron una columna en homenaje a ella. Así que aprovecho este espacio para agradecer públicamente, en nombre mío y de mi familia, el trabajo realizado tanto por el Encuentro Provincial por los DDHH de Santa Fe como por el Espacio de la Memoria en Rafaela. Son gestos muy necesarios, reconfortantes e imposibles de ser definidos con palabras.
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