En la esquina de Álvarez Thomas y Lacroze, los invitados a la fiesta de Los Pesos cierran un poquito los ojos para mirarse en plenitud con el ahora; con el presente. Distantes, los pistones de una trompeta producen un sonido hueco al ser presionados para practicar. Un estuche se abre y dentro de él, un saxofón espera para emerger.
Indistintos, los punteos de una guitarra recubren las cinco cuerdas de un bajo y se pierden detrás del telón. Un hombre se sienta y, desde su silla redonda y de tres patas, repiquetea sobre sus parches. El propio acromatismo de las teclas es la forma que encontraron de distanciarse y, a la vez, unirse en la oposición, mientras la indecisa pandereta busca protagonismo al lado de sus primos tambores.
El puntapié inicial de esta fiesta estaba programado para las 20:00 (con la presentación de La Tabaré) aunque, debido a ciertas complicaciones, el escenario del Teatro Vorterix permaneció vacío hasta rozar las 21:00.
Con todas las de ganar y el centro del lugar por desbordar, los ocho integrantes de Cuatro Pesos de Propina se instalaron en sus respectivas ubicaciones para destilar algunos acordes a modo de introducción. A partir de este punto (y casi sin dar tregua), la banda acomodó sus temas de tal manera que el público casi no tuvo respiro durante las dos horas que duró el recital.
Para evidenciar esto, los aplausos al final de cada tema tendían a unirse constantemente con la base rítmica del siguiente, para convertir estallidos de euforia en más anticipación por una nueva canción.
“Sacamelá (basta)” y “No habrá forma del dolor” fueron los dos primeros temas cantados por la voz de Cuatro Pé’, Diego Rossberg. Ambos, aparecieron por primera vez en el debut discográfico del conjunto Se está complicando (2007) e inmediatamente se contrastaron con el presente de la banda en “Lará Lará Lará”, que se remontó a Surcando (2013) a modo de cierre de esta tríada.
Diego agradeció durante todo el recital el cariño expresado por la gente y la posibilidad de tocar en Buenos Aires. Además, aprovechó para dedicarle unas líneas de apertura a varias canciones, entre ellas: “venimos a atravesar, aunque sea un poquito así, este vacío. A pesar de estar muertos… estar vivos”. Como era de esperarse, la banda interpretó “Muerto pero vivo”; tema que también le da el nombre a su primer DVD, grabado en su tierra natal (Montevideo, Uruguay), el año pasado en el magnífico Teatro de Verano.
Para el siguiente tema, “Buena nueva”, Cuatro Pesos de Propina le sacó jugo a su recurso característico como big band: todos los músicos contaron con un micrófono cerca para vivir la canción a su manera, ya sea por medio de gritos, juegos melódicos o alejándose de él para acompañar al público con palmas o pasos de baile.
Entrada la noche, “Hoy sopa hoy” fue otro claro ejemplo de esta estrategia, dónde hasta el Tato Bolonigni tuvo designada una estrofa para cantar desde atrás del bombo.
Con el corazón en alta mar, Diego Rossberg dedica “Náufrago” a “todos aquellos que no les anda la vela, ni el timón, ni el GPS y se la dan de boca contra esa roca”. El espíritu marítimo también se reflejó en “Navegante” y “Glu glu”, la última enganchada con la sentida “Es” de su segundo disco Juan (2010).
Con casi todo el Teatro Vorterix agachado para, desde el piso, entonar cada línea, la fotografía del momento se completó cuando la lírica superó a la realidad y una seguidora le proporcionó las burbujas que le faltaban a “sabe que no es verdad, toda la mentira, que llaman realidad y es suya la alegría, de saber mirar, a través de las burbujas, la felicidad.”
Esta noche de ska y reggae fue propicia para la aparición de Bob Marley, en este caso con “Get up, stand up” como la antesala de “Latino”. Hasta Intoxicados se hizo presente con “Transan” para resaltar el impacto de “La Balacera”.
Cuatro Pesos de Propina no se quedó quieto en ningún momento y eso prueba dos cosas: su soltura a la hora de hacer música y su altura como banda, para sortear cambios de posición e instrumento de una manera más que profesional.
Para “Maldita ciudad”, Tato Bolonigni lanzó y atrapó su baqueta en el aire, sin perder la cuenta en su solo de batería; Joaquín Baranzano (teclas) sacó a relucir su órgano colgado al hombro y Gastón Puentes, quién normalmente estaría en las seis cuerdas, pasó a ser frontman con su gigantesca tuba en reemplazo de Diego Rossberg, que por entonces rasgueaba una guitarra.
Cuatro Pesos de Propina es el descanso de tu viernes, la patada en la cola a tu semana aburrida y gris. Así lo sintieron todos los que bailaron al ritmo de una banda que, en medio de tanto agite y fiesta, apunta a tu interior, a la reflexión y al amor por sobre todas las cosas.
Fotos de Victoria Díaz Bevilacqua
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