El rock and roll como estilo de vida y fuente de eterna juventud es una alegoría utilizada hasta el cansancio, pero no por eso menos cierta. A los 64 años, Dee Snider lo certificó con un show aplastante en el Teatro Vorterix, donde presentó su cuarto disco solista, “For The Love Of Metal”.
A diferencia de otros de su generación y estilo, Snider está siempre inquieto y generando nuevos proyectos, tanto musicales como artísticos. Este show, el último de la gira presentación en Sudamérica, fue una pintura exacta de su actualidad mezclada en equilibrio con los éxitos de años pasados.
A lo largo de la hora y diez que duró su segunda presentación en suelo argentino, fue el protagonista excluyente de la noche y dio una performance maestra sobre el escenario: cantó, hizo su stand up – no faltaron chistes y, con semejante carisma, se animó al español – e hipnotizó a su público, que respondió siempre ante sus pedidos.
Con el reloj casi marcando las diez y tras la apertura a cargo de The Hot Rockers y VDH, la melodía de “Exciter”, el clásico de Judas Priest, anticipaba lo que se venía, aún con las cortinas sin abrir: El repiqueteo del doble bombo de Nicky Bellmore y la voz del propio Dee Snider hacían saber que estaba todo listo.
El comienzo rabioso con “Lies Are A Business” lo tuvo al estadounidense tomando el control de la escena, pero sin ocultar su fastidio por una falla en su retorno, algo que fue acomodándose mientras avanzaba la lista. La que ligó un descargo por esa “bronca” fue la cámara 360° de un fotógrafo que estaba en el pit y que fue impactada de lleno por un manotazo del cantante.
Dee Snider entrega todo lo que tiene y, entre tema y tema, mientras recupera aire producto de tanta despliegue físico, habla sobre la disolución de Twisted Sister, su disco nuevo y anticipa, ante un silbido malinterpretado, que tocaría “toda esa maldita mierda”.
No era el único que lo daba todo por el show. Sus compañeros, el bajista sueco Joakim Agnemyr – que viajó especialmente para esta gira ante la ausencia del bajista estable -, el calvo guitarrista Charlie Bellmore – que fue productor y bajista de todos los temas de “For The Love Of Metal”, su hermano gemelo y antes mencionado Nicky en las vaquetas y el segundo guitarra Nick Petrino, con una melena parecida a la de Marty Friedman en sus años dorados, están en con el mismo voltaje.
El ritmo frenético no se detiene y no hay tiempo ni para dudas ni para chequear mensajes en el Whatsapp. Llegan los primeros guiños a la banda que lo llevó por todo el mundo (“You Can’t Stop Rock ‘N’ Roll” y “Burn In Hell”) y a Widowmaker (“Ready To Fall”), grupo con el que grabó dos álbums a mediados de los noventa.
Cuando terminaba “I’am The Hurricane”, los golpes al cencerro de Nicky Bellmore pregonaban el primer estallido masivo. Llegaba “esa que sabían todos”. Al ritmo de “We’re Not Gonna Take It”, la mayoría de los metaleros -en su mayoría de treinta y pico para arriba – se fundía en un pogo furioso que deleitaba los ojos de la banda.
Tanto que, con la bandera argentina flameando en la pantalla, tuvo su versión argenta en los bises del estribillo: “huevos con aceite y limón” aullaba Snider mientra se agarraba sus testículos y se sonrojaba ante sus “chiquitas” (cómo él llamó a su público femenino).
El oasis en el desierto fue “The Price”, que funcionó como un poco de ensalada entre tanto asado. Así como hace Zakk Wylde en los shows de Black Label Society cuando toca “In This River”, que baja mil cambios para homenajear a Dimebag Darrell, él hace lo propio también con Darrell, Freddie Mercury, Gary Moore, Chris Cornell y el baterista de Twisted Sister – y su amigo – A.J. Pero.
Había que cortar con tanta dulzura y nada mejor que dos bombas como “Become The Storm” y “Under The Blade”. En esa canción sucedió algo bizarro. Con todos los músicos pisando el retorno al estilo Steve Harris y usando sus instrumentos como ametralladoras, era el “momento Maiden de la noche”, que se cerró con todo el Teatro Vorterix coreando el riff de “Run To The Hills”.
Llega el cimbronazo final con el hit universal que todos esperaban y la versión es arrasadora. “I Wanna Rock” se cantó hasta el cansancio en sintonía con Dee Snider, que en un momento paró todo y dejó que la cantara el público. “Ahora sólo estamos los argentinos y yo, ¡canten!”, gritaba eufórico saturando el micrófono como en varios pasajes de la velada. Incontenible.
El fin de fiesta fue con otro clásico del rock pesado: “Highway To Hell” de AC/DC era la dosis que todos precisaban para irse contentos en la noche primaveral de un martes de fin de marzo.
A casi diez años de aquel épico show con Twisted Sister en el Teatro Flores, Dee Snider dejó en claro que no tiene materias pendientes en cuanto a entretenimiento y que, además no hacen falta tres horas para dar un concierto legendario. Con una y diez también alcanza.
Dee Snider – Vorterix
01. Intro suena “Exciter” (Judas Priest)
02. “Lies Are A Business”
03. “Tomorrow’s No Concern”
04. “You Can’t Stop Rock ‘N’ Roll” (Twisted Sister)
05. “American Made”
06. “Burn In Hell” (Twisted Sister)
07. “I Am The Hurricane”
08. “We’re Not Gonna Take It” (Twisted Sister)
09. “Ready To Fall” (Widowmaker)
10. “The Price” (Twisted Sister)
11. “Become The Storm”
12. “Under The Blade” (Twisted Sister)
13. “I Wanna Rock” (Twisted Sister)
14. “For The Love Of Metal”
15. “Highway To Hell” (AC/DC)
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