Género

La rebelión de las Princesas Disney: ¡LIBRE SOY!

Princesas Disney, de damiselas en apuros a heroínas. ¿Cómo es que cambió el cuento?

Antaño Disney trajo a su audiencia, específicamente a las niñas, la idea de que un príncipe azul vendría a su rescate. Cosa que hace algunos años viene poniéndose en jaque debido al contexto. El rol de la mujer cambió. Sí, también para la multinacional del ratón.
Mérida, defendiendo su mano.

En algún momento, Disney pasó de la Cenicienta, cuya mayor ambición era entrar en el zapatito para ser princesa, Aurora que precisó de un beso de amor verdadero para despertarse del “sueño eterno” o Bella, cuyo amor se dirimió en una lucha salvaje entre una bestia y un príncipe hechizado (je), a una Elsa canta, a viva voz, en uno de los momentos más emotivos de “Frozen II”, la secuela de la franquicia helada estrenada en 2019: “Muestrate, admite tu fuerza, a crecer y algo nuevo ser” o a una “Moana”, cuando se decide a ella misma hacer la tarea y llevar el corazón de Tefeti, grita a viva voz “Yo soy Moana” y toma las riendas o a Mérida, que decide plantarse a su familia, a la tradición y al deber ser y se niega a ser desposada por un príncipe al que no conoce.


El paradigma actual es bastante diferente al del siglo pasado. Hoy en día las “princesas” de la casa no quieren un príncipe azul (ni de ningún otro color).

El siglo XXI es muy distinto a aquellos años en los que ser una “dama en apuros” era lo común. Lo que se aprecia es una mirada más feminista, con una deconstrucción sobre aquellos viejos preceptos. Claro está que las princesas no pasan de moda, lo que sí lo hace son las características anticuadas.

Las “viejas” Princesas Disney, la vieja escuela

Por esto mismo, la historia que contará Rock ‘N Ball comienza hace unos años, en 1937, con Blancanieves, Cenicienta (1950) y Aurora (1959). Personajes que alimentaron el cliché de dama en apuros, creando un estereotipo de mujer que en estos días quedó obsoleto.

La “Edad Dorada”, coronada por ellas, engloba a quienes son socorridas por un príncipe del cual se enamoran o lo estaban previamente.  Implícitamente quedaba impuesto el estereotipo de una mujer que ante determinadas situaciones necesitaba ser salvada. En esta etapa lo que sucedía era que el príncipe llegaba y resolvía cualquier conflicto.

Pocahontas, Mulan y Jazmín, tres “Princesas” que ya muestran una suerte de empoderamiento y autodeterminación, ausente en la primera etapa.

Más adelante en este viaje llega “El Renacimiento”, y quienes lideran esta sección son Ariel (1989), Jazmín (1992), Pocahontas (1995) y Mulán (1998). Esta etapa es más notorio cambio que se hace en cuanto aquel inicio de los años treintas. Aquí las protagonistas se plantan de un modo completamente diferente. De plano vienen  con una personalidad fuerte y empiezan a ser heroicas.

Pocahontas defiende su tierra de los conquistadores, Mulan libera a un pueblo en un viejo Oriente y desafía lo establecido para su género, Jazmín defiende su derecho a no casarse con un príncipe, como manda el Sultán y se escapa de los altos muros del castillo. Y Bella, en cierta manera, también toma el lugar de su padre y se arriesga por él.

Y en cuanto a la contemporaneidad aparecen Tiana  (2009, que además es la primer princesa negra), Rapunzel (2010), Mérida (2012), Moana (2016), Anna y Elsa (2013 y 2019). Ellas son, literalmente, “El revivir”. En este punto es más notorio el quiebre de aquellos estereotipos establecidos. Hay transformación. Demuestran que las princesas pueden salvar el mundo.

Ojo, hay spoilers a partir de acá: Rapunzel se impone a la idea de quedar encerrada en una torre para siempre y busca su salida, utiliza al príncipe como el medio, no como el fin. En el camino se enamora, pero lejos de un comienzo rosa está la historia. Mérida se planta a su padre y, sobre todo, a su madre -que encarna un poco el estereotipo del ‘deber ser’- y se niega a casarse siguiendo la tradición. En el camino, transforma a su madre en un Oso, en búsqueda que la deje ser y sin saber que se iba a transformar en ese animal. Lo que sigue es un viaje madre e hija en el que ambas descubren que lo mejor es respetarse. Moana, considerada la primera princesa feminista, cuenta la historia de una chica cuyo amor es el mar. No aparecen hombres y amor en el camino de Moana, sólo su sueño y Maui, que termina siendo un amigo. Moana prescinde del príncipe y Disney consigue una película emocionante y muy de este tiempo. Moana se revela a la figura de su padre, quién le impide navegar y es alentada, todo el tiempo, por las figuras femeninas: su abuela, quién le lega su amor al mar y su madre, que en silencio, comprende y apoya los movimientos de su hija.

