La tendencia fija de la “variedad”, siguió latente en la segunda noche del festival de las sierras de Córdoba, por muchos considerado el más federal del país. Esa “variedad”, ese “surtido”, que viene siendo patente en los últimos años, y se vio potenciado aún más en la edición 2017.
Ya no era un día nublado como la primera jornada, el sol prometía dar batalla en compañía del otro viento: el que no venía precisamente de los instrumentos. En este clima, Claudio Kleiman & La Banda de Sonido, La Perra Que Los Parió, Cuca y De La Gran Piñata se encargaron no sólo de abrir, sino también de amenizar el impacto del fuerte sol.
De La Gran Piñata, a pesar de tocar apenas algunos temas, demostró por qué es una banda en pleno ascenso. Ni bien terminó su show, alrededor de uno 100 fans se acercaron hacia la valla, sobre el sector en que se ubica radio Vorterix. Sabían que allí se dirigirían los músicos luego del show.
El rock de barrio tuvo lugar inmediatamente, con el inconfundible grito de “toti” Iglesias, que demostró que Jóvenes Pordioseros está más vivo que nunca. Como siempre, activo con la gente, volvió a recordar a su madre (como suele hacerlo en sus shows), y se bajó más de una vez del escenario a saludar a fotógrafos y seguidores más cercanos a las tablas de Escenario Principal. Por su parte, en el Escenario Alternativo, Los Pericos se presentaban nuevamente, conmemorando sus treinta años, y esta segunda vez con Andrés Ciro de invitado.
AHORA SÍ, PONGANSÉ A BAILAR
Mientras el reggae atrapaba a su público en el Escenario Temático, y el Garage Rock tenía más convocatoria que en el primer día, los mexicanos de Panteón Rococó sorprendieron y llamaron la atención de un público que, quizás, sospechó que vendría un descanso después de Jóvenes Pordioseros. Nada de eso: agite, y algunos que se animaron a bailar. Tras agradecer y hermanar más de una vez Argentina y México (invitaron a Germán Daffunchio), algo anticipaban.
El momento de mayor fiesta y baile del segundo día, estuvo a cargo de Los Caligaris, abriendo con su “Todos locos”. A las 19:15, hicieron delirar, mover, sonreír, dispersar polvo holi para poner colores a la tarde. Sin duda, de lo mejor y más destacable, inclusive dejando al público con ganas de más, tras cerrar con “Que corran”.
Posteriormente, momento de relax: Los Cafres daban un respiro, y Telescopios hacía lo suyo en el “Rock Garage”. Faltaba poco para que todo volviera a rugir.
CIERRE EXPLOSIVO Y POGO COMPENSATORIO
Ya era de noche, y lejos del calor de la tarde, el clima era otro. Adentro ya estaría seguramente el mayor número de público. Según datos oficiales, alrededor de 25.000 asistentes, aunque era notoria -al menos a la vista- la superioridad de gente en relación al primer día. Quizás en la apertura del festival no llegaron a ser 20.000, o esta vez -segundo día- el número era superior a 25.000. O en ambas no se llegaron a esos números, pero sí se hacía notar la diferencia entre el primer y segundo día.
Cifras más, cifras menos, la cuestión es que a las 21:10 La Vela Puerca abrió con “Sin avisar”. Sin duda alguna, los uruguayos llamaban a atención más allá de sus seguidores, y más aún con la gran cantidad de personas que se acercaron al comenzar su show. Era complicado transitar con comodidad. Tras una hora y media de una batería de canciones, “El profeta” fue el tema del cierre. Para muchos, de lo mejor de la banda uruguaya en este último tiempo, al menos eso “murmuraron” varios.
Skay y Los Fakires tendría lugar casi llegando a las once de la noche, para hacer notar más la “distorison”, y la calidad que lo caracteriza, esa a la que ya no le cabe calificativos. Tras abrir con “Arcano XIV”, no se privó de clásicos suyos, los de ayer y los de hoy, y algunas evocaciones “ricoteras” como “El pibe de los astilleros” y “Jijiji”. Cae de maduro entrar en los detalles del revuelo generado al tocar este último: el verdadero rugir de la noche. Sin muchas palabras por fuera de lo musical, se limitó mayormente a tocar y sonar bien, para cerrar terminar cerrando con “El vuelo del jinete”.
Pasada la medianoche, “los pibes de las galeras” (ya no tan pibes, y sin galeras), pisaban por primera vez las tablas del Cosquín Rock: era el turno de Los Fabulosos Cadillacs. Fue una presentación marcada por una gran cantidad de temas, y un nivel superlativo. La apertura vino de la mano del clásico “Manuel Santillán, el león”, ante un público cautivo y con un Vicentico bastante empático. Entre los infaltables de la lista, “El aguijón”, “Matador”, “Siguiendo a luna”, “Carnaval toda la vida”, “Calaveras y diablitos”, jugando -en esta última- con sus seguidores: los que se ubicaban a la izquierda diría “calaveras”, y los que estaban hacia la derecha “y diablitos”.
Tras cubrir toda expectativa -al menos eso pareció-, y retirarse del escenario en más de una ocasión, para hacer sentir el tradicional pedido de “otra, otra”, el cierre lo tuvo como protagonista único a Flavio Cianciarulo, emocionando con el Himno Nacional Argentino en las cuerdas de su bajo. ¡Qué más se podía pedir!
Todo concluía. El saldo fue positivo, notoriamente más que el de la primera noche. Mayor cantidad de gente, y sonido más prolijo, con menos fallas. Pero atentos, esto no ha terminado: aún falta la tercera vuelta.
Fotos por Flor Zufiaurre y Cinthia Anabella
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