Costó levantarse y arrancar para el Aeródromo. Costó, pero valió la pena. Siempre pasará eso cuando se sabe de antemano que lo que se va a presenciar es tremendo. No sólo por la música, si no por la gente. No sólo por lo que pasa arriba de los escenarios, si no lo mágico que sucede pisando el barro, para volar más alto.
La ruta (un poco) más tranquila; la entrada sin tanta gente agolpándose; las banderas que antes de flamear cumplen la función de ponchos y las divisiones que, por Cosquín, no son tales. De entrada, se sabía que el domingo iba a ser resistido por muchos, pero muy festejado por tantos otros.
Como pasara alguna vez entre el “Indio” Solari y Gustavo Cerati, cuya distancia era más pensada desde los públicos y no de ellos, la comunión artística en los escenarios se encargó de tirar cualquier muro entre géneros. Eso genera y permite Cosquín. Eso es lo que hace este universo donde el rock sorprende a alguien que entrando al predio mira a amigos de diferentes equipos y grita: “Mirá, esto lo logra el rock. Boca y River juntos”.
Siempre en libertad mi amor
El domingo era atractivo por la variedad (y libertad) de géneros. Mucha gente enojada por no respetar la esencia del Festival, o porque ellos no respetan lo que no les gusta. Otra, preguntándose cuál es esa esencia y si el rock está haciendo lo debido para “figurar” más. Pero más allá de todo, las 50m il almas que se llegaron, dejaron eso de lado para poguear, trapear, bailar, escuchar, decir y cantar.
Un Escenario Norte más heterogéneo abrió con La Chancha Muda y continuó con Daniela Doffo y su voz impactante. La Mississippi, con su trayectoria envidiable; Jóvenes Pordioseros y los primeros pogos en un barro complicado y resbaladizo.
Así llegó uno de los primeros grandes momentos de la mano de Los Gardelitos, que comenzaron con “Viejo y Querido Rocanrol”-una especie de manifiesto-, para dar rienda suelta a un número “anti caretas”.
Tal vez por eso se haya dado el primer gran cruce de la tarde cuando “Eli” Suárez invitó a “La Jefa Del Trap”, Cazzu, en el marco de la defensa a las trabajadoras sexuales, el aplauso por el cupo femenino que está funcionando y en contra del “establishment, que con su violencia replicada en los medios masivos y hegemónicos cada día las castigan de la manera más cruel y despiadada. Así como rugbiers que cagan a patadas a un pibe hasta matarlo, como hace la sociedad con las minorías”.
En el resto del predio y del día, en sintonía con el cupo que se fue cumpliendo no tanto en los escenarios principales, La Femme D’Argent encantó a la carpa gracias a la voz de Agustina Vivo; Manu Martínez -hija de Ciro- cosechó aplausos del público acompañada de su guitarra; Seda Carmín ganó con su actitud al igual que Las Hijas de Piaf, quienes no disimularon su emoción. No sólo gana la diversidad, si no la música.
No es el género…
Antes de que llegue la noche, Santa María de Punilla fue testigo de Indios, quienes explotaron -sensualmente- una de las carpas, luego de la ascendente Barco y antes de la intensísima y muy festejada Vanthra. Pero también de uno de los momentos de esta edición…
“Aguante Gardelitos, aguante La Vela… esto es para todos los giles que creen que no somos nadie”, gritó Wos antes del último tema de su set, pero después de haber hecho elevar al Aeródromo. Antes de dejar en claro que es el referente de los que resisten bailando, de los que lo escuchan para que reaccionen.
Por momentos sin aire al cantar y, así y todo, dejando sin aliento a los miles del lugar. Por momentos erizando la piel y dejando el alma y la mente para componer. Por momentos hablando, pero también cantando bien acompañado por Natasha Iurcovich en bajo y Guille Salort en batería, y por la cantidad de niños y niñas acompañados de sus familias.
Sí, puede que sea un exceso de rimas esta parte, pero hay veces que no se puede escribir mucho más, sólo dejar que fluya el arte. Porque Wos ya es eso. Wosito es la pura realidad, de una generación que pega “patadas de canguro”, para decir que ya están acá. Que avivan el fuego, que queman de mil maneras, que viven esperando que no pierda el encanto, que cambian, que baten la posta, aguantando bombas, sin miedo de romper las normas. Es que Valentín Oliva, pese a sus 22 años vino a enseñarnos: lo que importa no es el género, si no lo que genera.
El mejor de los contextos
La postal a esa hora -antes de que la noche apareciera desde las montañas- era de lo más rica y variada. Hay gente sentada que descansa las piernas, otra parada que descansa el alma. Grupos de amigos que saltan y ríen, una pareja que se confiesa porque el pecho se le infla. Ella le dijo antes: “Qué mejor contexto para hablar que este”. El contexto es de fondo Celeste Carballo en La Casita del Blues (uno de los ‘lugares’ por excelencia de estas últimas ediciones), con muchísima gente reconociéndola y agradeciéndole.
