Un coro de vítores se levantó cuando Alvin Pintos (batería), Santiago Tavella (bajo), Gustavo “Topo” Antuña (guitarra) y Santiago Marrero (teclados) subieron al escenario y ocuparon sus posiciones. Faltaba todavía que entrara Roberto Musso, voz, guitarras y principal compositor de la banda, pero los integrantes comenzaron a tocar la intro de “Buen día Benito”. El cantante apareció a último momento, enfundado en un pasamontañas, corriendo y saltando mientras entonaba la canción. Fue un inicio enérgico, que incitó al pogo desde el primer instante. Durante las estrofas finales, Musso se descubrió la cara y comenzó a agitar el pasamontañas en el aire antes de arrojarlo.
Casi sin detenerse, el primera voz se colgó la viola y la banda arremetió con “Lo malo de ser bueno”, caldeando todavía más el ambiente. Los músicos mostraron un gran despliegue de energía, que se tradujo como coros y saltos debajo del escenario. Con el mismo ritmo vertiginoso comenzó “Nada es gratis en la vida”, que mantuvo la intensidad de las dos primeras canciones, y finalizó con el público coreando y haciendo palmas.
Los músicos hicieron una rotación de posiciones antes de encarar la cumbianchera y movediza “Enamorado tuyo”: Tavella se hizo cargo de la voz principal y pasó a ocupar el centro del escenario, cediéndole el bajo a su tocayo Santiago Marrero. Por su parte Musso se ocupó solo de la guitarra, ubicándose al fondo del escenario. Después de hacer bailar y moverse a todo el teatro, El Topo cerró el tema con un solo de guitarra impecable. Todavía estaban sonando las últimas notas cuando el resto de los integrantes recuperaron sus lugares originales y empezaron a tocar la frenética “Bipolar”.
Una vez que los aplausos se atenuaron, el cantante saludó a sus seguidores. “Estamos haciendo la despedida de “Habla tu espejo”, porque bueno, ya es el segundo año del disco”, dijo y mencionó también que era el comienzo de una gira que llevaría a la banda a recorrer varios países de Latinoamérica. “Ahora les va a hablar su propio espejo”, culminó, anticipando que a continuación vendría el tema homónimo al disco.
Luego de que “Habla tu espejo” hiciera corear a toda la concurrencia, El Cuarteto volvería a repasar temas clásicos de discos anteriores, retomando el show con “Así soy yo”, en la que el bajista jugó con el público haciendo una pausa en medio de su solo de bajo, para que la gente lo acompañara con aplausos. El pogo volvió a estallar con “Cuando sea grande”, uno de los temas más pegadizos y festejados de la placa “Porfiado”, ganador del premio Grammy Latino 2012 en la categoría Mejor Canción de Rock.
Las aguas se calmarían un poco con “Un problema menos”, un reggae de acordes dulces y letra depresiva, que hizo que los presentes bailaran tímidamente mientras Musso la cantaba sentado en una banqueta, con la guitarra descansando acostada sobre sus piernas. Cuando se apagaron los últimos compases, un “Roberto…” susurrado a través del micrófono, le dio comienzo a “Roberto”, uno de los cortes de difusión de “Habla tu espejo” en el que toma la palabra la voz de la conciencia del compositor de la banda.
Cuando la canción terminó, Musso intercambió algunas palabras con Tavella, quien se disponía a volver a ocupar el lugar de cantante: “Ay Roberto, Ay Roberto…” dijo el bajista, a lo que el aludido contestó “¡oigo voces!”, con tono asustado. “No, esta vez soy yo… ¿pero te acordás cuando vos trabajabas? Tus compañeros de trabajo sí se acuerdan de vos y te extrañan”, le respondió Santiago, para después entonar “Pobre papá”, ese himno a la pereza que termina con un “Si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos” reivindicando a la vagancia. Sobre el final, el bajista le dio rienda suelta a su carácter de animador, complotándose con el guitarrista para entretener a la gente con un duelo paródico de bajo y guitarra.
Las payasadas de El Topo y Santiago sirvieron para encubrir la desaparición del baterista Alvin, quien regresó al escenario con un bombo legüero. El batero tocó un solo, alentado por palmas, hasta que con disimulo se calzó la guitarra, y de un momento a otro la gente se encontró escuchando una versión acústica de “Todos pasan por mi rancho”. La banda recuperaría su estructura tradicional en el último estribillo, que dejó como perlita un momento de guitarra brillante. Llegaría después la paternal “No llora”, dedicada a Federica, la hija del cantante.
Después, Musso se tomó unos minutos para hacer, según sus palabras, “una encuesta-chusmerío”: “¿Ustedes qué vinieron a ver hoy, esta noche, acá? ¿Vinieron a ver al Topo hacer un solo magistral de guitarra? ¿Vinieron a ver los pasos mágicos y sensuales de Santi Tavella? ¿Vinieron a ver a Santi X tocando la pandereta blanca? ¿Vinieron a escuchar al master Alvin Pintos haciendo un solo de bombo legüero? ¿Me vinieron a ver a mí preguntando estas boludeces?”, Preguntó. La respuesta, que ninguno de los presentes logró atinar, llegó con la canción “Mírenme”, rapeada a duo entre Roberto y Santi Marrero.
Una vez más el bajista volvió a encargarse de la primera voz, esta vez para cantar “Whisky en Uruguay”, la hilarante versión de “Whiskey in the jar”. A diferencia de la canción irlandesa popularizada por Metallica, en la versión del Cuarteto, el protagonista de la historia no andaba en las montañas Cork y Kerry sino “a la vuelta de la boca de la cuadra”; Molly es “La Flora”; el Capitán Farrel, “un milico narco”, y por supuesto: no hay “whiskey in the jar” ni “Whack for my daddy-o”, sino que como lo ameritaba la ocasión, el narrador canta “bailando el pata-pata, me tomo un whisky en La Plata”, lo que provocó los aplausos y agradecimientos del público.
“¿Cómo están para escuchar una canción nueva, inédita? Miren que hay que estar con los oídos frescos y la mente abierta para escuchar algo nuevo”, amagó Roberto, cuando recuperó el micrófono. Obviamente era solo una broma, ya que por el contrario, el siguiente tema sería el archiconocido “Ya no sé qué hacer conmigo”, una de las canciones claves en el despegue de la banda hacia el público masivo. El clima festivo que dejó el clásico fue potenciado cuando el tecladista hizo sonar la inconfundible intro de “Miguel gritar”, en la que, tanto los integrantes de la banda como los espectadores, se desgañitaron gritando al ponerse en la piel del Miguel al que alude la canción.
Era difícil mantener la intensidad a la que había llegado el recital, pero El Cuarteto todavía tenía tela para cortar. Sin pausas, Musso desplegaría una vez más su verborragia en “El hijo de Hernández”, que pasó a toda velocidad para dejarle espacio a “Invierno del 92”, cantada en gran parte por el público, y que en primera instancia sería la última canción del recital. Los músicos se retiraron, pero la gente insistió pidiendo “Una más y no jodemos más” hasta que logró su cometido. El primer bis de regalo fue “Me amo”, muy festejado y aplaudido, luego vino un gran solo de guitarra, al que le siguió una esperada e infaltable versión de “Yendo a la casa de Damián” con final extendido. Ese sería el punto final para otra gran noche del cuarteto, que se despidió dejando la fiesta en cada rincón del lugar. Su sana costumbre.
Por Facundo Remi
Fotos por Flor Dakuyaku
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