Cuando uno era pibe, bastante pibe (o quizás no tanto, habrá que ver la cantidad de primos chiquitos en la familia de cada uno) había un momento ritual en los cumpleaños. Casi que el primer “rito” que uno abrazaba en la infancia más pequeña, cuando la agenda que manejaban mamá y papá sólo marcaba los cumpleaños de los compañeros del jardín primero, del preescolar después e incluso bien avanzada la primaria.
Mientras los cumpleaños fueron excusa para reunirnos con nuestros amiguitos, todos esperamos, disfrutamos y padecimos del momento en que entra en escena la piñata. Ese objeto que pueda alcanzar diversas formas, ser más grande o más chico, pero sólo nos hacía feliz si explotaba y si la cantidad de juguetitos, caramelos, dulces, y loqueseaquetengaadentro nos caía cerquita de dónde estábamos.
Si la Piñata no reventaba, era un garrón. Es más, el cumpleaños no era tal. Aquel rito, aquel ruido seco que presagiaba cuando una Piñata cedía para dejar caer loqueseaquetengaadentro era bastante cercano a la alegría.
Bueno, “De La Gran Piñata” desafía, entonces, a aquellos pequeños nosotros. Porque es una banda que no necesita ser reventada para dejar lo mejor de sí. Es más, la Piñata nunca pierde su forma, no lo necesita para hacernos sentir alegres. El tema es que, en la banda que ayer reventó Vorterix, como reventaban aquellas piñatas de nuestra infancia, está muy definido ese loqueseaquetengaadentro: hay rock, hay riffs, hay agite, hay letras profundas, hay canciones, hay memoria y hay una banda del carajo que no detiene su ascenso y que, insistimos, difícil será que la revienten.
En Vorterix no se esperaba un cumpleaños, pero casi que lo fue. Bastó que esos 4 barbudos, grandotes, con remeras de Pearl Jam, Foo Fighters y con aspecto de “tipos malos” se calzaran sus instrumentos para que en Colegiales de inicio la fiesta. Una fiesta que se extendió durante 25 temas, poquito más de dos horas de show y que fue “la primera mitad” de lo que banda dio llamar el “doble o nada”.
Pero hicieron trampa, nunca podrá ser “nada” con esa fuerza, con esas canciones, y con esa gente. “Así de esta manera damos comienzo a una gran apuesta para la banda, que con ustedes sabíamos de movida que estaba ganada”. Sí, detrás de ese aspecto, Panter es un dulce. Después de la declaración, interrumpida por el primer “Soy Piñaterooo”, sonó “Puta“, con un final feroz, demostrando que esas remeras con olor a grunge que vestían sus integrantes no eran nada parecido a una pose y que a los chicos, parece, le gusta lo que se hizo en Seattle en los ’90.
Basta ver la fuerza con que la banda encaró el final de la canción. Antes, momento de “Tu Can” y casi que pareció como si los cimientos de Vorterix fueran arrancados de cuajo.
Una lista balanceada entre rocks potentes, riff duros que invitaban a pogos que ridiculizaron al huracán Matthew, y canciones sentidas, bellas, armoniosas, sensibles. Bueno, hay que decirlo, será difícil encontrar, hoy por hoy, una banda que produzca mejores baladas, esas que dan ganas de pegarse unos buenos besos con la pareja o de añorar aquel amor que ya no está, que “De La Gran Piñata”. Una letra endulzante, con versos determinantes y melodias disparadas por Lucas Martinez, Nicolas Persig y Alejandro Zenobi que maridan, de manera ajustada y prolija, con lo que “Panter” nos está cantando desde arriba del escenario.
La banda apoyó la lista en sus tres discos – ‘Miércoles’, ‘Viaje al Centro de uno Mismo’ y ‘El Equilibrio entre los Opuestos‘- y eligió, cuidadosamente, como quién selecciona las uvas para el vino, cada tema, para armar un menú irresistible y que la gente salga diciendo de “Vorterix”: “¡Qué fiesta!”.
Casi desprovistos de escenografía, más allá de un gran juego de luces y una pantalla redonda detrás de la batería, que iba pasando videos, imágenes, animaciones, “La Piñata” conmovió Vorterix, demostrando que está en el climax de su carrera y que, pasito a pasito, va haciendo que cada nuevo momento parezca “el clímax” de su carrera. “Crudo”, “Clonazepam” y “Canción de Cuna” completaron la primera “generala” de la noche.
