Después de años de trayectoria y recitales en lugares tan delirantes como el mismísimo Copenhague, El Plan de la Mariposa supo instalarse como una de las bandas con más empuje y preproducción de shows en el circuito underground.
Ir a ver a esta banda conlleva una predisposición para enfrentarse a lo extraño, a lo ajeno y a lo poco convencional. El sábado fue el turno del Teatro Flores, donde los necochenses presentaron “Devorados por el tercer ojo” con una puesta en escena renovada casi por completo.
Corrían las 21 horas y en el teatro de Rivadavia al 7800 no había una sola garganta que no cantara “Este es El Plan, El Plan de la Mariposa”. Las ansias, que ya se palpaban desde las columnas hasta el techo del recinto, aumentaron cuando por detrás del escenario se vio una silueta a contraluz que arengaba los cánticos, señal de que faltaba poco para que comience el ritual.
Minutos más tarde salieron desde las luces y el humo los hermanos Andersen junto a Andrés Nör (bajo) y Julián Ropero (batería) al ritmo de la seguidilla “Invierno Nuclear”, “La lanza de mi fe” y “Mar Argentino”. El primer indicio de la renovación de la escena fue difícil de pasar por alto aún para los distraídos: todos los miembros de la banda pisaron las tablas con unas máscaras-sombrero cuyo centro era un ojo, aquel tercer ojo que le dio nombre a la fecha.
La banda demostró un coctel de emociones al cuarto tema, “Savia”, que con su letra homenajea a la madre de los hermanos Andersen y con su versión en vivo deja deslumbrado al público. “Abrime los ojos” transcurrió con los bailes de Camila Andersen al ritmo del violín de su hermano Santiago. Por su parte, “Los Senderos” hizo el segundo guiño a las raíces de la banda al cantar que “hay un silbido en la llanura, de esos que vienen desde el trigo”.
“Semilla del alma” levantó los decibeles de la noche y abrió paso a la presentación de la combativa “Braian”, para la que Sebastián (voz) anunció que “creemos en el poder de la palabra” y recitó un poema durante la canción. “La Cobardía” fue el primer hit de jornada, que dejó cansadas las piernas de los presentes al punto de ameritar un descanso repleto de canciones tranquilas. Siguió “Niño abuelo”, dedicada a la compañera y al hijo de Sebastián y a una allegada de la banda.
El bloque de temas suaves continuó con “Ella es agua” en la voz de Valentín Andersen, “El cuerpo sabe” en la de su hermana Camila, “Viajo con el sol” y “Cruz del sur”, canción para la que invitaron a Julia Ortiz de Perota Chingo. Luego la banda desempolvó temas de sus dos primeros discos con “Espuma” y “Fanchanga”, pertenecientes a Trance Habitante (2013) y el enganchado de “Ya me ves” y “Ruido”, ambas de Brote (2011).
“Mi Jagger” y “La vida cura” allanaron el terreno para la presentación de dos canciones nuevas, “Brindis con gas pimienta” y “Espejismos de alivio”. Para este momento todos los miembros de El Plan de la Mariposa volvieron a usar las máscaras-sombrero, previo a que Sebastián vocifere “el tercer ojo nació devorando sentimiento” como reflexión final del bloque.
Durante el parate posterior el público aligeró el tiempo coreando “Romance con el desapego” (2015), interrumpido minutos más tarde por el sonido de “¿Cómo decir que no?” (2017). Las canciones siguientes desprendieron todo el fulgor de la noche, que se manifestó en pogos y hasta en algún vaso de cerveza volando por los aires. Este último detalle no hizo más que retomar la tradición de rock barrial por la que es reconocido el Teatro Flores.
A dos baterías sonaron “El Riesgo” y “Azúcar Negra” –tercer guiño a sus raíces por nombrar a su ciudad natal y a la Isoca, su colectivo de viajes-. La despedida estuvo a cargo de “Te quiero”, con Edu Schmidt como invitado especial en un segundo violín, y de “Romance con el desapego”.
El Plan de la Mariposa consolida show a show su presencia en la movida del under con un estilo musical muy particular que mama sonidos desde el rock hasta el folkedans, música tradicional danesa. Los violines, las letras y las danzas saltarinas sobre el escenario funcionan como una constante intertextualidad entre ellos, sus producciones a lo largo del tiempo y sus raíces que yacen en la antigua Dinamarca y en la costa de Necochea.
Fotos de Mica Ridiero PH
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