El año pasado, Huevo presentó su segundo disco, “No todos eren como tí”, en el Teatro Vorterix, en lo que fue su debut sobre ese escenario. Y cómo una buena manera de medir éxito es repetir variables en diferentes tiempos para ver cómo se evoluciona a través de las pequeñas diferencias, y cuál es el resultado, volver a Vorterix para el cuarteto no solo era una meta, sino también una gran forma de hacer balance. Y Colegiales resultó una fiesta.
Si bien su primer concierto en el recinto había sido un triunfo, en esta ocasión hubo mucha más gente que no solo se acercó para verlos, sino que hizo crecer el pogo. Es que Julián Baglietto, Tomás Sainz, Julián López Pisani y Sebastián Lans prometieron una gran noche y eso mismo recibió el público.
Como si todo se tratase de una actividad gastronómica, para abrir la noche estuvo Sopa, proyecto de Nicolás Sorín (Octafonic) y Diego Voloschin, que hizo su show debut. El dúo experimenta con música electrónica, pero desde la tracción a sangre. Las bases son creadas en vivo como percusión y las melodías salen de un sintetizador, sin recurrir a samplers. Si bien Sopa poco tiene que ver con Octafonic, la idea fundacional va por ese sentido: No utilizar grabaciones y hacer todo desde cero.
Pasadas las 21.40, cuando la gente ya estaba impaciente por ver a Huevo, se abrió el telón y la banda, vestida con su ya clásico uniforme de tono gris largó con el instrumental “La nave Matilda”. La primera impresión destacable fue la disposición táctica de los cuatro: Como si se tratara de una línea de defensa tradicional, violero y bajista estaban en las puntas, más adelantados, mientras que vocalista y baterista se mostraban más retrasados sobre el escenario.
Es importante porque la intención indica que no hay líderes ni jerarquías, y que todos cumplen un rol igual de importante a la hora de tocar. Más tarde eso se reflejará en la cantidad de solos y participaciones durante el setlist.
“Nos espera”, tema que abre “No todos eren como tí”, fue la segunda descarga de la noche, con ese groove funk que te anima a bailar. “Usarás todo lo que ves para saltar y esquivar” comenzó a cantar Julián para justamente “Saltar y esquivar”, y allí, además de la banda también comenzó a destacarse la sección de vientos, que los acompañaría en una gran parte de la lista: trompeta, trombón y dos flautas, que tienen una gran participación en la segunda producción discográfica, también coparon la escena. “Quiero que se abra”, exigió el cantante a la gente cuando se venía la explosión del tema, un desafío que todos aceptaron gustosos.
Sin cambiar de disco, nuevamente para anunciar el tema que venía, Baglietto aseguró que “ultimamente tiembla mucho el gato”.
Pasaría el tradicional homenaje a Spinetta con la bella versión de “Tonta luz”, “Bien de abajo” y luego saldría el único invitado de la noche, Lisandro Aristimuño. El patagónico subió con el micrófono y un machete para recordar lo que debía cantar, le puso voz a “Pasan”, que tuvo algunos arreglos nuevos y un solo de Sainz que hasta maravilló al mismo Aristimuño.
Teniendo a un cantautor como Lisandro había que aprovechar un rato más y por eso los dos vocalistas realizaron una hermosa versión de “Se escucha”, esa canción de cuna con aire beatle de Huevo.
Comenzaría la segunda parte del show con temas de “Las mil diabluras”, su primer álbum. De esa producción tocaron “Mazapán” y luego, “Don Horacio”, creando uno de los momentos más lindos de la noche fue cuando Julián se sentó sobre el escenario para cantar, casi charlando, con la gente más cerca de la valla. También pasó “Cable”, con arreglo de vientos preparado para el concierto y el freestyle -no tanto- de Baglietto.
Una de las sorpresas esperadas de la noche era la presentación del video clip, primero oficial del grupo. “Gladys”, que muestra a una abuela rockera a la que le esconden los instrumentos, se veía en la pantalla del fondo mientras el grupo tocaba en vivo, mostrando gran profesionalismo para semejante sincronización. Nelly, la señora que protagoniza el video no se quiso perder el evento y estuvo mirando el show desde el primer piso y ante la presentación, los seguidores giraron su cabeza y la ovacionaron.
“Esto está salado”, presumía segundo más tarde Baglietto, antecediendo un adelanto de lo que será el tercer álbum del cuarteto que se encuentra en producción. Un riff bastante pesado para un instrumental corto pero que fue del agrado de la mayoría dejó a todos con
Pasaban los temas y la banda se notaba muy emocionada por el aguante de la gente.
“Un aplauso para ustedes por bancar la música independiente con personitas”, agradeció Julián, contando también el orgullo que tiene de formar parte de una escena que no es masiva pero de a poco se convierte en popular a fuerza de calidad musical.
Para hacer honor a esa máxima, el show continuaría un rato más: “Cabra adolescente”, “Josefina y sus cantos”, y “Carmen de Pantalones”, el reggaero “He perdido mi bolso”, que con un solo de batería acelerado desembocó en “Yo le vi”. Allí, un nuevo recordatorio humanitario: “Siempre hay que mirar a los ojos”, aconsejó el cantante.
Un solo de Lans -casi pornográfico lo del guitarrista- con una improvisación que mechó la melodía de “La Nave Matilda”, derivó en el blues inicial de “Qué es esa música abuela?” que encendió el pogo nuevamente.
El final fue, casi como su inicio, primero con el instrumental “Aeroscopía” y tras un amague de final sonó el ya clásico “Un día en Serrano”, con el que cierran todos sus conciertos. “Gracias, será hasta el año que viene, u otro momento”, fueron las últimas palabras de Baglietto, dejando a todos con un sentimiento agridulce.
La banda quiere comenzar a grabar su nuevo disco y para ello debe abandonar los escenarios por un tiempo. Un gran momento que Huevo quiere aprovechar sin descanso. Ojalá pronto llegue el tercer Vorterix y más cosas buenas para que nunca dejen de romper los Huevo‘.
Fotos por Juan Paradeda
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