“La Urgencia”, “La Puerta detrás del Ropero” y “El postrecito” continuaron en la lista, cebando a la gente que copó el lugar tema a tema. “Laburamos un montón esta fecha, esto es una gran familia para nosotros”, dice Panter, emocionado, cuando la banda baja el pie del acelerador y se permite que él hable con el público.
Uno de los momentos de la noche, llegó cuando la banda interpretó “Ícaro“, con toda la furia de la que es capaz y rápido metió un rebaje como si se le hubiese cruzado una vaca en una ruta desierta a 140 km/h. “30 mil luces” cambió por completo el clima de la noche, algo que se completó con el cover de “La Memoria”, de León Gieco. “En estos días tuvimos la hermosa noticia de la aparición del nieto 121. Es un pedacito más de ese mosaico, de esa verdad que nos han arrebatado. Ellos pensaron que si ponían a los hijos en una ‘caja’, con otra familia que no funcionará igual, iban a lograr su cometido. Pero no lo lograron. Gracias a las Abuelas de Plaza de Mayo. Exigimos que ese “nunca más” sea auténtico y definitivo. Nunca más, loco”, dijo Panter, dando paso al tradicional “El que no salta, es militar”. Después sonó “Buena suerte” y llegó el único corte de la noche.
Panter sólo, guitarra en mano, escenario a media luz y los primeros versos de “Norte“, para continuar con un show al que todavía le faltaban algunos de los mejores temas. “Fiebre” y “Tristeza” para seguir con el clima melancólico, ese de galletitas de agua cortando venas. La furia de “Lunar” para sacudir a aquellas almas sensibles que habían quedado “atrapadas” en algún verso anterior, pero rápidamente a volver a poner el cuore en remojo con “Veredas“, “Anguilita” y la visceral “Sonrisa” para que todos, banda y público, extasiado y entregado a los 4 que estaban arriba, vuelvan a “salvar al mundo”, con las señoritas subidas a bordo de los hombros de gentiles caballeros, algunos por hacerle un favor a la novia, otros por “amistad” y alguno que otro para ver si esa “gauchada” podía ser el punto de partida para terminar en algo más. Como pasa siempre, bah.
Para seguir, y ya llegando al cierre de la primera noche, “Adónde se nos fue el Sol?” que es una patada al mentón de las almas sensibles que pululaban por Vorterix. “Escalofríos”, “Residuos” y “Despertador”, como para que la banda termine de sacudir cualquier intento de que alguien los quiera encasillar como una banda que “hace canciones para minitas”. Porque hay que decirlo, La Piñata, antes que nada, hace buenas canciones. Muy buenas canciones. Canciones que tocan fibras íntimas, que conmueven, que hacen laburar el cuore y la cabeza. Pero buenas canciones, sobre todo.
Al estilo de Foo Fighters en “Cold Day In The Sun“, Alejandro Zenobi quedó al frente del cuarteto con la viola colgada y el cantante en la batería para hacer “Ella es“. El cierre de una noche que revalidó que la banda está en su mejor momento: sólida arriba, con un apoyo multitudinario, fiel y sostenido abajo y con muchas buenas canciones bajo el brazo como para “salvar el mundo”. Bueno, quizás sea un poco pretencioso, pero lo que sí es seguro es que, al menos, a los que llenaron el Vorterix en la noche del sábado les salvaron bastante más. No siempre es necesario que una Piñata estalle en mil pedazos para hacernos felices, con que toque sus canciones, a veces, alcanza.
[su_spoiler title=”Lista De Temas”]
Tu Can Puta
Crudo
Clonazepam
Canción de Cuna
La Urgencia
La Puerta detrás del Ropero
El Postrecito
De bar en peor
Ícaro
30 mil luces / La Memoria (León Gieco)
Buena Suerte
Norte
Fiebre
Tristeza Lunar
Veredas
Anguilita (Sonrisa)
A Donde se nos fue el Sol?
Escalofríos
Residuos
Despertador
Ella es
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Fotos por Ph. Florencia Mascheroni
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