Frozen merece un párrafo aparte. La primera parte nos muestra a Elsa y Anna, las hijas de los reyes de Arrendel. Lo que parece empezar como la historia de dos princesas con poderes, muta en una película de liberación y empoderamiento. El amor aparece como genuino y casi es un elemento accesorio de la película, que muestra el camino de Elsa desde aceptarse, superarse y empoderarse, aceptando el quién es: ¡Libre soy! grita Elsa frente a una montaña gélida dónde construye su fortaleza de hielo. La única que logra penetrar en el corazón de la reina del “alma congelada” es su hermana, Anna. Que luce más inocente, pero que también es una mujer fuerte y decidida, a tal punto que es ella la que logra salvar a su hermana de una muerte segura, aún en su lecho de muerte. El príncipe Hans es mostrado como una figura mentirosa y manipuladora, lejos del Príncipe Azul perfecto que Disney supo construir y Cristoph, a su manera, también lo está: medio torpe, bueno, pero lejos de los grandes gestos de los príncipes de Antaño.

En la secuela de la película, incluso, esto se acentúa más. Es el viaje de Elsa y Anna descubrir la verdad de lo que sucedió con sus padres y porque el Bosque Encantado está bloqueado. Elsa consigue una elevación de sus poderes, descubre porque los tiene y el hilo con su madre, Iduna, está muy presente en toda al película. Dos hechos interesantes: el padre de Elsa y Anna, lejos de aparecer como el Rey, incluso es el primero que debe ser rescatado por una niña (y no al revés, como Disney vino enseñándonos todo este tiempo) y, ya sobre el final, cuando Anna necesita llegar a la represa, Cristoph que la encuentra luego de tiempo y que está toda al película intentando proponerle casamiento sólo le dice: “Estoy aquí, qué necesitas”. Mostrando a un hombre-compañero y no a un hombre Príncipe o más importante que ella. Incluso, Cristoph juega el papel “rosa” toda la película, en la que su único objetivo es lograr proponerle matrimonio a Anna. Sin duda, “Frozen” es una franquicia feminista, con el eje puesto en las mujeres, sus luchas internas, sus fortalezas y su empoderamiento. Es importante que este sea el mensaje, porque es la película que marcó a una generación de niñas y niñes al haber seis años entre una primera parte y la segunda. El hecho de que una niña o mujer sea “frágil” ha quedado muy atrás en el tiempo.

El cuento cambió, lxs protagonistas también. En tiempos modernos el rol de la mujer, como se dijo anteriormente, ha cambiado. Es un arquetipo completamente obsoleto el de aquella chica que “necesita” el rescate de un hombre, como queda clarísimo en “Valiente”, “Moana” y “Frozen”, por ejemplo.

Hoy en día las princesas  de la casa no esperan más a un príncipe azul que las venga a buscar. Armaron la revolución y se rescatan solas. Se salvan a ellas y de ser necesario al mundo. 

El ejemplo más entusiasta de esta nueva mirada se encuentra en “Ralph el demoledor”. En una escena del largometraje se ve a Vanellope, el personaje principal femenino, en un videojuego en el que se encuentran las princesas. En estos breves minutos se resume todo lo dicho previamente.


Todo este recorrido, que aquí queda resumido en unas pocas palabras, es el resultado de un avance que llevó años. Lapso en el cual la mujer se reivindicó como individuo, pasando de aquel rol de “ama de casa”, de alguien “débil”, de alguien que lisa y llanamente “no podía” hacer cosas que el otro género sí. Esto quedó demostrado en más de una oportunidad. La mujer puede hacer lo mismo que un hombre, e incluso a veces mejor. 

Rapunzel, otras de las Princesas “New Age”.

Entonces si bien aquellas princesas que se nombraron en primer lugar, y con las que varias generaciones crecieron, tienen elementos positivos, marcaron estereotipos negativos. Y así como existen ellas, hay otros personajes como Kida, literalmente una guerrera que salva a su pueblo; Megara, quien salva a Hércules de la muerte; Esmeralda, una gitana que se plantó frente a las injusticias del malvado Frolo y Jane, quien salva a los “niños perdidos”. Sin estas mujeres tan entrañables la historia hubiese sido otra. Y aquí se abren varios interrogantes… ¿qué pasaba si Jazmín no ayudaba a Aladín?, ¿y si Mulán no hubiese salvado China?, o ¿y si Elsa hubiese dejado que Anna se case tan repentinamente?, y uno de los más importantes tal vez… si las primeras princesas hubiesen sido como las actuales, ¿el cuento cómo sería?