A nadie se le cruzó por la cabeza la frase que pertenece a “Mar”, parte de La Perfección del Caos. “Al final, envidio al tiempo su velocidad”, relató Sawa Mielnik, vocalista, en el cuarto track y lejos estuvo de suceder la ansiedad por el final de la presentación en Groove. La Condena de Caín apostó por el recinto en Palermo para la primera muestra oficial del nuevo material discográfico y fue con éxito. Ningún punto de toda la estructura preparada flaqueó: los músicos aprobaron con creces, el sonido y las luces estuvieron a la altura de la música y el publico acompañó en número y en agite, sin bajar la intensidad durante la hora y media de show.
La puntualidad digna de una gala especial los colocó en el escenario a las 21:30. Los músicos comenzaron a interpretar “En algo hay que creer”, canción que abre el disco y los pronósticos marcaban como la esperada para la apertura. La imagen que usaron de tapa para el álbum se plasmó en la pantalla por los tres minutos de duración del tema. En el camino de ida y vuelta constante por los 12 años de vida de LCDC, llegó “Vuelo”. La viola de Matías Westerkamp y el bajo de Marcelo Di Giovanni empezaron a calentar las gargantas que corearon con énfasis la introducción del track de Vendaval, el trabajo discográfico que les hizo ganar terreno en la escena del rock nacional. Las antiguas, más y otras menos, fueron las más celebradas y cuidadas a la hora de ovacionarlas.
“Dios seguridad” pasó por varias atmosferas y cerró con el teclado en soledad de Héctor Cantín que fue la frutilla del postre en una de las mejores piezas de la historia de La Condena de Caín. “Amor-Lapsus”, “Rutina” y “Lo inerte y lo real” ayudaron a recordar tres discos diferentes, incluyendo el EP debut de la banda. Las canciones más añejas se tornaron diferentes en el sonido, pues Cantín abandonó la zona de confort de las teclas y se plantó con su saxo para hacer poguear a los presentes. Se volvió a La Perfección del Caos con “Tiempos tan raros” que bajó la furia que venía teniendo la lista de temas. Imágenes de nubes tomaban de la mano a cada uno de los oyentes y los llevaban a viajar con la melodía suave y la lirica reflexiva de Sawa Mielnik. La criolla de Lucas Inchaurraga, un todoterreno adicional del grupo, comandó gran parte del track desde su plataforma en la parte trasera izquierda del escenario.
“Omar” puso al rock de vuelta sobre la mesa. El doblete de “Espinas en el alma” y “Tan free shop” que llegó desde Nuestra Negligencia Resulta Sospechosa, lanzado en 2007. El buen recorrido que tuvieron las 22 canciones seleccionadas para la noche en Groove decantó en otro gran momento. Las luces rojas habitaban el escenario y el cantante comenzó a interpretar en soledad con música tribal acompañándolo “Hombres de ciencia ficción”. Mucha crudeza con aires de Zeppelín para el regreso a En el Letargo de los Pensados. La canción que abre Vendaval, “Viejo topo”, no faltó y se notó en los músicos y en los aficionados que es una de las predilectas del disco anterior.
“Primavera” demostró que La Condena de Caín se animó a caminar dentro del pop/rock y salió airoso con liricas más positivas y melodías que quedaban rebotando en la cabeza por varios minutos. La única invitada al escenario no fue una música, sino Maia que apareció disfrazada con la cara pintada para “Fuera de foco”, una de las pruebas de la versatilidad sonora del grupo. Su look extravagante obligaba a recordar al personaje Effie Trinketova de Los Juegos del Hambre. Subió con un selfie stick y se filmó junto a la banda mientras bailaba con el ritmo del sintetizador de Cantín.
Groove se llenó de hermandad con la bella “Libertad” que tuvo en las pantallas un video con la letra de la canción, para que nadie se quede callado. Las despedidas comenzaban a salir de la voz del cantante de La Condena de Caín, señal de que los últimos temas estaban al caer. “Encanto” seguido de “Éxtasis” demostró la de momentos que atraviesa el nuevo álbum, que con 10 tracks reúne lo recorrido por la banda en los 12 años de vida. “Nuevo fuego” puso a bailar a Palermo cuando los relojes llegaban a las 23.
La única que faltaba del trabajo discográfico lanzado en la noche del sábado era “Buenos Aires”. El punto más alto de La Perfección del Caos fue guardado para el final de la extensa lista. El estribillo envolvente, con la batería de Daniel Jinkis que hizo saltar a los presentes en Groove, golpeó fuerte: “Solo se que me guardaré mis secretos con el mar”. Los mensajes, los agradecimientos y las falsas despedidas decantaban en que faltaba la canción más icónica de la historia de LCDC: “Vendaval”. Un cierre digno para la banda donde los rulos predominan, el rock no escasea y tienen un disco bajo el brazo para impulsarse y avanzar más casilleros en la ruta de objetivos.
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Fotos de Sofia Vara.
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