El contexto es Neo Pistea expandiéndose en el Sur, con quienes se reflejan. Y los cientos de banderas que se mueven, dejando ver cada tanto al Enano y Cebolla de La Vela Puerca, que van destilando todo lo bueno desde el otro lado del Río de la Plata. Lo que no se ve, se escucha. Lo que se escucha llega a lo hondo, como las agujas en el puesto de un tatuaje por una sonrisa. Para estar acorde, porque las sonrisas en esa parte de la tarde querían ser tatuadas…
El contexto continuó del mismo modo gracias a Ciro y Los Persas; gracias a la obligación de mirarlo y quedarse; gracias al pogo de los amigos de Boca y River, que fueron a saltar con “Babilonia” -el mismo tema con el que abrieron Los Piojos en el Cosquín 2001-; gracias a que toda la multitud veía “la misma luna” en la ventana formada por las montañas y a que Ciro subió a su hijo, Alejandro, a cantar y bailar con él.
Tal vez esa fue la mejor imagen de esta posta que se pasa entre generaciones para entender mejor el domingo. Como dijo Wos, “la música es Ciro rapeando acá arriba con su hijo”.
Por eso el contexto siguió y tan bien -pero tan bien- cuando en “Pistolas” Ciro invitó a Wos para rapear, improvisar y rememorar lo que pasó en el Festival Mastai. Lo que pasó fue que todo el mundo estuvo con la piel de pollo, conmovido. ¿Ya dije que lo importante no es el género si no lo que genera? Bueno, también lo dijo Wosito al improvisar: “Por eso conectamos dentro de cada sensación, no importa el género sino la generación, el arte compartido con convicción”.
Como (si fuera) la primera vez
Ya la noche había llegado cuando Molotov “se desconectó”. El semejante hecho artístico de un unplugged de los mexicanos fue hermoso. “Una fiesta vibrando hacia abajo” como dijo alguien por ahí, pero no así la cantidad de gente que quedó fuera. Si lo ponían en el Escenario Norte hubiese sido mejor.
Babasónicos, que nunca falla, dio un show acorde para un festejo de veinte años. Lo mismo que Riff en el Córdoba X. Estos últimos, homenajearon a Pappo y a la “palabra rock”, como dijo Luciano Napolitano, hijo del Carpo. Mientras que los primeros dieron un show muy cuidado, con una catarata de hits que empezó con “Cretino” y terminó con “Putita”. En el medio unos quince temas donde Dárgelos se llevó la ovación. Como siempre.
Quien siguió fue Cazzu, quien demostró -frente a gran cantidad de público- porqué la llaman como la llaman y devolvió gentileza a Eli Suárez al invitarlo a cantar “Penas y Problemas”.
Quien cerró el Escenario Sur fue Duki. Ante una multitud -realmente había mucha gente- demostró que va “tumbando el club”, desde bien empezado el show. Manejó al público como quiso, como a la nueva escena. Tanto que del otro lado, Ivan Noble cambió a Sid Vicius por el trapero para cantar “¿Te gustaría ser el nuevo Duki de tu cuadra?”, cuando sonó “Todos Atrás y Dios De 9”. Fue durante el debut que esperaron veinte años “ahora que tenemos 50”, dijo, contento, el líder de Los Caballeros de la Quema.
La banda que tal vez en un horario más temprano hubiese sido más disfrutada, tocó temas como “Avanti Morocha” o “Sapo De Otro Pozo”, para levantar a un público que ya sentía el cansancio (salvo en la carpa Popart donde Rayos Láser hizo bailar a todo el mundo, antes de Limón y Zero Kill).
Tanto que Germán Daffunchio, antes de empezar el show de Las Pelotas tiró: “¿Tienen sueño?”. Y ante el no generalizado, empezó con sus clásicos. Aunque lo verdaderamente clásico es la presencia de la banda, que no faltó a ninguna edición de este Festival que como parte de sus festejos tendrá -por única vez- un aterrizaje en Capital Federal el 10 y 11 de octubre.
El cierre fe para Ratones Paranoicos, quienes comenzaron su show con el tráiler de “Rocanrol Cowboys”, un documental de sus primeros años. Esos años donde Juanse y los suyos hicieron temas como “Vicio”, que resonó por todo el predio, para darle el rock que el domingo -ya lunes- pedía.
Explosivo, dándolo todo, inolvidable, como cuando justamente -25 años antes- tocaban en la presentación de los Rolling Stones en Argentina. Regalando canciones a un público que se despidió hasta el próximo Cosquín. Hasta una nueva edición para que sea nuevamente el mejor contexto, con sus mundos cabiendo en las canciones. Más allá de los géneros.
Fotos May Suárez
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